Crisis interna de LULAC produce renuncia de su director ejecutivo, Brent Wilkes

Brent Wilkes renunció después de 30 años en LULAC y ahora busca un nuevo horizonte

WASHINGTON— La Liga de Ciudadanos Latinoamericanos Unidos (LULAC) viene arrastrando una crisis interna desde finales del mes pasado pero la primera baja de su cúpula este viernes no fue el presidente nacional, Roger Rocha, a quien se atribuye la crisis, sino Brent Wilkes, su director ejecutivo nacional desde 1997.

Wilkes, quien dedicó 30 años de su vida a la organización, donde comenzó como asistente administrativo poco después de graduarse de la universidad, anunció su renuncia durante una sesión a puerta cerrada de la junta directiva en un hotel de Washington.

Su renuncia, descrita a este diario por varios miembros  como una “gran pérdida”, se produjo en medio de la crisis generada después de que Rocha envió una carta no autorizada al presidente Donald Trump el pasado 28 enero, en la que apoyaba su polémico plan migratorio.

El plan contraviene la postura oficial de LULAC a favor de un “Dream Act limpio”, sin ataduras ni condiciones para la legalización de los jóvenes indocumentados amparados al programa de “acción diferida” (DACA) de 2012, que Trump desmanteló el pasado 5 de septiembre.

Wilkes, de 52 años y padre de dos hijos, había anunciado en agosto de 2017 que dejaría el cargo a finales de diciembre, cuando vencía su más reciente contrato de cinco años pero, a petición de la directiva, había decidido quedarse hasta julio próximo.

Una dolorosa despedida

Su posterior reunión a puerta cerrada con miembros de su equipo nacional  -diezmado por renuncias en medio de la crisis-, provocó llantos y abrazos de consuelo en los pasillos del hotel por su dimisión inmediata.

En una extensa y emotiva entrevista con dos medios de comunicación, incluyendo este diario, Wilkes explicó que permanecerá como voluntario para facilitar una transición ordenada hasta la convención anual de LULAC en Phoenix (Arizona) en julio próximo.

“Surgieron circunstancias que realmente dificultaron que yo viera un exitoso proceso de transición:  la mitad de mi personal se ha ido… estoy tratando de ser un buen soldado y ayudar a la organización a avanzar hacia el futuro”, dijo.

“No se puede tener una transición exitosa con un error no forzado (la carta de Rocha) que ha sumido a toda la organización en una crisis… creo que LULAC sobrevivirá, lleva 89 años y es una institución increíble”, manifestó.

Rocha dijo hoy que no renunciara a su cargo, pese a que buena parte de los miembros de LULAC lo exige, y se prevé que la junta directiva siga explorando opciones mañana a puerta cerrada.

Rocha ofreció una disculpa por la carta y dijo que la retractaría, pero eso no ha sido suficiente para quienes incluso lanzaron una campaña de presión en las redes sociales con la etiqueta de “#RochaGate”.

Ahora, la incapacidad de la junta directiva de obligar a la renuncia de Rocha, quien obtuvo una orden judicial que aparentemente limita su campo de maniobra, provocó la salida de Wilkes.

“Lo que creo que es un tanto irritante en esto es que el tipo que creó la crisis está alegando que nosotros de alguna manera lo estábamos difamando”, observó Wilkes.

Sin embargo, enfatizó que su último día como director ejecutivo “no debe ser la historia, sino los 30 años que precedieron” su salida.

Un puente entre culturas

Con lágrimas silenciosas durante casi toda la entrevista, Wilkes, un confeso hispanófilo,  describió su paso por LULAC, desde que tocó a sus puertas como un recién graduado de la Universidad Darmouth y fue contratado en 1988 como asistente administrativo, hasta su ascenso a la oficina nacional en 1996 y su elección como director ejecutivo nacional en 1997.

Es que Wilkes, de aspecto “gringo” y criado en un mundo anglosajón en una zona rural de Iowa, explicó que desde joven siempre quiso acercarse a la comunidad hispana.

“Quise abrazar una comunidad distinta a la mía y mostrar que la gente puede mostrar afecto y amor… los latinos son gente muy cálida“ y afrontaban muchos retos para su avance social, dijo Wilkes con la voz entrecortada.

Quizá sus estudios en Gobierno y Filosofía influyeron en su decisión de “salirse de su zona de confort y abrirse”  a una comunidad ajena a su cultura, especialmente cuando no se veían latinos en su estado natal.

A mediados de la década de 1980, Wilkes tomó cursos de español en Morelia, México, donde se hospedó con una familia priista. Esa experiencia, sumada a la escasez de entonces de gente blanca trabajando con la comunidad latina, cimentó su deseo de abocarse a esa comunidad y ser un “ejemplo” para crear puentes y minimizar divisiones, explicó.

Es por ello que el ascenso de Donald Trump al poder en 2016, con su retórica anti-inmigrante, le resulta particularmente hiriente, subrayó.

“No solo me enfada Donald Trump…  sino que me da vergüenza que mi comunidad, en la que nací, se porta tan horrible”, dijo Wilkes.

Entre los logros recientes que más lo enorgullecen figura la movilización de 150 “Dreamers” que visitaron “a todos los miembros del Congreso” con peticiones a favor del “Dream Act”, dijo.

El crecimiento y madurez de LULAC

Wilkes, que durante años ha sido el rostro más visible de LULAC ante la prensa hispana, ayudó a ampliar y fortalecer los diversos programas sociales y de abogacía de la organización creada en 1929.  Su alcance abarca prácticamente todo el territorio nacional y Puerto Rico.

Acompañando el crecimiento demográfico de los hispanos, que ahora son el 18% de la población nacional, también LULAC creció y pasó de tener un presupuesto de $300,000 anuales a $5 millones al año –un gran logro para una organización sin fines de lucro-, y amplió su “portafolio” a todas las áreas que afectan a la comunidad hispana en EEUU, no sólo inmigración.

En buena parte por el liderazgo de Wilkes, sus programas ahora incluyen, además de las tradicionales becas universitarias, festivales de salud, formación de líderes, la defensa de los derechos civiles, centros de capacitación tecnológica  -en particular los llamados programas de “tecno-chicas”- en 68 sitios,  y la lucha por la protección ambiental.

Todo esto “apunta a una verdadera madurez de la institución”, gracias a un “equipo crack de activistas”, señaló Wilkes, quien sopesa un futuro haciendo trabajo de abogacía por los hispanos en el campo de tecnología, por considerar que ésta será una fuerza de transformación y “democratización” en los espacios educativos.

Ante la crisis de LULAC, el personal de la oficina nacional en Washington se ha reducido a casi la mitad, entre 12 y 13, y ese equipo esquelético ahora tiene que seguir forjando un camino sin la dirección de Wilkes.

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