Salvan vidas en una esquina de Washington Heights

En ese vecindario con gran población latina un centro de salud comunitario ayuda a personas que sufren de adicción a los opioides y la heroína

Clara Cardelle le ha salvado la vida a hombres latinos que han sufrido sobredosis por heroína en Washington Heights. La mujer, de origen cubano y residente en ese vecindario del Alto Manhattan, ha resucita a los adictos utilizando el antídoto Naloxone.

Clara Cardelle le ha salvado la vida a hombres latinos que han sufrido sobredosis por heroína en Washington Heights. La mujer, de origen cubano y residente en ese vecindario del Alto Manhattan, ha resucita a los adictos utilizando el antídoto Naloxone.  Crédito: Pedro F. Frisneda | El Diario

Hace apenas tres semanas, Clara Cardelle le salvó la vida a un hombre latino que sufrió una sobredosis por heroína en Washington Heights. Pero esa no es la primera vez que la mujer, de origen cubano y residente en ese vecindario del Alto Manhattan, resucita a un adicto utilizando el antídoto Naloxone.

“Estaban sin respirar, con el estómago casi pegado a la espalda, con la cara azul y sin pulso. Técnicamente estaban muertos y los resucité aplicándoles Naloxone y dándoles respiración hasta que llegara la ambulancia”, relató Cardelle.

La mujer, quien dijo ser usuaria de heroína desde hace más de siete años, aprendió a utilizar el antídoto gracias al entrenamiento que recibió en el “Washington Heights CORNER Project” (WHCP), una organización comunitaria que se ha convertido para muchos residentes de esa zona en la diferencia entre estar vivos o muertos.

“Entré allí tratando de esconderme, porque tenía vergüenza, no quería que las personas se dieran cuenta que había recaído (…) Yo nací y me crié a tres cuadras de este centro y por más de 20 años hice de todo tipo de drogas; marihuana, heroína, crack, de todo”, comentó Cardelle de 50 años, quien aseguró que su adicción a los opioides comenzó tomando el analgésico Percocet que le fue prescrito por un doctor para tratar el dolor que tenía por una hernia en la espalda y otra en el cuello.

“Llegué hasta inyectarme heroína y allí fue cuando me dije ‘ya basta, necesito ayuda’, y acudí al corner project”, dijo la hispana quien pasó de ser una cliente del WHCP a convertirse en trabajadora de alcance comunitario bilingüe para esa organización hace cinco años.

El WHCP es un centro de salud comunitario que por más de una década se ha dedicado a brindar apoyo a personas que sufren de adicción a las drogas, principalmente los consumidores de los peligrosos opioides como fentanyl y heroína.

Muchas personas han sido resucitadas tras sufrir sobredosis por abuso de opioides en las instalaciones de ese centro, que entre los servicios que presta destacan el de intercambio de jeringas limpias y el acceso a Naloxone (Narcan, por su nombre de marca), un antídoto que revierte los efectos de una sobredosis por opioides.

“Yo salgo a la calle y busco a la gente que usa drogas. Los reconozco porque es como si te estuvieras viendo a tí mismo en un espejo”, indicó Cardelle quien aseguró que el 85% de las personas que ayudan son latinos y afroamericanos.

Baño controversial

Dentro de las instalaciones del WHCP existe un lugar que ha generado mucha controversia. Se trata de un cuarto de baño en el que los adictos pueden entrar e inyectarse heroína de forma segura.

Aunque a primera a vista parece un baño público común y corriente, dentro del cuarto hay parafernalia para preparar dosis de heroína así como agujas limpias para inyectársela.

Sin embargo, para evitar que los usuarios sufran una sobredosis fatal, el cuarto cuenta con un reloj automático y un intercomunicador que es utilizado cada tres minutos por un empleado del WHCP con el fin de monitorear y asegurarse que la persona en su interior se encuentra a salvo.

Si el usuario no responde al intercomunicador, una persona entrenada puede apretar un botón para abrir la puerta de inmediato y administrar una dosis de Naloxone en caso de que se trate de una sobredosis.

La idea de este lugar, según advirtió la directora ejecutiva del WHCP, Liz Evans, no es promover el uso de drogas, sino el asegurarse de que los adictos se inyecten la heroína de forma segura, y bajo una especie de supervisión, en vez de que lo hagan en baños públicos u otros lugares como parques, matorrales o debajo de los puentes,donde pueden sufrir una sobredosis mortal lejos de alguien que los pueda ayudar.

“Sabemos que existe el riesgo porque les estamos proveyendo a las personas de equipo limpio y tienen acceso a un baño en donde puede ocurrir una sobredosis, pero nuestro programa los está monitoreando para asegurarnos de que nadie muera”, aclaró Evans.

De acuerdo a reportes de las autoridades de Salud neoyorquinas, cerca de dos tercios de los usuarios de drogas en la ciudad acuden a edificios abandonados, autos y baños públicos para inyectarse las drogas.

“Sólo una de cada 10 personas que son adictas está en tratamiento, es decir que nueve son adictos activos, y por ello la filosofía de ‘reducción de daños’ que nosotros utilizamos es tan importante, porque no queremos que la gente se haga daño a ellos mismos cuando estén usando drogas, o le causen daños a otros”, explicó Evans.

La directora ejecutiva del WHCP, Liz Evans, muestra el contenido de un estuche con Naloxone.

Trabajo de calle

El WHCP se originó en 2005 en la calle como un grupo de alcance comunitario que llevaba a cabo un programa de intercambio de jeringas entre usuarios de drogas. Por ello, el trabajo que realizan actualmente no sólo se queda entre las cuatro paredes de su sede en el Alto Manhattan. Los voluntarios y consejeros de esta organización siguen saliendo a menudo a las calles del vecindario para ayudar aquellos que no tienen un lugar donde ir en busca de ayuda o guía y que se encuentran desamparados.

En este sentido destaca el programa de intercambio de jeringas limpias que son entregadas en las inmediaciones de la estación de autobuses “George Washington Bridge Port Authority Bus Terminal”, así como en los vecindarios de Hamilton Heights e Inwood.

También, el personal del WHCP tiene un programa mediante el cual acuden a lugares a recoger jeringas usadas y otros residuos peligrosos relacionados con la inyección de drogas.

Durante un recorrido realizado con EL DIARIO, los voluntarios del WHCP recolectaron más de 24 jeringas usadas y desechadas detrás de unos matorrales debajo de un puente del área.

Durante un recorrido realizado con EL DIARIO, los voluntarios del WHCP recolectaron más de 24 jeringas usadas y desechadas detrás de unos matorrales debajo de un puente del área.

Pero, según indicó Liz Evans, los recursos que son proporcionados por la organización que ella dirige no sólo se limitan a reducir los riesgos asociados al consumo de drogas, sino que buscan mejor la salud y la calidad de vida en general de los adictos, en un ambiente libre de prejuicios y estigma, y utilizando un enfoque en el que los pacientes sean más proactivos. Además, ofrecen pruebas de detección del VIH y hepatitis C, al tiempo que los educan sobre los riesgos de infectarse con estos virus, algo muy factible cuando se utilizan drogas inyectables y hay intercambio de agujas.

“El problema no son sólo las sobredosis, también lo es la hepatitis c, el VIH y muchas otras cosas que te pueden pasar. Por ello nunca se deben compartir la agujas con nadie”, dijo Cardelle.

El WHCP forma parte de la “Injection Drug Users Health Alliance” (IDUHA), una coalición de 14 programas de intercambio de jeringas en los cinco condados de la ciudad de Nueva York.

Droga barata

Según indicó Clara Cardelle, cada pastilla de opioides, como el Percocet, se vende en la calle por $10 y para sentir los efectos deseados, las personas necesitan cinco pastillas. Es decir, que necesitan sacar de su bolsillo $50 por cada dosis. Por el contrario, una dosis o bolsita con heroína sólo cuesta $10. Por ello es que muchos optan por usar esta droga, aunque corren el riesgo de no saber con qué pudo haber sido mesclada o alterada.

¿A dónde acudir?

El WHCP está ubicado en el 2do piso del 566 West y la calle 181, en la esquina sureste de la Avenida St. Nicholas, en Washington Heights. Para más información o asesoría puede llamar al 212-923-7600.

El WHCP cuenta con una línea de ayuda a la que puede llamar las 24 horas: (800) 761-6990. Allí también puede preguntar por el programa de acceso a intercambio de jeringas (Syringe Exchange).

Los que viven cerca del George Washington Bridge Port Autority Bus Terminal y los vecindarios de Hamilton Heights e Inwood también pueden acceder a los servicios del WHCP (cornerproject.org).

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