La violenta tierra del mexicano asesinado en Washington

Antonio Zambrano era originario del estado de Michoacán donde prevalece la violencia generado por los cárteles de la droga

Erika Zambrano sostiene una foto de Antonio Zambrano.

Erika Zambrano sostiene una foto de Antonio Zambrano. Crédito: Tomada de Twitter

México.- El año en que el mexicano Antonio Zambrano Montes emigró a Estados Unidos, su estado natal Michoacán y su municipio Aquila ya estaban “patas arriba” entre medio millar de ejecuciones relacionadas al narcotráfico, 17 decapitaciones y sangrientos enfrentamientos a diestra y siniestra.

En el 2005, Zambrano tenía 25 años, dos hijas pequeñas, una esposa y un trabajo como arriero en su minúscula comunidad de La Parotita, muy cerca de sitios en los que ocurrían matanzas macabras entre los cárteles de Sinaloa y sus aliados del Milenio contra la organización del Golfo y sus entonces gatilleros Zetas.

La población se batía entre la supervivencia en comunidades con índices de pobreza extrema –sin luz ni carreteras de acceso- y escenarios macabros como la muerte a palazos de José Mendoza Soto, un agricultor con un rancho de 100 hectáreas en Aquila que presuntamente recogía cocaína en la costa para los sinaloenses.

O el asesinato del ex jefe de Seguridad Pública de Michoacán, Rogelio Zarzúa, mientras comía en un restaurante de Morelia, la capital estatal, a lado de su esposa, quien era delegada estatal del Programa México Seguro.

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Zambrano dejó atrás esta miseria y violencia y aunque encontró otra a manos de la policía de Pasco, Washington, que lo asesinó indefenso el pasado 10 de febrero, ya no presenció la degradante descomposición social que se agudizó en su estado natal.

Un año después de su partida, en el municipio vecino de Uruapan, un grupo de encapuchados relacionados al grupo delincuencial Familia Michoacana lanzó cinco cabezas en medio de una discoteca como una primera muestra de fuerza a los cárteles que supuestamente iba a combatir, preocupados por “la juventud y las drogas”.

“La Familia Michoacana no mata por paga, no mata mujeres, no mata inocentes”, advirtió en un cartel que dejaron a lado de las cabezas”.

Luego, hizo exactamente lo contrario como organización criminal predominante en que se convirtió y hasta su evolución como Caballeros Templarios: para 2014 las muertes violentas en Michoacán alcanzaron las 1,023, a pesar del levantamiento de los Grupos de Autodefensas.

En noviembre pasado, en Aquila desaparecieron tres indígenas comuneros y tres más siguen desaparecidos luego de apoyar la formación del grupo local de autodefensas, hartos de pagar a los Caballeros Templaros una “cuota” del dinero que les da la Minera Internacional Ternium por los terrenos de los extrae hierro.

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