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Bordando entre Yucatán y Nueva York

La mexicana Renée Niño de Rivera, de blusa blanca y anteojos, con las mujeres bordadoras de Yucatán a las que ayudó a convertirse en empresarias.

La mexicana Renée Niño de Rivera, de blusa blanca y anteojos, con las mujeres bordadoras de Yucatán a las que ayudó a convertirse en empresarias. Crédito: cortesía

Del interior de la palapa se escapan carcajadas y conversaciones en maya y español. El ambiente alegre no opaca la concentración y unas 15 mujeres se enfocan en los bordados que tienen en frente.

Es Yucatán, México y el calor húmedo lo confirma. La vegetación se impone cubriéndolo todo con fuerza tropical: piñanona, de grandes hojas verde brillante, flores aves de paraíso con sus anaranjados pétalos puntiagudos y buganvillas en penetrantes lilas, morados y fucsias.

Bajo el techo de la palapa también hay otra clase de flores en tonos turquesas y amarillos; son las que están impresas en el género de cashmere y modal que estas mujeres bordan enérgicamente. La naturaleza todo lo invade pero la charla amena se torna, de repente, en ‘business talk’. “Aquí tenemos a ‘la Pippa Middleton,’ dice Renée Niño de Rivera, mientras coge una Vogue de una de las largas mesas donde trabajan las mujeres. “¿Qué le venderemos a Pippa? ¿Cómo va Pippa a la fiesta?”

Vestidas con sus tradicionales ternos yucatecos o con playeras sencillas, las bordadoras, dan vuelta las páginas de las revistas, tal como les indica Renée y observan el estilo de aquellas mujeres lejanas que, a miles de millas de distancia, lucirán alguna vez los chales que ellas bordan.

Renée es quien con dedicación y confianza en ellas, ha hecho de estas mujeres de rasgos indígenas y tez morena, verdaderas empresarias. “Tienen un tesón, un talento y una chispa contagiosa”, afirma hablando del grupo con el que lleva trabajando casi un año.

La iniciativa comenzó con la Fundación Legorreta Hernández, que trabaja hace tiempo en las localidades de Texán de Palomeque y Hunkanab, cerca de Mérida, capital de Yucatán. “Combaten la pobreza de maneras creativas y sustentables”, explica Renée, brindando a la gente herramientas útiles. Enseguida se abrieron paso con los hombres”, continúa, “enseñándoles a cultivar miel de abejas y sal de mar pero no había ocupación para las mujeres”.

Fue ahí que Andrea Hernández y Renée tuvieron la idea del bordado. Renée es de ciudad México y hace 9 años vive en Nueva York donde montó una compañía de relaciones públicas con muchísimas conexiones en el mundo de la moda. “El bordado era perfecto”, explica “y mi rol sería tender puentes entre estas mujeres y New York pero en esta zona no había estructura del bordado. Comenzamos a ir puerta a puerta, charlando con cada una de ellas presentándoles el proyecto”.

Renée se topó con una cultura machista donde los maridos, al principio, opusieron bastante resistencia. “Pero”, cuenta, “poco a poco se fueron aflojando”.

Las mujeres –de entre 19 y 40- van a la palapa-taller con sus hijos, “Doña Chela va por su décimo”, comenta Renée y entre ellas se dan una mano para poder trabajar. “Es fabuloso ver la solidaridad que hay; se cuidan entre sí los pequeños, se dan consejos sobre cómo encarar un bordado; son compañeras que quieren progresar”, afirma.

Al principio, los bordados eran muy rústicos. “Una flor salía grande, otra diminuta y las terminaciones no eran prolijas. ‘Si queremos vender en Nueva York’, les dije, tenemos que aplicar nosotras mismas controles de calidad”.

Las bordadoras recibieron clases de dibujo dictadas por el pintor español Pedro Cuni, profesor de la escuela de diseño Parsons. “Que alguien de una escuela neoyorquina venga a darles un taller especial les subió la autoestima porque me contaron que muchos en el pueblo les decian ‘seguro es mentira, quién va a venir a darte una clase a ti que no fuiste ni a tercero de primaria’.

Cada dos meses y medio Renée viaja entre NY y Yucatán llevando no sólo materiales para las bordadoras si no también especialistas para ayudarlas a mejorar sus condiciones de trabajo y de vida. “Un oculista las revisó porque muchas bordan de noche y eso afecta su vista. También estamos comprando bastidores nuevos que les permitan bordar erguidas para que no tengan que doblar su espalda”.

Formada como psicóloga clínica, entre las charlas de mercadotecnia que Renée les da, también se hace tiempo para hablar de la vida. “Platicamos de cómo ven el futuro, de qué quieren para sus hijos y también de educación sexual “.

Por las ventas en NY de la línea de chals y bufandas Renée Niño de Rivera, las mujeres reciben un porcentaje y el grupo espera que pronto sus productos estén en los escaparates de las grandes tiendas como Saks Fifth Avenue y Bergdorf Goodman. “Entre muchísimas cosas que estas maravillosas mujeres me enseñan, me dan clases de baile y les he prometido que si logramos vender allí voy a bailar en la plaza principal de Texán”.

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