¿Por qué será que la “querida” goza más?
Ocurrió hace más de 20 años y todavía me acuerdo. Mi vecina tocó la puerta, estaba desesperada y en un mar de lágrimas queriendo hablar con mi madre, quien siempre le ofrecía un buen consejo.
Intenté acercarme lo más que pude para escuchar la conversación entre mi mamá y la mujer, quien no quería perder a su marido y temía que tal vez ya fuera demasiado tarde.
¿Por qué será que a la amante le compran televisor a todo color y a la esposa, si mucho, le dan para que compre una escoba nueva? Señoras, la respuesta es simple y dolorosa, porque primero que nada, su marido es “un desgraciado”. Segundo, porque esa, la amante, le da lo que nosotras las mujeres casadas olvidamos con frecuencia: atención, admiración, diversión y bueno, otras cositas que ustedes ya saben.
Estoy totalmente en desacuerdo con que un hombre le sea infiel a su mujer, sin embargo, si creo que hay algo muy cierto: “quien tenga tienda, pues que la atienda”. Y esto amigos va para los dos, para hombres y mujeres.
La primera vez que conocí a Beatriz, la vecina, era una mujer muy arreglada, siempre me llamaba la atención como dejaba las escaleras del edificio perfumadas cuando salía a la oficina. Betty se casó, y parece que se le acabó el perfumito. La señora salía para el trabajo, y hasta con su marido vestida como una loca. Los tacones, los aretes y la coquetería, quedaron guardados en el cajón del olvido. No parecía la misma mujer.
Piensen en este escenario: la persona (hombre o mujer) llega a casa a escuchar la cantaleta, los gritos, los reclamos de porque si, porque no. En cambio, se ve con la amante y ella, ni corta ni perezosa, lo lleva al cielo diciéndole que es el hombre más guapo del mundo y lo recibe con los brazos abiertos. ¿Para dónde se termina yendo el marido?
¡Muy mal! ¡Muy mal que la gente sea infiel! Si, yo sé, está en contra de nuestros principios como sociedad, pero también debería estar en contra del matrimonio, el abandonarse a si mismo porque ya estamos comprometidos. Los días son a veces tan monótonos y tenemos tanto en nuestros calendarios que nos olvidamos de los pequeños detalles de la vida.
No permitamos que alguien más “se nos coma el mandado”. Aunque sea por amor propio, cuidemos nuestra figura, nuestro alrededor. Bien dicen que si no te quieres a ti mismo, no podrás esperar que alguien más te quiera.
Es triste ver a mujeres jóvenes, bonitas, inteligentes que se van dejando y olvidando de si mismas una vez se casan. El hombre, por más enamorado que esté de ella, por lo menos empieza a voltear los ojos como si tuviera problemas de visión.
En cuanto a Beatriz, debo contarles que afortunadamente no perdió a su marido. Siguió los consejitos de mi mamá, desempolvó la ropa que había guardado y volvió a enamorar a su marido. A la presunta amante la terminaron dejando lista y alborotada.
¿A quién le ha pasado algo así?
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