Neoyorquinos esperan por cambios en programas de asistencia pública

El salario de muchos trabajadores hispanos no les alcanza para sus gastos básicos

La dominicana Gloria Rodriguez (72)  se desanimó en pedir ayuda.

La dominicana Gloria Rodriguez (72) se desanimó en pedir ayuda. Crédito: EDLP / Mariela Lombard

NUEVA YORK — Vivir del salario mínimo es una batalla que el salvadoreño Francisco Arán (33) asegura estar perdiendo. El residente del vecindario de Mott Haven en el sur de El Bronx indicó que no tener dependientes no lo salva de rozar la pobreza.

“Pensé que la tarjeta verde sería mi boleto a la buena vida. La ilusión se acabó tan rápido como el poco dinero que gano pintando casas”, dijo decepcionado. “El alquiler está por las nubes con la llegada de la clase media, pero mi salario sigue de hambre”.

Arán, quien en 2012 se mudó de Long Island con la esperanza de una mejor vida en la ciudad, confía en que la reforma en los programas de asistencia pública serían su salvavidas en lo que consigue un trabajo mejor pagado.

“Un incentivo para el pago de renta sería de gran alivio, aunque fuera por un tiempo”, dijo.

El dominicano Elbert Pérez (28), vecino de Fordham Heights y empleado de medio tiempo en un restaurante de El Barrio, coincidió con Arán.

“No tengo hijos, pero sí mucha necesidad. La comida es tan cara que me conformaría con tener las estampillas de alimentos”.

Por otro lado, la burocracia disuade a muchos neoyorquinos de solicitar ayuda. Es el caso de la nicaragüense Gloria Rodríguez (72), quien pese a una urgente necesidad de asistencia pública en alimentos y vivienda, declinó en su lucha por conseguir beneficios debido a requisitos incumplibles y la montaña de papeleo. La vecina de East Harlem, quien se mudó de Miami hace cinco años, contó que su ingreso anual fue el primer impedimento para calificar para el Programa Suplementario de Asistencia Nutricional (SNAP).

“Insistí un par de veces en Miami y una vez más en Nueva York, pero por una u otra razón no conseguí los cupones. Me cansé de llenar formularios y de hacer largas filas”, relató. “No trabajo tantas horas como para ganar lo necesario, pero los estándares de la asistencia pública dicen que lo que gano al año supera el requisito de ingresos”.

La residente legal, quien vive en el país desde hace 12 años, desembolsa $650 por el alquiler de una habitación y asegura que con su salario por cuidar ancianos apenas logra saldar sus gastos de comida, transporte y vivienda.

Ante la situación, la madre puertorriqueña Sharye Roldán (30), quien se beneficia de SNAP desde hace dos años, apoyó la iniciativa del nuevo comisionado de Administración de Recursos Humanos (HRA), Steven Banks.

“Conozco gente que vivió un calvario para conseguir los cupones de alimentos o la Sección 8”, contó. “Apoyo toda medida que simplifique los estándares y el proceso de solicitud. Es necesario fijar requisitos accesibles y realistas”.

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