Artistas viven en gigantesca rueda de hámster en Brooklyn

La instalación de la exhibición está en la galería Boiler en Williamsburg y se llama "In Orbit"

Un visitante observa a Ward Shelley (arriba) y Alex Schweder (abajo) durante la presentación de 'In Orbit', una rueda hecha en madera y acero.

Un visitante observa a Ward Shelley (arriba) y Alex Schweder (abajo) durante la presentación de 'In Orbit', una rueda hecha en madera y acero. Crédito: EFE

Nueva York – Para el dúo artístico formado por Ward Shelley y Alex Schweder, el mundo estos días es más redondo que nunca: tiene 7.6 metros de diámetro y consiste en una rueda que, durante diez días, tienen que girar para pasar de la camas al baño o la cocina. La instalación se llama “In Orbit” y está en Brooklyn.

Este domingo, estos dos artistas cumplen su décimo día en esta versión de diseño de un carrusel dantesco, que recuerda por momentos a aquella nave ingrávida de “2001: Una odisea en el espacio”, la cual el boca a oreja ha acabado por definir como una gigantesca rueda de hámster.

“Aunque la mayoría ha visto en ella la interpretación de la rueda de hámster, de ese mundo que parece que avanza pero solo da vueltas sobre sí mismo, nuestra idea era más sencilla: demostrar cómo la arquitectura moldea a través de sus espacios las relaciones entre las personas”, explica Shelley, el que está en la parte de abajo de la rueda y quien atiende a la prensa.

“In Orbit” se exhibe en la galería Boiler, que la casa Pierogi 2000 tiene en el distrito neoyorquino de Brooklyn, y ha conseguido sorprender con su experimento artístico-sociológico-filosófico, lo que sus autores llaman “performance arquitectónica” y que les tiene todo el día dando vueltas en esa rueda de solo 60 centímetros de ancho. En total, la obra tiene 19.2 metros cuadrados habitables.

Por encima de todo, para los artistas está siendo una experiencia física. “Esto está siendo mucho más duro y, sobre todo, incómodo de lo que habíamos pensado. Estamos todo el día adaptándonos a esta situación. En cuanto nos bajemos de aquí, lo primero que haré será darme una ducha”, dice Shelley.

Lleva dez días sin ver a Schweder, con quien proyectó y construyó el que sería su jaula artística, ya que, por razones técnicas de funcionamiento de esta rueda, ambos artistas tienen que estar en el diámetro opuesto de la circunferencia y se condenaron a no encontrarse.

Así, su relación con Schweder se ha reducido a mensajes utilitarios básicos. “Es una auténtica relación de poder, en la que la generosidad, la cooperación y la confianza en el otro es fundamental para que funcione. Tenemos que coordinar cada acción, pero no nos escuchamos bien, así que nos comunicamos por sms o por mail y te aseguro que no nos enrollamos mucho”, asevera Shelley.

La rueda tiene su mininevera, su cocina y su microondas y hasta se han llegado a comer salchichas y huevos. “Tenemos todo lo que necesitamos. Incluido un váter químico, que no es lo más cómodo del mundo, pero no es peor que el de un avión”, asegura.

Todo lo que maneja líquidos, como la cocina o el baño, así como las perchas o los cubos de basura, están colgados de tal manera que siempre está en la misma posición.

Y llegada la hora de dormir, por fin la rueda se para. “Es una especie de refugio psicológico. Acabo agotado todos los días y duermo más horas que nunca, unas ocho o nueve. Es porque estoy todo el rato muy tenso. Parece que el de arriba corre más riesgo, pero abajo el esfuerzo que hay que hacer es mucho mayor”, se justifica.

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