Madre indígena describe calvario para pedir asilo y sobrevivir detención (AUDIO)

Ella habla únicamente el Kanjobal, una lengua indígena maya, y aunque trató de hacer las cosas bien al pedir asilo en Estados Unidos, la falta de comunicación la puso en peligro de deportación y a su hijo, en estado suicida.

A pesar de ser una mujer sola, cuyo único idioma es el Kanjobal (lengua indígena Maya), María Tomas trató de hacer las cosas bien cuando llegó a la garita de San Ysidro en la frontera de California-México en junio pasado con su hijo de 7 años proveniente de Guatemala.

Tomas no trató de pasar ilegalmente, sino que se presentó en la frontera como solicitante de asilo, contestó lo mejor que pudo lo que le preguntaron y luego acudió a todas sus citas en Georgia, donde vivió temporalmente con su hermano soltero, luego que la dejaron libre con instrucciones de reportarse esperando la fecha en corte.

El problema, dicen abogados y documentos presentados por estos ante el gobierno, es que Tomas no habla prácticamente nada de español y todas las comunicaciones entre ella y las autoridades se dieron en esa lengua.

La joven madre de 32 años está actualmente detenida con su hijo Feliciano en uno de los controversiales “centros familiares” de detención donde las madres centroamericanas que piden asilo son encerradas mientras el gobierno decide qué hacer con su caso.  Tomas perdió su libertad en mayo, luego de ser deportada por un juez en su ausencia porque, según explicó, no le llegó la convocatoria a su audiencia en la corte de inmigración, a pesar de haber dado su dirección a las autoridades migratorias.

Abogados pro-bono que la asisten han presentado una solicitud ante la oficina de derechos civiles de DHS y ante la Oficina de Apelaciones de Inmigración (EOIR), pidiendo que se rescinda la deportación de Tomas y se le dé una oportunidad de explicarse por medio de un traductor, que hasta ahora no ha sido utilizado en ninguna de las interacciones de ella con las autoridades.

En el documento, la abogada Laura Lichner, que la representa sin costo por medio del CARA Pro Bono Project, explica que “en ningún momento las autoridades facilitaron la comunicación de la detenida en su lengua natal ni información sobre sus derechos legales en un idioma que ella pudiera entender”.

Tomas habló con La Opinión telefónicamente con Maria, quien se expresó en Kanjobal y la asistencia de su hermano David Diego Tomas, quien vive en Dalton Georgia, para la traducción.

Aquí puede escuchar la entrevista completa en Kanjobal.

María cuenta que está desesperada porque aunque ella y su hijo Feliciano están encerrados aquí en Estados Unidos y lejos de los hombres que la perseguían (prestamistas, según los documentos, que amenazaban su vida) y su pareja que la abusaba, aún quedan allá dos hijos suyos: una hija de 16 y un hijo de 9.

“Estoy desesperada, yo quiero salir pronto de aquí para luchar por mis hijos”, dijo Tomas, quien explicó que su hijo Feliciano ha expresado sentimientos suicidas en las últimas semanas y que es muy difícil vivir en el centro de detención y comunicarse con los demás.

“No hablar español es muy difícil”, dijo. “Hay gente que me habla pero no puedo contestar mucho. A veces hay problemas entre los niños y no puedo comunicarme con las demás personas, o me acusan de cosas que no son ciertas porque no puedo entender del todo… no puedo defenderme”.

El niño, explica María, dice que si pudiera se tiraría de las ventanas. “Yo le explico que si se tira de ahí no se va a salvar porque está muy alto, él dice que quiere hacerlo porque está cansado de estar allí. Dice, “no puedo jugar y me pegan”.

Esa misma semana, Feliciano tuvo un ataque de rabia y comenzó a golpearse contra el piso. Uno de los custodios del lugar le dijo que saliera de la sala y lo dejara allí haciendo lo que quisiera. “Yo no puedo hacer eso, tengo que cuidarlo, que pasa si se hace daño o realmente llega a la ventana y se mata”.

María dice que sufre de dolores de cabeza, las preocupaciones y los pensamientos no la dejan vivir en paz, se siente débil, pero que quiere comunicar algo a las personas de este país.

“No he hecho daño a nadie. No vengo aquí para hacer daño sino para sobrevivir, pero no para que me hagan más daño acá. No es justo que vengan a encerrarme por querer estar bien, yo iba a mis citas sino saber que me había llegado la corte, yo sí me hubiera presentado”, dijo Tomas. “De saber que esto iba a pasar no habría ido a las citas sino me hubiera perdido por ahí”.

Según Alex Mensing, asistente legal de los abogados que asisten a las detenidas Berks, María “no ha estado en presencia de nadie que hable su idioma desde que fue detenida” por las autoridades estadounidenses.

La Opinión intentó obtener respuestas de la Agencia de Inmigración y Aduanas (ICE) con respecto al caso de María, pero hasta el momento no se ha recibido respuesta a la solicitud, que fue acompañada de un documento firmado por la detenida en el que autorizaba que se hicieran públicos datos de su caso.

El caso de María no es único. En diciembre, abogados del Proyecto De Asistencia a Familias Detenidas (CARA) presentaron una queja ante la oficina de derechos civiles del Departamento de Seguridad Nacional y la Oficina del Inspector General de DHS sobre la situación de unas 250 familias que hablan lenguas indígenas, que han pasado o están detenidos en Dilley o Karnes City, Texas o en Berks, Pennsylvania.

“Nuestra experiencia es que estas familias tienen dificultades muy grandes para lograr un proceso justo, generalmente no pueden contestar bien a las entrevistas, no pueden explicarse si tienen problemas de salud o entender cuáles son sus derechos”, señala el documento.

Indican que las dificultades del lenguaje han llevado a errores en los procesos, deportación errónea de familias, falta de consentimiento de madres para la administración de medicina a sus pequeños y la imposibilidad de participar en actividades escolares para los niños.

La queja solicita, entre otras cosas, que se reabran las deportaciones de familias migrantes indígenas cuyo proceso no se realizó con ayuda o asistencia de traductores en su idioma indígena.

En el caso de Maria Tomas, la joven no sólo habla un idioma indígena y poco español, sino que es analfabeta y tampoco puede leer en español.

En esta nota

Inmigración
Contenido Patrocinado