Dan último adiós víctimas poblanas

Un centenar de personas recibe los cuerpos de las dos mexicanas fallecidas en una explosión en East Harlem.

Un centenar de personas recibe los cuerpos de las dos mexicanas fallecidas en una explosión en East Harlem. Crédito: <copyrite>EDLP</copyrite><person>gardenia mendoza< / person>

SAN FRANCISCO CUAUTLANCINGO, México — Los cuerpos de Rosaura Barrios y su hija Rosaura Hernández pasearon por el pueblo fiel a sus costumbres y tras su repatriación desde Nueva York, el segundo hogar que las vio morir bajo los escombros de un edificio en Harlem por una explosión.

Una procesión las acompañó silenciosa por las calles principales a las faldas del Pico de Orizaba, el volcán más alto de México, tras una misa fúnebre donde se dio cita media comunidad del pequeño poblado ubicado a 400 kilómetros al sureste de la capital mexicana.

“Somos un pueblo unido y es nuestro deber recibir con los brazos abiertos a todos nuestros paisanos, independientemente de cómo vengan”, dijo Orlando Vázquez, un vecino que vio crecer a Rosaura madre hasta que ella emigró rozando los 20.

Esta vez, dos mujeres llegaron en ataúdes, pero esta condición no impidió que se despidieran de los suyos: de vez en cuando, la marcha fúnebre torcía a la izquierda o derecha para entrar sin vida a la casa de algún familiar.

Así los abuelos pudieron dar la última bendición a nieta y biznieta cuya ayuda fue “invaluable” para sobrevivir la pobreza de un pueblo cuya economía se sustenta exclusivamente del campo.

De esta verdad, explicó el presidente municipal, Juan Navarro, presente en el evento, se entiende la alta emigración de la zona: 15,000 concentrados en el Valle de San Fernando y otro tanto repartidos en Nueva York, Texas y Arizona.

Dos hermanos Barrios se quedaron en Estados Unidos. No pudieron viajar para despedir a su gente por su condición migratoria. El esposo de Rosaura madre se quedó con los niños sobrevivientes y el novio de Rosaura hija, Uriel García, tampoco pudo darle el adiós a la chica.

“Él está el Ejercito de Estados Unidos y no le dieron permiso pero yo estoy aquí en su representación”, dijo Uriel García, hermano del enamorado.

Aún con las ausencias, los Barrios se vieron acompañados de primos, sobrinos, tíos y todo tipo de parientes que arrancaron al alcalde una promesa de justicia: una indemnización para la familia que buscará junto con la Secretaría de Relaciones Exteriores de México.

Por la tarde, en casa de los padres, el grupo de asistentes al velorio se redujo a la espera del traslado de los cuerpos para su cremación en un municipio vecino, donde sólo estuvo el círculo más íntimo.

Los dolientes rezaron y también escucharon las entonaciones del mariachi que no dejó de interpretar música mexicana para las connacionales.

Mientras el frío de la región se hacia sentir conforme pasaban las horas, familiares y amigos repartieron café caliente a todos los presentes, quienes colaboraron en especie para este servicio fúnebre de acuerdo a sus costumbres y tradiciones.

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