Editorial: El problema es la deportación

Se debe pasar un plan de gastos de seguridad interna libre de interferencias

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A los republicanos les gusta mostrar sondeos de opinión en donde la mayoría de los estadounidenses se oponen a que el presidente Obama haya utilizado una acción ejecutiva para evitar la deportación de los indocumentados con hijos estadounidenses. Lo que no dicen es que las encuestas también muestran que la mayoría de los entrevistados está en favor en suspender estas deportaciones.

Están a favor del contenido y en contra del proceso utilizado. Esta es una gran diferencia que en la medida que no sea reconocida por el liderazgo republicano le causará muchos dolores de cabeza.

Como ya hemos dicho con anterioridad en esta página, el argumento de querer eliminar la acción ejecutiva con un argumento constitucional de abuso de poder del Ejecutivo no es sincero. La intención real es deportar a la mayor cantidad de gente posible. Para eso, el lenguaje incluido en el presupuesto del Departamento de Seguridad Interna (DHS) para el resto de este año elimina la protección para los “soñadores”, para los padres ya mencionadas, restablece en su peor manera al programa de Comunidades Seguras y establece el encierro de las personas en proceso de deportación, entre otros.

Esta es una medida tan extrema que no hay manera que haya senadores demócratas dispuestos a respaldarla, por lo cual muere al no conseguir los 60 votos necesarios para superar una obstrucción parlamentaria.

Hay quienes ven en las filas republicanas que lo mejor sería aprobar un presupuesto temporal, otra vez, para el DHS para después retomar la guerra contra la acción ejecutiva presidencial. Eso será una pérdida de tiempo porque el problema no es el momento sino el contenido inaceptable de la medida que va en contra del deseo de los estadounidenses expresados en numerosas ocasiones. Por eso, los demócratas no van ceder.

Lo ideal es que se deje afuera el lenguaje punitorio de inmigración en el presupuesto de DHS y se lo apruebe cuando antes. Esto requiere una cuota de madurez y pragmatismo por parte del liderazgo republicano del Congreso que comienza con escuchar no solamente lo que le conviene. El sonido en esa burbuja no hace más que aislarlos de la mayoría de los estadounidenses.


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