¡Lloro por ti Chespirito, pipipipi!

"Mirando al Sur": blog del periodista Luis Manuel Ortiz que comenta los sucesos de actualidad desde Texas

Brownsville, Texas.- Ahora que por fin descansa Roberto Gómez Bolaños yo también me voy a unir, con sinceros sentimientos, a los muchos que han manifestado pesar por su partida. Y si digo que por fin descansa es porque desde que murió, el 28 de noviembre pasado en Cancún, Quintana Roo, su cadáver comenzó un recorrido que no cesó hasta que el 1 de diciembre fue depositado en una fosa del Panteón Francés de la ciudad de México.

Allí, los restos de RGB ya comenzaron su proceso biológico de dejar de ser. Pero el nombre artístico con el que logró fama mundial –Chespirito- sigue entre nosotros y seguirá. De eso no tengo ninguna duda y lo celebro con gigantesco gusto.

Roberto Gómez Bolaños fue muchas cosas pero desempeñó, con asombrosa productividad e ingenio, dos: primera, fue escritor para TV y cine desde mucho antes de intentar ser famoso. Segunda, fue excelente actor cómico. El primer oficio le permitió imaginar numerosos personajes, muchos de los cuales él mismo interpretó e hizo famosos: El Chavo del 8, el Chapulín Colorado, el Chómpiras, el Doctor Chapatín y Chaparrón Bonaparte, entre otros, y todos comenzando con “Ch”.

A Chespirito hay quienes le critican que sus diálogos, personajes y escenarios eran repetitivos y cansados… que fielmente estuvo y se mantuvo con entrega y servilismo a las órdenes de la siempre criticada (en muchas cosas con sobrada razón) empresa Televisa… que siempre hizo ponderación de la miseria en que viven grandes masas de mexicanos… etc.

Puede que sí, pero ni es el único ni lo hizo de la peor manera sino al contrario: lo realizó con limpieza única, con una especie de reconocimiento y respeto a la honestidad y forma de ser del que menos tiene, el pueblo. La blancura e ingenuidad de las historias escritas y actuadas por Gómez Bolaños siempre estuvieron enfrente.

Si algo sobresalió en ellas fue la ausencia de doble sentido y vulgaridad. Nunca se contaminó ni en sus argumentos ni en el lenguaje de los personajes que creó, que fueron muchos. Allí estaban -a más de los que él interpretaba-, siempre limpios en sus hechos y dichos, la Chilindrina, Don Ramón, la Bruja del 67, el Profesor Jirafales, el Señor Barriga. El programa surgió y alcanzó la cumbre de su fama en una época –la década de los 60, 70 y 80- del pasado siglo cuando el cine y la TV mexicanos estaban infectados de mediocridad, vulgaridad, morbo, palabras altisonantes, desnudos y sexo sin atenuantes de ninguna clase. En esa época la TV –lo que las familias veían en casa- se llenó de programas cómicos a cual más vulgary escaso de buen sentido y gusto; el cine, a su vez, era sinónimo de películas baratas y de historias burdas de cabareteras y personajillos detestables.

Y la música andaba igual. Vinieron en la parte final del siglo y comienzo del actual nuevas modas musicales con impresionante falta de calidad que envenenaron y mantienen envenenada a la joven sociedad. Surgieron, como grandes ídolos populares, solistas y grupos cuya falta de calidad parecería su principal atributo y se entronizó la moda –vigente aún- del narcocorrido que devino en el movimiento alterado y otros de igual y detestable corte.

En ese nauseabundo medio artístico Chespirito y sus personajes vivieron, permanecieron, sobrevivieron y sobresalieron. Y que bueno que fue así. Yo le agradezco a Chespirito el recuerdo que nos deja, vestido de ingenuo niño pobre (con su eterno anhelo de poder comerse, refugiado en el interior de su barril de madera, una torta de jamón), o de súper héroe tiernamente tonto y vestido con su ridículo uniforme rojo. Le agradeceré siempre haber sido el súper héroe de mis dos pequeños hijos y de haberles entregado tantos ratos ingenuos y sanos, armado con el Chipote Chillón, que nunca cambió por la AK47 de los narco corridistas y prefiriendo la “chiquitolina” para convertirse en diminuto ser y no las anfetaminas para creerse grande y poderoso.

¡Adiós Chespirito!, lloro por ti –pipipipi-, ¡siempre serás mi ídolo! Aunque ahora que estás en el más allá, espero no oír muy pronto tu llamado de “¡Síganme los buenos!” porque yo soy uno de ellos…

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