Edrizio De la Cruz, CEO Regalii.com

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"Las remesas deben ser procesos sociales, no sólo transacciones", argumentó De la Cruz.

"Las remesas deben ser procesos sociales, no sólo transacciones", argumentó De la Cruz. Crédito: EDLP

El fundador de Regalii, Edrizio De la Cruz, ha hecho del envío de dinero algo rápido, seguro y transparente para tranquilidad del inmigrante.

De la Cruz (33) ha recorrido un gran camino para cambiar su destino. Desde que llegó a Nueva York, a principios de la década de los noventa, con esfuerzo logró tener la educación y la mejor experiencia profesional en Wall Street para sentar las bases de su innovadora casa de remesas Regalii.

Con un máster en negocios obtenido en la Escuela Wharton de la Universidad de Pensilvania, una de las prestigiosas instituciones de la llamada Ivy League, De la Cruz consolidó su sueño de ser el primero en su familia en culminar sus estudios superiores. Antes de fundar Regalii en 2012, este emprendedor dominicano trabajó como mecánico de aviones para Swissair y en la banca de inversión JP Morgan.

“Yo pienso que las remesas deben ser procesos sociales, no sólo transacciones”, explica sobre su concepto novedoso de servicio. “Son como regalos (de allí el nombre de la empresa) que comparten dos personas”. Con el objetivo de hacerle la vida más fácil a familias como la suya, que requieren enviar dinero frecuentemente a sus países de origen, desarrolló su tecnología de pagos móviles para garantizar una mayor eficacia y claridad en el proceso.

“El inmigrante necesita tener más control de ese dinero y de esta manera puede pagar sus cuentas en su país sin perder tiempo y con plena transparencia”, dice De la Cruz que creció en Washington Heights, donde hoy tiene sus oficinas.

Regalii atiende a más de 53,000 clientes en República Dominicana y recién se expandió a México. Para fines de este año también comenzará a operar en Honduras, El Salvador y Guatemala.

“Yo quiero que seamos la opción número uno de re mesas en Latinoamérica”, comenta. “Pero más importante es que con ello logremos ser un ejemplo para la comunidad latina”.

Cuando se compara con ese niño de 11 años que emigró a Estados Unidos, De la Cruz confiesa orgulloso lo que no ha cambiado en él. “Es la misma ilusión y el nivel de optimismo fuera de la norma que me han hecho un emprendedor exitoso. Esa hambre aún la tengo”.

Otra cosa que no ha variado son sus pasatiempos: montar bicicleta, comer helados con sus primas y ver películas tan malas que dan risa son pasiones “de bajo costo” que le mantienen los pies en la Tierra.

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