Menores en el limbo

La semana pasada, el vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, se vio obligado a hacer un alto en Guatemala para convocar a los gobiernos centroamericanos y mexicano para desarrollar un plan que combata la crisis que se vive en la frontera estadounidense con la llegada masiva de menores inmigrantes.

Parecería que todos se señalan con un dedo, pero no surgen propuestas que vayan más allá de las buenas intenciones.

Biden pidió que cada país sea responsable de sus connacionales y prometió la ayuda de millones de dólares para planes de desarrollo que ataquen la pobreza, desempleo y fomenten la productividad, supuestas causas endémicas de la migración.

Por su parte, los gobiernos centroamericanos apelaron a la necesidad de reunificar a los menores con sus padres, muchos de ellos ya residiendo en este país, y Guatemala pidió un Estatus de Protección Temporal (TPS) para sus connacionales como una medida para aliviar la migración ilegal.

Todo apunta a una solución nada sencilla, en donde los menores son los reos de un sistema migratorio agotado y de unos países que no visualizan una mejora económica.

Los menores vienen motivados por un rumor que les asegura que serán legalizados al ingresar a Estados Unidos, por eso, ni unos cuantos millones ni las buenas intenciones los detendrán.

Estados Unidos no puede lidiar con este problema. Ya están liberando a algunos detenidos e improvisa en donde alojar a otros mientras un juez determina su estatus migratorio.

Como la teoría del eterno retorno. Todo vuelve a la reforma migratoria.

Si los políticos repiten la costumbre de enfocarse en señalarse con el dedo y no buscar soluciones este problema no tendrá solución. Se agravará con consecuencias nada deseables

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