Comerciantes y delincuentes se lucran con los migrantes que viajan a EEUU

Varios esperaban a que crucen los migrantes por su ciudad para cobrarles el doble o más

Poblaciones que se encuentra cerca de la ruta para llegar a EEUU incrementan los precios de un mismo producto a quienes son extranjeros.

Poblaciones que se encuentra cerca de la ruta para llegar a EEUU incrementan los precios de un mismo producto a quienes son extranjeros. Crédito: Agencia Reforma

Vivir de los Migrantes

La hermana Leticia Gutiérrez, directora de la misión para migrantes y refugiados de las misioneras Scalabrinianas, recuerda que hace unos años, en Tierra Blanca, Veracruz, los pobladores sacaban sus mesas y las instalaban cerca de las vías del tren con letreros como estos: “Si necesitas hablar por teléfono, te rento el mío”.
Esas mesas fueron desapareciendo poco a poco en Veracruz cuando miembros del crimen organizado comenzaron a extorsionar a los migrantes.
Migrantes como David, un hondureño que guardó su equipo de soldador con la esperanza de mejorar su vida en EEUU, cuentan los detalles de su viaje en tono bajito, como si tuviera miedo de gritar y despertar a un bebé o a una bestia: “… En Lechería lo asaltan a uno. Cuando llega el tren ya están ellos esperando, son como 20 ó 30. Son mexicanos, hondureños, de varias partes. Dicen que son zetas y que tenemos que pagar. Me quitaron 200 pesos. A varios los golpearon, los agarraban con machete. Ahí me quedé a dormir en la calle y la ley, los policías, también me quitaron”.
De Lechería David se fue a Huehuetoca (Estado de México) y siguió su ruta en tren.
“En Mazatlán, una bolsa de papas me la vendieron a 30 pesos; las tortillas a 40, y una Coca de lata en 20. Ahí me cobraron 40 pesos por dormirme en el suelo…”.
El investiagdor Rodolfo Casillas explica: “No hay delito mayor sin que existan muchos delitos menores”.
Incrementar los precios de un mismo producto a quienes son extranjeros, por ejemplo, es una práctica que se convierte en caldo de cultivo.
“Delitos pequeños evolucionan hasta profesionalizarse en delitos mayores como las extorsiones o los secuestros de migrantes”, explica.
En comunidades chiapanecas que comparten frontera con Guatemala hay toda una red de camionetas para trasladar a los migrantes a sitios donde puedan tomar el tren sin que nadie regule los precios.
En Tuxtla Gutiérrez funcionan los ‘tijuanas’, camiones turísticos que cruzan el país para llegar a la frontera norte. En Tenosique, Tabasco, los migrantes pueden comprar un cartón por 15 pesos para dormir al lado de las vías, o 150 pesos para pasar la noche en uno de los pequeños cuartos improvisados como lugar de hospedaje. En Oaxaca, hoteles y moteles obtienen gran parte de sus ganancias por los migrantes que llegan guiados por los coyotes.
Llegar a Los Ángeles, California, y encontrarse con su tío que vive en esa ciudad que se mira tan bonita en las películas y en las series de televisión. El tío le ayudaría a conseguir trabajo, también le mandaría dinero para costear el largo viaje.
Algo así pensó David cuando, cansado de vivir en un lugar donde escasea el trabajo y abunda la violencia, decidió guardar sus herramientas de soldador, tomó una mochila y dejó Choloma, Honduras.
Tengo dos meses y medio de viaje. Salí de Choloma y tomé un camión que me llevó hasta Tecún Umán (Guatemala), por ese viaje pagué dos mil lempiras (poco más de 1,200 pesos)”, cuenta David, de 22 años, en el Centro Comunitario de Atención al Migrante y Necesitado (CCAMYN), de Altar, Sonora.
“Para cruzar el río y llegar a México no pagué, porque me lo eché nadando. Agarré la combi para Tapachula, me cobraron 500 pesos; íbamos como 15 migrantes. En Arriaga (Chiapas) me subí al tren. Ahí, la mafia, me cobró cien dólares; pagué otros cien en Tierra Blanca (Veracruz) y otros cien más adelante, ya no me acuerdo cómo se llama el lugar.
**Este trabajo forma parte del proyecto En el Camino, realizado por la Red de Periodistas de a Pie con el apoyo de Open Society Foundations**.

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