Frank Ostaseski: el maestro budista que acompaña a enfermos terminales hacia la muerte

Frank Ostaseski fue pionero al fundar el primer centro budista especializado en cuidados paliativos en EEUU

"La vida es cambio constante y la muerte es un cambio más", dice Frank Ostaseski. Aurelia Ventura/ La Opinión

"La vida es cambio constante y la muerte es un cambio más", dice Frank Ostaseski. Aurelia Ventura/ La Opinión Crédito: Aurelia Ventura | Impremedia/La Opinión

Todos nos enfrentaremos tarde o temprano a la muerte, pero nos resulta difícil hablar de ella.

Sin embargo, para Frank Ostaseski el acompañamiento a quienes están en sus momentos finales es, más que un trabajo, un propósito vital.

“Creo que estas personas en realidad están deseando hablar sobre su muerte. Lo que necesitan es hablar con alguien que no le tenga miedo al tema”, le dice Ostaseski a BBC Mundo.

“La mayoría sabe que se está muriendo incluso si no usa esas palabras. Yo simplemente les pregunto qué es lo más importante en este momento de sus vidas”.

Este maestro de meditación, reconocido internacionalmente, cofundó hace 30 años en San Francisco, California, el Zen Hospice Project, el primer hospicio budista para enfermos terminales que se abrió en Estados Unidos.

Paradójicamente, estar tan cerca de la muerte le ha enseñado mucho sobre la vida.

Encontrar un sentido

“La gente necesita encontrarle significado y propósito a su sufrimiento y su muerte”, afirma Ostaseski.

Esta es una de las razones principales que lleva a los enfermos terminales a abrirse a personas como él o sus colegas.

“Pocas personas dicen de primeras ‘sí, sé que me estoy muriendo, hablemos de ello’. La mayoría tiene recelos, dudas, pero hay formas de iniciar la conversación, no hay que ser tan directo”, explica.

“Podemos preguntarles qué es lo que más les importa en ese momento ante esa enfermedad tan seria. Cuando se lo preguntas a un padre o una madre que se está muriendo queda claro que el amor por sus hijos es lo más importante”.

Ahí pueden empezar a desentrañar el propósito del que habla Ostaseski.

“Puedo decirles que están ante una gran oportunidad, que tienen una misión más por cumplir y es enseñarles a sus hijos cómo lidiar con la enfermedad y cómo enfrentarse a ella con dignidad. Entonces es cuando la gente empieza a tener conversaciones sinceras”.

Replantearnos la vida

“Cuando estoy con personas que se están muriendo, la gran pregunta en su cabeza no es si existe el cielo o no, la pregunta que se hacen es si son amados y si amaron bien en esta vida”, cuenta Ostaseski.

“Si eso es lo más importante en el momento de nuestra muerte, ¿no debería ser también importante para nosotros ahora? Deberíamos plantearnos esa pregunta ahora mismo”, opina.

Hace unos años, se hizo muy popular el libro de una enfermera que hablaba sobre cuáles son las principales cosas de las que se arrepienten las personas cuando se ven a las puertas de la muerte.

En lugar de remordimientos, Ostaseski prefiere hablar sobre los descubrimientos que hacen los enfermos al final de sus vidas.

“Personas que enfrentan el proceso de su muerte, que pensaron que sería algo insoportable o inimaginable, descubren en su interior los recursos para enfrentar esta experiencia con una dignidad extraordinaria”.

El maestro comparte el caso de un hombre al que le diagnosticaron cáncer de pulmón y se intentó suicidar porque no podía imaginar su futuro.

Ostaseski lo conoció en la unidad psiquiátrica de un hospital de San Francisco.

“Me senté en la habitación, en silencio, él estaba de cara a la pared. Al rato se dio la vuelta y me preguntó quién era. Le dije que tenía mucha práctica en el acompañamiento y le pregunté algo muy sencillo: ‘¿Qué quieres?’. Contestó: ‘espagueti’.

“Le dije que en el hospicio los preparábamos muy buenos, que por qué no se venía y dijo que sí. Le teníamos un plato de espagueti, que en realidad para él era símbolo de hogar, de familiaridad”, prosigue Ostaseski.

“No dejó de querer suicidarse por haber comido espagueti, pasó porque creamos un entorno que era receptivo, amoroso, amable, no le impusimos ideas”.

“Muchas veces tratamos a los que están muriendo como un evento médico, pero la muerte trata más sobre las relaciones, con nosotros mismos, con nuestros seres queridos, con nuestros cuidadores e incluso con dios, los espíritus o el Universo”, sostiene.

Ostaseski también desarrolla su trabajo con los familiares de los enfermos.

No están muriendo físicamente, pero están atravesando una pérdida terrible. La persona que se está muriendo lo está perdiendo todo, su identidad, su familia, pero todos están en un proceso de duelo”, subraya.

“¿Qué es lo más importante que le quieres decir a tu padre o tu tío en su lecho de muerte? ¿Quieres hablar sobre una nueva sesión de quimioterapia o decirles que los amas y que estás agradecido por todo lo que te dieron en vida?”.

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Cercanía con la muerte

Ostaseski sabe de lo que habla. Sus padres murieron cuando él era joven y eso le hizo tener un encuentro temprano con la muerte.

Además, una estancia en México en un campo de refugiados y la posterior explosión de la epidemia del sida en la California de los 80 influyeron en su deseo de querer dedicarse al cuidado de los más vulnerables.

Al principio, en el hospicio trabajaron con personas sin casa que padecían cáncer, sida y otras enfermedades.

“A las personas con las que empezamos a trabajar no les importaba el budismo. Vivían en la calle, querían estar calentitos dentro. No les impusimos el budismo, eso es solo parte de nuestra formación”.

Perspectiva budista

La expresión Memento mori es esencial para entender la relación del budismo con la muerte. Se traduce como “recuerda que morirás”.

Las enseñanzas budistas animan a ser conscientes del hecho de que podemos morir en cualquier momento.

“El budismo nos enseña a entender el cambio constante”, señala Ostaseski.

Cuando aceptamos esta idea y vivimos en armonía, la muerte no llega tanto como una sorpresa, se convierte en otro cambio”.

El maestro añade que otra enseñanza del budismo es la interconexión entre todos los seres vivos, que hace que seamos más compasivos.

“Cuando entendemos que estamos interconectados, la compasión es la respuesta natural”, expone.

Las cinco invitaciones

Producto de sus reflexiones, Ostaseski publicó el libro “Las cinco invitaciones: qué nos puede enseñar la muerte sobre una vida plena”.

El autor explica que son básicamente principios que pueden servir de guía en el proceso hacia la muerte pero que también tienen valor para vivir una vida más feliz y con más significado.

Estas son las cinco invitaciones, explicadas por Ostaseski:

  1. No esperes: mientras esperamos lo que está por venir, nos perdemos el momento presente. Si amas a alguien, díselo ahora.
  2. Dale la bienvenida a todo, no rechaces nada: esto no quiere decir que nos tiene que gustar todo lo que viene, pero debemos estar dispuestos al menos a valorarlo.
  3. Entrégate por completo: todos queremos vernos bien y que se vea que somos expertos, pero en mi experiencia, la debilidad o el temor es lo que me ha permitido algunas veces tener empatía con la otra persona. Tengo que aportar mis conocimientos, sí, pero también mi humanidad.
  4. Encuentra un lugar de descanso en el medio de la agitación: creemos que descansaremos cuando estemos de vacaciones o cuando terminemos la lista de cosas por hacer, pero lo cierto es que nunca se termina. Hay que descansar en medio de la actividad y dedicarle atención a lo que estamos haciendo.
  5. Cultiva una mentalidad del “no saber”: esto es algo confuso, no es una invitación a la ignorancia. Consiste en no aferrarse ciegamente al conocimiento, es tener una mente abierta, universal, a la espera de descubrir cosas nuevas.

Ostaseski indica que estos principios se los enseñaron personas que se estaban muriendo.

“Quizá no lo dijeron con esas palabras, pero es lo que aprendí”, evoca.

“La lección principal para mí es recordar lo delicada y precaria que es la vida y que debemos decirles a las personas a las que amamos que las amamos”.

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