El discutible inglés

Un anglocentismo totalitario se va extendiendo en sociedades hispanoparlantes

No es infrecuente negarle un espacio al español. Abunda esta actitud en el propio hablante.

No es infrecuente negarle un espacio al español. Abunda esta actitud en el propio hablante. Crédito: Morguefile

La cresta de la lengua

Todos sabemos lo preciado que es para nosotros el inglés. Sin el inglés el mundo sería más complejo. Se estaría constantemente negociando entre multilingüesciudadanos la lengua de cada documento. Lo dicho no le quita un ápice de importancia a las otras lenguas. Algo muy diferente es el uso innecesario o espurio del inglés. De esto tratamos: de usos que por no aportar nada dejan a la lengua propia en mal lugar.

No es infrecuente negarle un espacio al español. Abunda esta actitud en el propio hablante. El inglés se desparrama subconscientemente por todos los rincones contagiándose a menudo como una varicela vulgar. Esto es muy visible en Estados Unidos donde se entremezcla el ansia natural por integrarse con el igualarse de la tradición cantinflesca. Pero cuidado, que no es oro todo lo que reluce. Mientras Ricardo Montalbán preconizaba la necesidad de hablar bien inglés como requisito para acceder al mercado hollywoodiense, esta industria promocionaba poco después a Antonio Banderas, que en aquel entonces de inglés nada de nada.

En Europa se dan otras circunstancias. Hay españoles que piensan que por el desliz de pronunciar mal una palabra del inglés caen en algún tipo de agravio imperdonable. Al inglés mediocre de la alcaldesa de Madrid se le achacó el fracaso de la candidatura de esta capital como sede de las olimpiadas del 2020. ¿Será porque la vara de medir se pone muy alta? No siempre. Con motivo de las elecciones europeas se pudo oír a candidatos extranjeros en España chapurreando el español. El alemán Martin Schulz es ejemplo de buenas intenciones y escasa pronunciación. Y nadie dijo nada. ¿Conclusión?

El cambio de denominación del popular desfile de la moda de la capital española que pasó de Pasarela Cibeles a Fashionweek Madrid revela la tiranía de la globalización, porque los diseños son igual de buenos, malos o regulares en cualquier idioma en que se promocionen. Otro ejemplo sería el de llamar “Champions League” a lo que solo es una ‘liga de campeones’. Del presidente de gobierno Rajoy se hace burla por pronunciar ‘championligs’.

Todavía es frecuente que se plantee incluso en qué lengua cantar cuando se va a un festival internacional de la canción: ¿se ajusta el español a los tiempos que corren? Si tomamos como muestra el último festival de Eurovisión en el que España cantó en inglés mayoritariamente, cuesta dar el visto bueno a la decisión. La comprensión de la letra de la canción no lo justificaba pues el 90%de la audiencia en Europa no habla inglés. Además, ¡ni que las letras de las canciones fuesen motivo de reflexión filosófica! La simple imposición comercial o el capricho de alguna empresa promotora del evento parecen mejores candidatos a explicar este anglocentrismo totalitario.

De vuelta a la Unión Americana (UA), una de las pesquisas más comunes de los que adquieren la ciudadanía (en nuestro país) parece ser la de querer saber cómo hacer para anglizarse el nombre. ¿Será ésta una pretensión legítima fruto del deseo de integración? Ojalá que no se trate de puras apariencias porque la sabiduría popular puede llegar a extremos crueles: “aunque la mona se vista de seda…”, o, ya más suave, “el hábito no hace al monje”, o “dime de qué presumes y te diré…”. Quizás alguno lo vea como arrimarse a un buen árbol. Pues si es así, que no le falte el cobijo de una buena sombra.

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