Cuando Obama se comió hasta el ‘pegao’

Jorge Viera nos habla de dos cubanas que triunfan con su cocina en el área de Nueva York

Clara Chaumont con Jorge Viera en Zafra.

Clara Chaumont con Jorge Viera en Zafra. Crédito: Suministrada

Sentado con Clara en Zafra, su restaurante de Hoboken, es como tener una conversación con un familiar en una marquesina habanera.

Clara Chaumont es dulce, está en armonía con la vida. Nunca te despega la mirada de los ojos, su franqueza no se lo permite y lo más importante es que siempre está pendiente al detalle. Como el refrán que dice: “Dios siempre se fija en el detalle”.

Me la presentó mi amigo Angelito, que no sólo me maquilla, sino que desde que llegué a Nueva York se ha convertido en mi confidente. Es amigo de Clara hace ya unos añitos… jajaja.

“Jorge, me encanta tu sonrisa y creo que has podido conquistar al público de Nueva York con tu personalidad. Rafael Pineda no pudo escoger a un mejor sustituto”, me dijo tan pronto se sentó en nuestra mesa.

Clara trabajó por muchos años en el famoso Victors Café pero el 7 de enero del 2000 abrió Zafra junto a su socia, la chef Maricel Presilla. Una es habanera y la otra es santiaguera. Se especializaron en cocinar comida autóctona cubana, como el delicioso tamal cubano, ropa vieja y yuca frita.

Tan espectacular es su comida que los americanos del área no se pueden resistir. Maricel escribió un libro más grueso que El Quijote de la Mancha donde recopila las recetas que la llevaron a que un día el Presidente Obama se comiera hasta el “pegao”.

No sé si es que no puedo ser objetivo, porque a primera vista les tomé cariño a Clara y a su socia, pero hacía mucho tiempo que no veía que la buena energía se trasmitiera a la cocina. Lo que más me gusta es cómo trata a sus empleados, siempre respetándoles su dignidad, y al final siempre digo que ahí reside la grandeza de los seres humanos.

El éxito de estas cubanas para la historia es tal que abrieron otro que se llama Cucharamama, una especie de fusión latinoamericana mezclada con un buen gusto que hace que muchos de sus platos se te derritan en la boca.

Quise escribir mi columna resaltando a estas dos mujeres, porque han sabido llegar a la cúspide sin nunca haber perdido la humildad. El gran tesoro de la Tierra reside en la personalidad humana. Las dos son orgullo nuestro y ejemplo a seguir. Así que… ¡Salud amigas!

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Jorge Viera
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