Un salario mínimo más alto

Trabajadores del sector de comidas rápidas exigen mejores salarios.

Trabajadores del sector de comidas rápidas exigen mejores salarios. Crédito: <copyrite>la opinion</copyrite><person>aurelia ventura< / person>

En enero el presidente Barack Obama urgió un aumento en el salario mínimo. Para algunos, quizás produjo la esperanza de una conversación nacional sobre un hecho trágico – millones en este país trabajan a tiempo completo sin poder superar la pobreza.

Para otros quizás fue desalentador. Un Washington tan paralizado es incapaz de un cambio tan importante, sobre todo cuando los que se oponen tienen tanto poder y cuando hablan como si son dueños de la verdad.

Déjenme decirles a los fatalistas que el cambio es posible y que los que se oponen no son dueños de la verdad.

Es cierto que Washington esta paralizado. Pero para aumentar el salario mínimo, es suficiente ajustar leyes estatales sin tocar las leyes federales. No es una batalla fácil de ganar, pero en muchos estados es posible pelearla.

Para pelearla bien, hay que entender el error que cometen los que justifican su oposición citando una supuesta ley económica fundamental, la que dice que un precio más alto reduce la demanda y que, por lo tanto, un salario más alto reduciría la demanda para trabajadores.

Suena incontrovertible. Pero el mercado laboral no conforma con ésta ley. La verdad es que cuando se ha aumentado el salario mínimo, el empleo casi nunca ha caído, y hay casos en que ha subido.

Hay muchas explicaciones para ésta aparente anomalía. Les doy una para que vean que no estamos hablando de un fenómeno extraterrestre.

Resulta que salarios más altos reducen la rotación de empleados. Si alguien está ganando más, dura más en su trabajo. Y ésta duración más larga produce beneficios para el empleador – el trabajador es cada día más eficiente y confiable, por ejemplo – lo que justifica el sueldo más alto.

Hay otras explicaciones. El punto es que los que se oponen a un salario mínimo más alto no tienen monopolio sobre la verdad. Tenemos que apoderarnos de la verdad para insistir en sueldos que ofrecen una salida de la pobreza.

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