Un puertorriqueño con raíces empresariales en Perú

Anthony Rosa tiene un negocio textil y de moda desde su oficina de Nueva York y una fábrica que ha construído en el norte de Lima

Disenador Anthony Rosa en su estudio de Times Square in Nueva York.
Photo Credito Mariela Lombard/El Diario NY.

Disenador Anthony Rosa en su estudio de Times Square in Nueva York. Photo Credito Mariela Lombard/El Diario NY. Crédito: Mariela Lombard | El Diario

Las oficinas y showroom de GSEA Fashion Group están en el centro del Garment District de Manhattan. Donde hay que estar en el mundo de la moda en la costa este de EEUU para competir en un mercado globalizado, complicado, con márgenes cortos, grandes y pequeños nombres y marcas. El mercado en el que Anthony Rosa está labrándose un nombre de una forma muy personal.

Rosa, de 42 años, nació en Nueva Jersey pero hasta los 16 años vivió en Puerto Rico, de donde es su familia. Ahora, buena parte de su tiempo lo pasa entre su oficina de Manhattan y Perú donde ha construído una fábrica de confección textil para la que tiene planes de expansión para los próximos años y con la que está haciendo crecer un negocio de moda en EEUU que dice que ahora empieza a ver la luz.

Este emprendedor no llegó de forma casual a este sector. Su padre tenía una fábrica en Nueva Jersey que confeccionaba ropa para marcas como Liz Clairborne o Ralph Lauren, entre otros, y aunque él apostó en sus estudios por la psicología, poco después de obtener su título se dedicó al marketing y merchandising en Asia. “Buscaba productos, investigaba precios y costos. Conocí las fábricas de China, vi la forma en la que funcionaba la economía global y cómo nos afectaba aquí. En ese trabajo comprendí inmediatamente cómo es que la empresa de mi padre había ido perdiendo clientes y se terminó viniendo abajo”.
En 2002, Rosa lanzó su primera línea de ropa fabricada en China y vendida en una tienda en un mall en Nueva Jersey. Pero en 2005, un amigo peruano le convenció que en vez de traer la mercancía de China la tenía que traer de Perú.

“Y fui a Perú”, dice. “Durante un año al menos una vez al mes para entender a la cultura y la gente”. Una de las cosas que más le llamó la atención es lo “duro que trabajan allá”.

Finalmente en 2007 cerró el negocio de la tienda de Nueva Jersey y empezó a poner los cimientos de su aventura empresarial. “Vine a Nueva York, firmamos un contrato de cinco años por el showroom (en un edificio de Broadway lleno de ellos) que es muy caro pese a ser tan pequeño”. Autofinanciándose con el dinero de la venta de la tienda empezó a construir el primer y segundo piso de la fábrica al norte de Lima, a apenas ocho minutos en carro desde el aeropuerto.

En ese momento, su negocio consistía en vender su mercancía a grandes marcas. Admite que desembarcar en Nueva York fue difícil, no recibieron mucha ayuda y las grandes casas regateaban mucho el precio. “Aquí se aprende con los cantazos”. “Empecé a producir para la línea de ropa, Phila, un poco, no mucho y cuando digo poco es porque no era ni suficiente para pagar la renta, pero solo tener su nombre ligado al nuestro era importante”.

Rosa tuvo que crear más fuentes de crecimiento y lo hizo con nuevos clientes pequeños que querían montar sus líneas de ropa casi desde su casa. “Outsiders de la industria”, explica. Les hacía la ropa a ellos en las pequeñas cantidades que no se pueden comprar en China (donde se fabrica de contenedor en contenedor). “La gente nos empezó a conocer por el boca a boca, un poco de marketing online  y desde luego porque estábamos produciendo para compañías establecidos. No nos daba mucho dinero pero ayudaba”.

Otra fuente de negocio fue la de confeccionar uniformes de restaurantes y prendas promocionales. “Ahí el dinero empezó a moverse y con los ingresos seguimos construyendo pisos en la planta de Perú”. Ahora, Rosa, que emplea a 40 personas en Perú y cuatro en Nueva York, va a lanzar una línea de ropa para niños y preadolescentes, Chick By Gloss. Es ropa que verá la luz este mismo otoño y la gran apuesta comercial de la compañía. Rosa ya ha contactado con 130 boutiques con las que empezará su distribución.

Para construir el resto de la planta de Perú, que ahora tiene cuatro pisos, contó con la ayuda de inversores ángeles. Tres de ellos le brindaron financiación para hacer crecer una fábrica que ahora sueña con ampliar en un terreno adyacente a la actual. Uno de ellos es el presidente de una empresa a la que daban servicio y otros dos son profesionales a los que conoció jugando aL baloncesto. Estos inversores tienen el 20% del negocio en Perú y el resto así como el 100% GSEA Fashion Group es de él. Rosa admite que los beneficios fiscales a exportadores en Perú le han ayudado.

Los planes de este emprendedor pasan por tener un negocio totalmente vertical. Es decir, controlar todo el proceso de fabricación de la ropa que le encarguen o haga para su propia marca. Su intención es poder hacer sus propias telas y no depender de terceros como ocurre en la gran mayoría de las plantas de confección textil del mundo.

El mayor reto para Rosa, y lo admite rápidamente, ha sido encontrar a la mano de obra y profesionales adecuados. Dice que tardó en encontrar al ingeniero que lleva ahora la fábrica en Perú y que se equivocó en varias ocasiones antes de contratarle porque contó con personas que sabían gestionar una fábrica ya puesta en marcha pero no una que se estaba creando desde cero. Ahora dice que no dejaría por nada del mundo que este ingeniero se fuera. “Le seguiría donde fuera y podría la fábrica en el jardín de su casa si es necesario”, explica riéndose.

Equivocaciones

¨Me he caído muchas veces”, admite Rosa, al hablar de equivocaciones y hablar de sus frustraciones a la hora de contratar personal. Es algo que le hizo cuestionar incluso la idea de abrir la fábrica. Ahora que ya está funcionando menciona en varias ocasiones que le gustaría escribir un libro “no para disuadir a nadie sino para advertir de lo duro que es montar este tipo de negocio”.

Casi japonés

La fábrica peruana de este latino, nacido en América, funciona como las cadenas de montaje japonesas (lean manufacturing) en la que cada parte de la cadena se hace responsable de su parte de la confección. “Es algo que aprendí de la fábrica de mi padre”.

En esta nota

emprendedores empresarios Moda Negocios
Contenido Patrocinado
Enlaces patrocinados por Outbrain