La maratón de Nueva York, tan resiliente como sus corredores

En medio de extremas medidas de seguridad, la ciudad de Nueva York realizó el evento deportivo más importante del año: la TCS New York City Marathon. Con cada pisada en las 26,219 millas de recorrido, más de 50 mil participantes dejaron un mensaje en claro: la adversidad no los detendrá.

La seguridad se reforzó en los trayectos, a solo cinco días del peor ataque terrorista desde el 11 de septiembre de 2001.

La seguridad se reforzó en los trayectos, a solo cinco días del peor ataque terrorista desde el 11 de septiembre de 2001.  Crédito: Eduardo Muñoz Álvarez | Getty Images

Nueva York-. Desde el alcalde Bill de Blasio hasta el gobernador Andrew Cuomo, esta maratón tuvo un tinte de resistencia ciudadana. El pasado martes de Halloween Manhattan volvió a sufrir un atentado terrorista con víctimas mortales, algo que no sucedía desde el ataque al World Trade Center en el 2001. Pero la vida sigue su curso, la tradición deportiva debía prevalecer y los cinco barrios de la ciudad de Nueva York acogieron a los más de 50,643 corredores que participaron de la maratón.

Para el oficial Hirsh, quien custodió el tramo de la maratón que recorre las millas 11 y 12, en Brooklyn: “Este es mi día favorito del año”.

Aunque visitar la ciudad es un sueño en sí mismo, para muchos el mayor estímulo y desafío es participar en su maratón, como es el caso de Vicente Igarzabal, español de 45 años: “Lo de venir a correr la maratón de Nueva York es algo que tengo desde que era un crío. Me acuerdo de ver en televisión sobre todo la parte en la que se entra a Central Park”.

Diana Flores López con su guía en la Maratón de Nueva York. /Maite H. Mateo

Tres corredores invidentes de la Asociación “Yo Soy Sus Ojos” del Perú también formaron parte de esta fiesta deportiva. Rosbil Guillén, Jorge Tinco y Diana Flores se estrenaron corriendo una maratón por primera vez y les tocó nada menos que una de las más ambicionadas por la comunidad runner del mundo: la de NYC.

Guillen, de 25 años y nacido en Huancavelica, en los Andes Centrales, conocida región de dónde han salido los principales corredores de fondo peruanos, “dejó” atrás a cinco guías durante su entrenamiento para la maratón. Es decir, que superó rápidamente a sus lazarillos. “Me considero un representante del atletismo de Huancavelica”, dijo.

Rosbil Guillén Quispe en la Milla 21 de la Maratón de Nueva York. /Maite H. Mateo

Guillen fue el primero del grupo en llegar a la meta, con un tiempo de 3 horas, 35 minutos y 32 segundos. Tinco, de 24 años y nacido en Lima, le siguió con 25 minutos de diferencia. Al llegar al puesto de Achilles International, la organización que hizo posible su viaje desde Lima hasta Nueva York, Tinco abrazó a Guillen y le preguntó: “¿Estás vivo?”. Ambos rieron y comentaron sobre la experiencia. De todos los géneros que escucharon, hubo uno que extrañaron en particular. “Faltó cumbia”, dijo Tinco, quien es trabaja como percusionista para una banda.

El cantante Prince Royce también participó de la carrera. “¿Qué? ¿Prince Royce también estuvo aquí?”, dijo Tinco, con evidente emoción. Al igual que ellos, el cantante dominicano también corría una maratón por primera vez en su vida.

Los residentes locales también tuvieron equipo de corredores invidente-lazarillo. Al pasar por Brooklyn, Cheryl Walpole estuvo en el espacio designado para los espectadores. Allí ella estuvo dando aliento a sus primos, quienes formaron un dúo de guía e invidente. “Solía correr, pero nunca pude hacer una maratón. Vengo aquí para alentar a los extraños. Es un buen domingo”, dijo.

Por primera vez en 40 años, una mujer estadounidense llegaba primero a la meta. Shalane Flanagan, de 36 años, llegó a la meta en 2 horas, 26 minutos y 53 segundos, según registros no oficiales. Para fin de mes se sabrá el tiempo exacto de esta atleta.

Terminada la carrera, una marea de capas azules, a modo de superhéroes, invadieron las calles aledañas al lado oeste del Central Park. Algunos comían lo que venía en el kit de corredor: galletas pretzel, bebidas rehidratantes, barras energéticas. Otros preferían algo más local: pizzas de un dólar y pollo con arroz de los puestos de comida Halal. Porque la ciudad se mantuvo en pie y pisó fuerte hasta el final.

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