Un Vía Crucis más sin ‘papeles’

Indocumentados recuerdan la muerte de Jesús en medio de esperanza por un alivio migratorio

Los pilares de la Alcaldía de Los Ángeles se convirtieron ayer en la antigua Jerusalén que condenó a muerte a Jesús.
“¡Traidor! ¡Merece morir! ¡Crucifíquenlo!”, se escuchó en el Centro Cívico de la ciudad, donde decenas de católicos observaron una representación teatral de la pasión y muerte del hijo de Dios.
Es otro Vía Crucis que ha congregado a indocumentados, actores y público, quienes confían en que un alivio o una reforma migratoria les hará progresar.
El Viernes Santo sigue siendo un recordatorio de las penurias por las que pasan 11 millones de almas en este país. Cada uno sufre su propio calvario.
“Yo caminé cuatro días en el desierto de Arizona hace 11 años”, cuenta Axel Paredes, un guatemalteco que viste una túnica café porque personifica a un discípulo de los sacerdotes que odian a Jesús.
“Nosotros somos la fuerza laboral que hace fuerte a este país”, dice quien trabaja en una bodega en Lynwood.
Con el atuendo de un soldado romano, Indalecio Joaquín, de 56 años, comparte que le ha ganado el llanto en plena obra a pesar de que debe ser un hombre insensible al dolor del nazareno.
“En la caída [de Jesús] es ahí donde se sueltan las lágrimas y la gente también siente”, comenta.
Joaquín trabaja en la construcción y ha vivido sin documentos durante 14 años. El dinero le llega a cuentagotas pero pidió el día libre para escoltar a Jesús por las calles del centro angelino.
“Si nos dan papeles se beneficiará uno y la comunidad”, reflexiona el oaxaqueño poco antes de que salgan quienes actúan como ladrones, Caifás y Anás. Están bañados en sangre falsa.
Entre la Alcaldía y la corte del condado de Los Ángeles se fingió ayer un juicio desconcertante. Los gritos de la gente han bastado para liberar a un Barrabás lampiño y pícaro. Han preferido condenar a muerte a un noble Jesús que viste una túnica desgarrada y teñida en sangre. Le clavaron una corona de espinas.
Sus únicos defensores son mujeres que apenas si pueden hablar por el llanto. Sin apelar la sentencia, Jesús es encaminado a la iglesia de la Placita Olvera apurado por latigazos y gritos. “¡Muévete!”.
Turistas y conductores asombrados levantan sus celulares para capturar la mejor imagen para las redes sociales.
Jesús Jiménez empuja una carriola. Es la primera vez que viene a este Vía Crucis y se acordó del propio. Tampoco tiene papeles, pero dice que la fe y su familia le ayudan a sortear las adversidades.
“Aquí tenemos una mejor vida que en nuestros países, pero con una reforma migratoria no estaríamos escondiéndonos de nadie, habría más libertad”, señala el nacido en Guerrero.
La Iglesia Metodista en la Placita Olvera organizó otra representación de la Pasión de Cristo y algunos de los actores también son indocumentados.
“Lo que pasamos nosotros tiene mucho parecido con el sufrimiento de Jesucristo”, comenta María Flores, una mexicana que finge ser una de las magdalenas que defienden a Jesús con puro llanto.
“Yo lo viví en carne propia en el desierto, padecí mucho frío, hambre y peligros”, relata quien cruzó ilegalmente la frontera en 2004. “Pero como Jesús llegó a la gloria, los indocumentados también lo hicimos al llegar a este país”.
El Jesucristo salvadoreño
Es la quinta ocasión que Carlos Tejada representa a Jesucristo. Él nació en El Salvador hace 27 años.
“Todo esto es para dar un ejemplo”, dice el profesor de música y corista de la iglesia de la Placita.
Le han vertido tanta sangre falsa en el cuerpo para fingir la paliza que le propinaron los soldados antes del Vía crucis, que no evitó tragar un poco. Sus dientes están teñidos de rojo oscuro.
“Es triste que los migrantes vengan pensando en triunfar y que no tengan esas oportunidades”, señala el centroamericano antes de que un soldado le ate las manos con un mecate.
“Es un Vía Crucis que nunca va a acabar, pero con la fe tal vez se ablande el corazón de los que tienen el poder y vean que todo el migrante tiene algo que aportar al país”, dice.

Contenido Patrocinado