Editorial: Ensalada de odio

Ahora el Presidente trata de vincular la guerra de los opioides con la comunidad inmigrante

La guerra contra las ciudades santuario, la construcción del muro con México y la pena de muerte no son la solución a la crisis nacional de opiáceos. Es una ensalada de odio que poco tiene que ver con un problema muy serio.

A esta altura de la administración ya no debe extrañar que el presidente Donald Trump recurra a la imagen de un indocumentado para responsabilizar de algún mal estadounidense. No obstante, es detestable que apunte otra vez a la figura del pandillero criminal sin papeles como causante del problema.

Esta afirmación es tan desubicada como la creencia de que ampliando la pena de muerte, y haciendo más frecuentes las condenas obligatorias, va a vencer la distribución de drogas.

Esto satisface el instinto autoritario de Trump que lo lleva a admirar a naciones como Filipinas, Singapur y China por su aplicación de la pena capital. Estas no son democracias para emular y mucho menos el presidente filipino Rodrigo Duterte, un paria en la comunidad internacional por su política de ejecutar a consumidores y vendedores de drogas”. Hace un trabajo «Ahora el Presidente trata de vincular la guerra de los opioides con la comunidad inmigrante. Siempre buscando un chivo expiatorio». increíble en el problema de las drogas”, dijo Trump sobre Duterte.

La experiencia ya demostró que la pena de muerte, y las condenas severas, no sirven como disuasivo para la delincuencia. También se sabe que su aplicación no es uniforme. Los afroamericanos y los latinos aparecen más sospechosos que los anglos y la pena capital es un castigo irreversible en un sistema judicial con muchos errores.

Sin lugar a duda hay una necesidad de labor policial para enfrentar este problema.

Pero persiguiendo inmigrantes y matando convictos no se para la tragedia que mata 116 personas al día ya sea por heroína, fentanyl o medicina recetada para el dolor. Sobredosis de opiáceos subieron 30% de 2016 a 2017 y las salas de emergencia de todo el país atendieron 142,000 casos de sobredosis.

La gente que enfrenta a diario este problema dice que se necesita más naloxene (para revertir la sobredosis), un mejor acceso a los servicios de salud mental y tratamiento para la adicción con medicinas, programas para detectar las enfermedades causadas por inyección de drogas -como sida y hepatitis C- para reducir el daño y para los médicos que puedan usar servicios para monitorear prescripciones.

Es irónico que mientras se habla de combatir la crisis, se autoriza a los estados a sumar exigencias para los beneficiarios de MediCare. Esto dificulta el acceso de los adictos a servicios médicos.

En las audiencias del Congreso se echó la culpa de los opiáceos a los inmigrantes, las ciudades donde viven y hasta la Ley de Cobertura Médica de Obama. La manera de enfrentar la crisis es dejar la politiquería de lado.

Hay que trabajar con México sobre el narcotráfico, vigilar la industria farmacéutica, arrestar a los médicos y vendedores de drogas, y enfatizar la prevención y cura con acciones integrales coordinadas.l

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