Las Patronas: 20 años de alimentar a los migrantes

Mujeres preparan comida que lanzan al paso de 'La Bestia'

MÉXICO – “Todo lo que das, se te multiplica”, dice Norma Romero cada vez que estira los brazos para entregar arroz, frijol, atún, tortillas y agua a un puñado de centroamericanos indocumentados que viajan clandestinos en el tren de carga, rumbo a Estados Unidos, igual que hace 20 años cuando comenzó a alimentarlos.

Fue el 14 de febrero de 1995, en plena crisis económica y mucho antes de que ella, su madre Leonila, la familia y otras voluntarias despertaran la admiración internacional. Desde entonces no han parado ni un solo día de preparar viandas en su pueblo de La Patrona, estado de Veracruz.

Ahora son menos -entre 20 y 30 paquetes al día- porque el gobierno hace operativos periódicos sobre el ferrocarril, pero hubo épocas en que eran hasta 150.

Las Patronas, como hoy se les conoce, recibieron en 2013 el Premio Nacional de Derechos Humanos y este año compiten fuerte por el Premio Princesa de Asturias, uno de los galardones de mayor prestigio.

Al respecto, Norma suspira, resopla de la misma forma que cuando terminan de entregar los paquetes de comida a los indocumentados que se arriesgan a bajar desde el toldo a las escaleras del ferrocarril “La Bestia” que viaja a una velocidad de 80 kilómetros por hora para alcanzar un poco de pan.

“La fama, los reconocimientos o el dinero sólo son importantes para nosotras si pueden ayudar a quitar un poco de dolor a esos muchachos”, dice.

LEE TAMBIÉN:

“México debe ser una familia postiza para los inmigrantes”

Las Patronas arrancaron su labor altruista después de un hecho que consideran casi un mandato divino: un salvadoreño que había sido apuñalado arriba del tren por unos pandilleros que querían violar a su novia, quedó tan herido que sus compañeros tuvieron que ayudarlo a bajar con las manos abiertas y los pies cruzados, sangrando por todo el cuerpo.

Norma vio todo y se ofreció para llevar al chico al hospital en su camioneta, pero una vez que estuvieron en la sala de urgencias, los médicos se negaron a atenderle. Alegaron que era “ilegal”.

Sin más remedio, tuvieron que llevarlo a casa de Leonila, la madre de las hermanas Romero, y con ayuda de una vecina estudiante de enfermería lo curaron hasta que el centroamericano sanó y siguió su camino.

“Siempre imaginé que era Cristo bajando del tren y no se me quita de la cabeza”, confiesa Norma. “Para mí ayudar a esos muchachos es como ayudar a Dios”.

En esta nota

Inmigración México Video
Contenido Patrocinado
Enlaces patrocinados por Outbrain