Una disparidad impositiva

Nadie se escapa de la muerte ni de los impuestos, según reza un dicho estadounidense. Pese a ello, es cierto que no todos aportan sus gravámenes y, quienes lo hacen, a veces son injustamente considerados como sino fueran contribuyentes.

Es usual y equivocado, que se afirme —como lo dijo en su momento el candidato presidencial Mitt Romney— que 49% de los estadounidenses no pagan impuestos. Hay un porcentaje de gente no contribuye al impuesto federal a los ingresos porque sus entradas son muy bajas. Sin embargo, ellos pagan diversos impuestos estatales, además de las deducciones de nómina de Medicare y del Seguro Social. En estas dos contribuciones, las personas de ingresos medio y bajo aportan un porcentaje mayor de su entrada que los más adinerados.

Entre los que no pagan impuestos federal a los ingresos también están los jubilados por sus falta de ingresos, como los expertos en evasión. En el sector corporativo, por ejemplo, un estudio de la Oficina de Contraloria del Congreso halló que cada año entre 1998 y 2005, cerca del 55% de las grandes compañías no pagaron el impuesto corporativo a los ingresos. En 2011, el Tax Policy Center calculó que 4,000 hogares con ingresos superiores al millón de dólares tampoco pagó impuestos.

Es necesario una reforma impositiva, aunque no exista un consenso político de como deben ser sus características.

Si la meta política es reducir el déficit, la manera de hacerlo es elevando la tasa a 39% para los ingresos más altos. Lo hizo Bill Clinton en su época y Barack Obama el año pasado sin que ocurriera una catástrofe económica, como anticipan los conservadores cada vez que hay una propuesta para elevar los gravámenes.

El asunto es aumentar los ingresos a las arcas federales de una manera equitativa para que se den los servicios básicos como educación y seguridad pública, entre otros y para tener una red de protección social en una sociedad cuya disparidad de ingresos es un record histórico.

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