Niña maya fue discriminada por no hablar bien el español

Después de estar separada de sus padres por seis años, logra reunirse con ellos en Los Ángeles y conocer a sus hermanitos

Victoriana Hernández es una niña de la etnia quiché de Guatemala que no habla mucho, pero cuando le preguntamos cómo se siente de haber recibido el asilo político en Estados Unidos, su carita de felicidad lo dice todo.

“Estoy muy contenta”, dice la menor de 12 años y deja salir una amplia sonrisa.

Esta pequeña habla tres lenguajes: su natal quiché, español y el inglés que esta aprendiendo en la escuela. Aunque esto hoy es una ventaja, también le valió problemas en Guatemala.

El 12 de junio Hernández recibió el alivio migratorio, en parte debido a la discriminación que sufrió en su país por no poder hablar español con fluidez en la escuela.

También esta el hecho que la menor llegó a los Estados Unidos como una menor no acompañada a finales de 2015 cuando tenía 10 años.

Sus padres Antonio y Juliana Hernández la mandaron traer con un coyote.

“La habíamos dejado cuando tenía como 4 años al cuidado de mi suegra para venir aquí a trabajar”, cuenta Juliana.

Hubieran querido que viniera con ellos desde un principio pero no sabían lo que les esperaba. Tan pronto como Antonio comenzó a trabajar en la construcción, ahorraba todo lo que podía.

Victoriana Hernández Hernández muestra su permiso de trabajo que le llegó con el asilo político que le fue concedido después de que vino como una menor no acompañada. (Photo by Aurelia Ventura/La Opinion)

Alto precio

Me llevo seis años juntar 7,000 dólares para pagarle al coyote”, cuenta el padre de familia.

Para cuando pudieron mandar por Victoriana, la pareja ya tenía otros dos hijos, Santos y Tony Jacinto de 4 y 3 años, respectivamente.

“La niña quería conocer a sus hermanitos. Y nosotros ya queríamos tenerla con nosotros”, observa Juliana.

Así que contrataron al mismo hombre que los ayudó a ellos. “Inicialmente la iba a dejar en Los Ángeles. Pero la entregó a otro pollero en Arizona que intentaba cruzar a un grupo. Ahí los agarró la migra”, cuenta el padre. “Fue una época en la que estábamos muy desesperados. Aunque nunca perdimos la fe”, completa la madre.

Victoriana no recuerda mucho de su viaje. Solo atina a decir que todo estuvo muy bien, y que nunca tuvo miedo. Como no hablaba más que unas cuantas palabras en español, no se sentía en confianza para platicar con nadie.

La niña permaneció dos semanas en un centro para menores no acompañados. La Navidad de 2015 y el Año Nuevo de 2016 fueron de los más tristes de su vida, pero reunirse con otros niños no acompañados que había conocido en el camino, la entusiasmó. “Podíamos jugar entre nosotros”, expone.

Victoriana Hernández de 12 años juega con sus hermanitos Santos y Tony Jacinto así como otros amiguitos. (Photo by Aurelia Ventura/La Opinion)

Reunificación familiar

En enero de 2016 se la entregaron a sus padres.

“Fue un momento muy feliz reencontrarme con ellos y conocer a mis hermanitos”, dice sonriente.

La primera lengua de Victoriana es el quiché.

Esa es la lengua que se habla en la aldea rural de Guatemala en la que nació y creció. En los dos años que lleva en Los Ángeles ha aprendido un poco de español. En la escuela intermedia Bunche de la ciudad de Compton en donde pasó al séptimo grado, está aprendiendo inglés. En su casa, la familia habla una mezcla de quiché con español.

Lo que más se ha dificultado es aprender inglés”, reconoce.  Sin embargo, dice que le gusta la escuela y su materia favorita son las matemáticas.

El abogado Eric Price entrega a la niña Victoriana Hernández su permiso de trabajo que le llegó con el asilo político que le otorgó el gobierno de los Estados Unidos. Antonio Hernández, el padre de la menor es testigo de la entrega. (foto suministrada).
El abogado Eric Price entrega a la niña Victoriana Hernández su permiso de trabajo que le llegó con el asilo político que le otorgó el gobierno de los Estados Unidos. Antonio Hernández, el padre de la menor es testigo de la entrega. (foto suministrada).

¿Cómo consigue el asilo político?

El padre de la menor dice que tras la llegada de su hija, se topó por casualidad en Facebook con el abogado en migración Eric Price.

“Le mandé un mensaje por Facebook, explicándole el caso de mi hija para ver si me podían ayudar. De inmediato me dio una cita. Fui a su oficina y así comenzamos el caso que concluyó en junio con el otorgamiento del asilo político”, sostiene complacido.

El abogado Eric Price explicó que se ganó el caso de asilo cuando pudo probar que Victoriana al asistir a una escuela en Guatemala donde la mayoría de los niños hablaban español y ella tenía problemas para hablar el idioma, era constantemente golpeada por sus compañeros y discriminada por sus maestros.

“Inicialmente en la corte querían deportarla, pero luego llevamos el caso a la oficina de asilo en Anaheim donde se ganó y el juez de migración en Los Ángeles desechó la deportación. Fue un proceso rápido que se tomó alrededor de seis meses. Fue decisivo que ella es un niña indígena que era víctima de maltrato y discriminación“, detalló.

El abogado Price comenta a La Opinión que en un año la menor podrá solicitar la residencia, y dentro de cinco años, la ciudadanía.

Como ciudadana cuando alcance los 21 años, puede solicitar la residencia permanente para sus padres”, explica.

Antonio y Juliana son indocumentados.

Victoria Hernández está feliz de haberse podido reunirse con sus padres Antonio y Juliana Hernández y sus dos hermanitos Santos y Tony Jacinto. (Photo by Aurelia Ventura/La Opinion)

Considera que la moraleja de este caso es que no importa de dónde y cómo vengan, los niños no acompañados están protegidos por la ley. “Pero es importante que sean defendidos por un abogado experto en leyes migratorias. De otro modo, una mala asistencia legal puede llevar a la deportación del menor y poner en riesgo a sus padres cuando son indocumentados”, indica.

Cuestionado sobre la posibilidad de que los padres migrantes sean castigados por pagar a un coyote para traer a sus hijos, el abogado, ex fiscal de migración, observa que no tiene ningún fundamento formal ni legal hasta este momento.

Junto con el asilo político, Victoriana Hernández recibió una tarjeta con su permiso de trabajo que más que nada es una identificación.

“Me gusta vivir en los Estados Unidos porque ya puedo estar con mis papás y mis hermanitos”, dice con timidez y  con un “maltiox”, que significa gracias en lengua quiché.

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