Veinte años no son nada

Fotografía muestra dos camiones de carga procedentes de México en El Paso (Texas).

Fotografía muestra dos camiones de carga procedentes de México en El Paso (Texas). Crédito: EFE

Comercio

Exactamente 20 años pasaron desde que se dio inicio al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Y también transcurrieron 20 años desde que el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), grupo de rebeldes indígenas chiapanecos, hicieron temblar al gobierno mexicano.

Tanto el acuerdo económico regional entre Canadá, Estados Unidos y México como la rebelión zapatista son dos episodios diferentes en la mexicana; sin embargo, son hechos que se distinguen porque tienen los mismos componentes económicos.

La crisis de la Deuda Externa de 1982 terminó con el desarrollo económico hacia adentro en México y en América Latina. Fue el fin del liderazgo del Estado interventor y de las políticas económicas proteccionistas.

La llegada de Miguel de la Madrid al poder a fines de 1982 no fue casualidad. De inicio, el “dedazo” mexicano permitió que el autoritarismo democrático, dominado por el Partido Revolucionario Institucional, no simplemente siguiera su curso sino que también cambiara la tesitura económica de ese país.

El arribo de Miguel de la Madrid se debió también a una presión política internacional liderada por el gobierno norteamericano de Ronald Reagan, el cual buscó la expansión del capital estadounidense dentro del mercado mexicano a partir de políticas de libre mercado y la inversión financiera nacional norteamericana.

Con Miguel de la Madrid se cimentaron las bases del diseño neoliberal en México; empero fue el gobierno de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) el que forjó una visión surreal de la economía mexicana intricada con la estadounidense y la canadiense.

Salinas de Gortari hizo creer que con el TLCAN, México podía abandonar la mediocridad económica y finalmente unirse al grupo de los países desarrollados. Su visión no fue mala, pero la estrategia que prefirió fue la que lo sepultó como uno los presidentes más arrogantes de México.

Uno de los primeros en darse cuenta del modelo errado de Salinas de Gortari fue el EZLN.

Desde su irrupción en la política en 1994, los zapatistas cuestionaron el TLCAN por ser desigual; sospecharon que beneficiaba ostensiblemente a la inversión extranjera, a los centros urbanos, al gran capital local y extranjero, e indiscutiblemente afectaba al sector rural. También promovía fenómenos migratorios y exasperaba las diferencias entre ricos y pobres en México.

A 20 años de la firma del TLCAN, México necesita replantear su modelo de desarrollo. En vez favorecer una economía mixta (de libre mercado y estatista), el gobierno actual de Enrique Peña Nieto está empecinado en profundizar las políticas neoliberales y culminar el sueño equivocado de Carlos Salinas de Gortari.

En esas circunstancias el movimiento zapatista nunca desaparecerá. Por el contrario, hoy se muestra más vigoroso. El EZLN se ha convertido en la consciencia de los mexicanos; es un recuerdo latente de la necesidad de conformar un gobierno democrático que resguarde los intereses de las grandes mayorías de ese país.

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