Ayotzinapa: Ha de ser culpa de sus madres

Alberto Buitre se especializa en movimientos políticos y contracultura

Una madre muestra la fotografía de su hijo, uno de los desaparecidos en el ataque perpetrado contra estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa, en México.

Una madre muestra la fotografía de su hijo, uno de los desaparecidos en el ataque perpetrado contra estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa, en México. Crédito: EFE

“Si mi renuncia resuelve el caso, no tengo inconveniente”, dijo el gobernador de Guerrero, Ángel Aguirre.

Lo dijo al respecto de la masacre de 8 estudiantes y 47 desaparecidos, 28 de los cuales podrían ser los cadáveres encontrados en las fosas clandestinas de Palo Blanco, municipio de Iguala, donde ocurrió el crimen la madrugada del 27 de septiembre (http://tmblr.co/ZtWkux1SNU3bp).

Pero para qué se molesta el gobernador.

Menos mal que aclara que no tiene inconveniente en renunciar.

Cuando sepa que merecería ser defenestrado y encarcelado por su responsabilidad en el crimen, esperemos lo siga tomando de la mejor manera.

Aunque quizá esté acostumbrado.

Tomó el poder de Guerrero por primera vez de 1996 a 1999 en sustitución de su padrino político, el atroz Rubén Figueroa Alcocer. Desde ahí lo encubrió por su responsabilidad en la matanza de 17 campesinos en el vado de Aguas Blancas, Coyuca de Benítez, el 28 de junio de 1995.

Luego salió del PRI y se fue al PRD.

De la mano de ‘Los Chuchos’ Jesús Zambrano, Jesús Ortega y el actual presidente perredista, Carlos Navarrete, se hizo de la candidatura al gobierno de Guerrero.

Y llegó.

Gracias también -que no se olvide-, al apoyo que le brindaron Marcelo Ebrard y Andrés Manuel López Obrador.

Hoy AMLO quiere desentenderse de su responsabilidad por la actuación de Aguirre. Pero los guerrerenses tienen memoria.

Cómo olvidar aquel sentido abrazo que el hoy líder de Morena le dio al oscuro gobernante en la costa chica durante su campaña electoral. O de sus desayunos en Acapulco.

La llamada izquierda mexicana está manchada con la sangre de los estudiantes de Ayotzinapa.

También de los 13 luchadores sociales asesinados en Guerrero durante el 2013. Entre ellos, cinco militantes del Partido Comunista de México, incluido su líder en la entidad, Raymundo Velázquez (http://tmblr.co/ZtWkux1NU8JQe). Perseguidos, torturados y calcinados en Coyuca, sin que hoy se deslinden culpables. Y qué hay de la dirigente de la Organización de Campesinos de la Sierra Sur, Rocío Mesino, acribillada a mansalva frente a su familia en Atoyac de Álvarez.

Pero dice el gobierno de Guerrero que fue el narco, que no han sido crímenes de Estado.

En contraste, el presidente de la Red Guerrerense de Derechos Humanos, Manuel Olivares, ha denunciado que en Guerrero se utiliza a la delincuencia organizada para liquidar luchadores sociales.

Quizá por eso Aguirre se encuentre tan despreocupado. Durmiendo y comiendo como si Guerrero no se estuviera bañando en sangre.

A fin de cuentas que no es su culpa, dice.

Que tampoco es de su amigo Enrique Peña Nieto.

Ni de AMLO, ni del PRD.

Ni de nadie.

Ha de ser culpa de sus madres que los parieron.

Las de los estudiantes. Que al mundo trajeron muchachos con el pecado imperdonable de nacer pobres y estudiar en Ayotzinapa para acabar con las injusticias cometidas en México por gente como Ángel Aguirre.

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