El triunfo de vida de Abner Mares

El boxeador mexicano comenzó su gran pelea mucho antes de llegar a los cuadriláteros

A sus 9 años de edad, Emily ya entiende que el trabajo de su papá es peligroso, pero no por eso se deja de preocupar.

“Me asusta cuando estás sangrando”, le dijo la pequeña a Abner Mares, el tres veces campeón de boxeo que el 29 de agosto enfrentará la pelea más difícil de su carrera al chocar contra Leo Santa Cruz en el Staples Center de Los Ángeles.

“¿Tú sabes que ese es mi trabajo, verdad?”, inquirió el peleador originario de Guadalajara a su hija.

“Sí, sí lo sé’”, dijo la niña.

“¿Y sabes para qué peleo, verdad?”, planteó Abner.

“Sí, claro, para que me compres muchas cosas”, afirmó Emily.

La última respuesta de su hija, en un video que circula en YouTube, hizo que Abner explotara en risas.

“Mi camino ha sido muy largo, muy duro, muchas adversidades que tuve que pasar”, dijo el boxeador en una entrevista previa a su entrenamiento del martes pasado en un gimnasio de Los Ángeles.

La vida de Abner ha sido una colección de retos y obstáculos, una feria en donde la rueda de la fortuna parecía negarse a tomar rumbo ascendente.

En su niñez hubo ocasiones en que se alimentaba de lo que encontraba en los botes de basura. En su juventud se fue a México para escapar de las pandillas de Los Ángeles. Y como profesional tuvo un accidente del que nadie creyó se recuperaría.

“Cuando llegamos a Los Ángeles, mi mamá agarró dos trabajos. Se iba a las 6 de la mañana y regresaba a las 8, 9 de la noche, casi nunca la veíamos. Yo buscaba comida en los botes de basura, era algo muy duro”, recordó Mares.

De regreso a México

Abner nació en Guadalajara y a los 11 años inmigró junto con sus padres y seis de sus hermanos a Los Ángeles para asentarse en Hawaiian Gardens, un barrio conocido por la violencia que generaban las pandillas del lugar.

El ambiente de crueldad, agresión y excesos al que estaba expuesto absorbió a Abner, por lo que a los 15 años de edad su padre decidió enviarlo de regreso a México para que se convirtiera en boxeador.

Mi papá quería que yo fuera como él, me hizo ser boxeador a fuerzas, yo no quería ser boxeador”, comentó mientras señalaba una fotografía de su padre en el gimnasio de Abner en Bell Gardens.

Fue en territorio mexicano donde Abner se formó en el cuadrilátero, y después de haber consolidado una buena trayectoria amateur, en la que representó a México en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, regresó a Los Ángeles.

A partir de ese momento, Abner se dedicó a construir su carrera profesional y, en el camino, a conformar su propia familia que hoy está integrada por su esposa Nataly y sus hijas Emily y Amber, de 3 años de edad.
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El trabajo de un campeón

“Desde el día que te casas y desde el día que tienes hijos, tu familia se convierte en tu máxima motivación”, aseguró Abner, mientras su esposa lo observaba desde el segundo piso del gimnasio.

Abner es un gran esposo y un gran padre, cuando no está entrenando para una pelea él se hace cargo de las niñas. Las lleva a la escuela, juega con ellas, pasa el mayor tiempo con ellas y ellas adoran a su papá, lo adoran”, aseguró Nataly.

La esposa de Abner confesó que sus hijas se ponen muy nerviosas cuando su papá sube al cuadrilátero, motivo por el cual no las llevan a ver las peleas.

“Sobre todo la mayorcita, ella ya entiende las cosas y no quiere ver las peleas porque no le gusta ver que lastimen a su papá. Eso es lo más difícil de todo esto, la familia sufre mucho; yo como esposa también me pongo muy nerviosa, pero siempre estoy a su lado para apoyarlo”, apuntó.

Para Abner también es difícil aceptar la realidad de saber que sus hijas sufren mucho cuando él sube al ring.

“Al final del día trato de enseñarles que este es mi trabajo, que esta es mi manera de hacer de ellas campeonas de la vida”, dijo el boxeador de 29 años de edad, quien ostentó coronas mundiales en peso gallo, supergallo y pluma.

“Quiero que mis hijas sepan que hay que luchar, yo lo hago literalmente con mis manos, pero quiero que ellas sepan que afuera del ring también hay que luchar por los sueños que queremos se hagan realidad”, explicó Abner, quien con un proverbio resumió lo que ha sido su vida.

“Los perdedores son aquellos que caen ante las circunstancias; los ganadores son los que triunfan a pesar de las circunstancias. Yo, soy un ganador”.

‘Pañoleta de la muerte’

Apenas tres años después de haberse convertido en boxeador profesional, Abner Mares sufrió otro golpe de la vida al sufrir una grave lesión en la retina de su ojo durante un combate de 2008.

Los médicos que lo atendieron le dijeron que debía someterse a una cirugía y que no volvería a pelear, que su carrera de boxeador estaba terminada.

“Básicamente me sentí muerto cuando me dijeron eso los doctores”, recordó Abner.

Un año después de la cirugía, el mexicano mostró una recuperación asombrosa, sino es que casi milagrosa.

Con la anuencia de los médicos, Abner retomó su carrera profesional y desde entonces, cada vez que sube a al cuadrilátero para saldar un pleito, se cubre la cara con una pañoleta estampada con la imagen de un rostro cadavérico.

“Regresé de la muerte cuando nadie creía que lo podría hacer, estuve muerto en mi carrera y resucité, ese es el significado de esa pañoleta”, explicó.

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