Editorial: Tiroteos en escuelas

¿Cuántas masacres escolares más tienen que ocurrir para que se haga algo concreto para prevenirlas?

Por las reacciones inmediatas del presidente Donald Trump y del presidente de la Cámara Baja, Paul Ryan, son insuficientes los 17 muertos de la secundaria Marjory Stoneman Douglas en Florida.

Esta es solo la última hilada de un tejido del horror.

Desde la masacre en la escuela primaria Sandy Hook en 2012 hasta hoy se produjeron 239 incidentes con armas de fuego en donde 438 personas fueron heridos de bala y 138 murieron, según Gun Violence Archive. En los cinco meses pasados se registraron tres de los peores 10 incidentes en general. En solo siete semanas de 2018 ya hubieron ocho incidentes escolares con por lo menos un muerto o un herido.

Es indignante que ante cada masacre la reacción sea desviada de las permisivas leyes para la adquisición de armas cuando todo estos casos tienen un factor en común: un individuo armado.

Se pueden hallar muchos motivos por el cual la persona decide matar en un momento a la gente de su alrededor. Pero la forma suele ser la misma, un arma de guerra que convierte una frustración en una matanza.

En estos casos los políticos Republicanos hablan de los problemas mentales del individuo para no hablar del arma ni de leyes para restringirlas.

Es imposible no enfurecerse cuando algunos políticos ahora hablan del problema de la salud mental. Son los mismos que en febrero de 2017 en la Cámara de Representantes encabezada por Ryan, y con la firma de Trump, anularon una norma del expresidente Obama para limitar el acceso de personas con discapacidad mental a la compra de armas. Obama tomó esa acción después de que la matanza de Sandy Hooks ante la falta de reacción del Congreso.

Incluso el Presidente puede hablar de su prioridad para tratar el tema de la enfermedad mental, después de querer reducir su presupuesto en 2017.

Todas son excusas para proteger leyes ilógicas que reflejan la poderosa influencia política de la Asociación Nacional del Rifle a pesar de solo el 30% de los estadounidenses están armados.

Es inconcebible querer ignorar una ley como la Florida que permite a un joven de 18 años tener un arma de asalto y le prohibe tomar alcohol porque no es lo suficientemente responsable. Es más, tienen que tener 21 años de edad para comprar un revolver pero no para un AR-15.

Es desesperante ver otro momento de silencio en el Congreso y saber que después no van hacer nada para evitar otra masacre.

No es una solución convertir la escuela en una fortaleza para proteger a los alumnos de un mundo salvaje externo. Lo razonable es una ciudad civilizada que enseñe sus valores en la escuela, no que se tengan que atrincherar de su fanatismo armado.


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