Salvadoreña obtiene green card al probar maltrato psicólogo de su esposo, un ciudadano de EEUU

Las víctimas de abusos por parte de cónyuges residentes permanentes o ciudades de EEUU califican para conseguir alivio migratorio

Dinorah nunca pensó cuando dejó El Salvador para venir a los Estados Unidos al lado de su esposo que le aguardaba una vida llena de abusos.

Mucho menos se le ocurrió pensar que la residencia que su esposo, un residente permanente nunca le tramitó durante los ocho años que estuvieron juntos, la conseguiría ella misma al probar el maltrato.

Los ojos enrojecidos y llenos de lágrimas de Dinorah se iluminan cuando recuerdan el momento en que recibió su tarjeta de residencia permanente.

Me sentí libre como un pajarillo al que le abren la jaula para volar”, dice.

Dinorah nunca pensó que sería víctima de violencia doméstica por parte de su esposo, un ciudadano estadounidense. (Araceli Martínez/La Opinión).

Toca a su puerta

En junio de 2005, Dinorah conoció a su esposo, un salvadoreño 24 años mayor que ella, que llegó a comer al restaurante en donde ella trabajaba como cocinera en El Salvador.

“La amiga de una sobrina lo llevó al restaurante donde yo trabajaba. Él andaba de vacaciones en El Salvador. Vivía en Los Ángeles”, dice.

De inmediato, el visitante comenzó a enamorarla. Dinorah, era madre soltera de un niño de dos años y medio y se sentía sola.

“Él me conquistó con sus detalles. Era muy cariñoso con mi hijo, amable, dulce”, recuerda.

En diciembre de 2005, cinco meses después de conocerse, Dinorah se casó en El Salvador.

“Las cosas empezaron mal cuando me dijo que la única manera de traerme a Estados Unidos era a través de pagarle a un coyote. Acá me arreglaría mis papeles. No había otra forma, me dijo”.

“Yo dejé a mi hijo en El Salvador y mi esposo le pagó a un coyote para que me pasara por Arizona”, cuenta.

A Dinorah, su esposo un ciudadano estadounidense nunca le quiso arreglar su situación migratoria, pese a haberla traído de El Salvador. (Araceli Martínez/La Opinión).

Enseña sus verdaderos colores

Ya en Estados Unidos, el marido empezó por no dejarla trabajar ni manejar.

“Me decía que si yo trabajaba, iba a llegar migración y me iban a llevar. Que si manejaba, podía meterme en problemas. Me metía miedos y como yo no sabía cómo funcionaba aquí el sistema, no sabía qué hacer”, dice.

Tampoco le daba un dólar. “Ibamos al mercado, y él pagaba. Ibamos a comprar ropa y él pagaba. Yo no veía dinero”.

Dice que por su cuenta decidió lanzarse a la calle a vender pupusas que ella misma hacía. “Necesitaba ganar dinero para enviarle al hijo que había dejado en El Salvador”, recuerda.

Cuando su esposo empezó el proceso para convertirse en ciudadano, el maltrato subió de tono.

“Empezó a decirme que yo era una prostituta, la peor que había existido. Según él yo me había metido con todos los vecinos y hasta con su hijo”, dice.

“Llegó a decirme que si estuviéramos en El Salvador o al menos en Tijuana, ya me habría matado. Me obligaba a tener relaciones sexuales. Me decía que no me merecía que él me metiera mis papeles a migración para obtener la residencia”, comenta.

“Me humillaba por mi sobrepeso. Yo llegué a pesar hasta 300 libras”, recuerda.

Dinorah se gana la vida vendiendo pupusas. (Araceli Martínez/La Opinión).

La separación

Dinorah dice que cansada de la violencia pensó en la separación. “Un día me dijo con toda frialdad que me fuera y me llevara al hijo que habíamos tenido juntos. Yo no la pensé dos veces y agarre las pertenencias que pude y las metí en una bolsa. Una amiga me dejó permanecer en su casa mientras encontraba un departamento”, dice.

Antes de irme, me dijo que con lo que yo ganaba, no me alcanzaría ni para comprar papel de baño.

“Cuando me despedí. Le dije que me mirara bien porque esa mujer que él había hecho a su medida llena de miedos, ya no iba a existir más. Ese día decidí que sería una mujer independiente y que saldría adelante con mi trabajo”, dice.

Esa misma noche, por consejo de un pastor de la Iglesia a donde asiste, acudió a la policía a presentar un reporte.

“No pude hacerlo, pero me dieron varios folletos sobre violencia doméstica. Al leerlos me di cuenta que todo lo que ahí describían como violencia yo lo había vivido con mi esposo. Nunca me golpeó porque le tiene mucho miedo a la policía, pero se desquitaba con nuestro hijo”, dice enjugándose las lágrimas.

Para ese tiempo, Dinorah ya trabajaba en un restaurante en el este de Los Ángeles. Pudo rentar un departamento a donde seis meses después de la separación llegó el esposo a insultarla.

“Me gritaba que yo le había robado. Yo temblaba de miedo. Tan pronto se fue, regresé a la policía y esta vez sí pude poner un reporte”, indica.

Dinorah se separó de su esposo en 2013, ocho años después de haberse casado con él.

Hace un mes, Dinorah pudo obtener la residencia gracias a una petición que hizo por ser víctima de violencia doméstica por parte de un ciudadano estadounidense. (Araceli Martínez/La Opinión)

Alivio migratorio

Fue en 2015 cuando varios amistades le sugirieron que consultara con un abogado para ver qué podía hacer para arreglar su estatus migratorio.

“Cuando mi padre murió y yo no lo pude ir a ver a El Salvador, pensé que no quería que me pasara lo mismo con mi madre. No quería que ella muriera sin que yo pudiera verla. Decidí que tenía que hacer algo”.

Así fue como dio con el abogado en migración Eric Price.

“Ese mismo año le entregué toda la documentación que me pidió. Él solicitó mi residencia en base a la violencia doméstica que sufrí. El mes pasado recibí mi green card”, dice feliz.

Semanas después de obtener su residencia permanente, Dinorah viajó a El Salvador a ver a la madre y al hijo a quienes no miraba desde 2005 cuando vino a  Estados Unidos pensando que le esperaba una vida llena de dicha al lado de su marido.

“Lo que quiero hacer ahora es divorciarme. Hoy me siento que puedo lograr todo lo que yo quiera. Ya he perdido 70 libras”, dice soltando una sonrisa.

Dinorah tiene 38 años, y el hijo que tuvo con su esposo ciudadano ya tiene 11 años. Su hijo que dejó en El Salvador tiene ahora 15 años. Y su mayor sueño es traerlo a los Estados Unidos. Pidió no revelar su nombre completo por seguridad.

El abogado de migración Eric Price observa la tarjeta de residencia que Dinorah obtuvo con base a una petición de violencia doméstica de parte de su marido ciudadano estadounidense. (Foto cortesía Paulina)

VAWA fue la clave

El abogado Eric Price explica que Dinorah pudo ganar la residencia porque probó que su matrimonio fue legal, que su esposo es residente o ciudadano de los EE UU y que sufrió crueldad extrema por parte de él.

“En cinco años podrá hacerse ciudadana”, sostiene.

Precisa que no tiene que haber violencia física para obtener la residencia a través del Acta de Violencia contra las Mujeres (VAWA).”Es posible obtenerla al sufrir toda clase de abusos, emocional, psicológico, sexual y físico”, comenta.

Su recomendación para aquellos cónyuges casados con residentes permanentes o ciudadanos estadounidenses que pueden estar sufriendo violencia doméstica en estos momentos, es antes que nada buscar un lugar seguro para protegerse.

El Acta de Violencia contra las Mujeres (VAWA) de 1994 incluye provisiones que permiten a las inmigrantes víctimas de violencia doméstica obtener alivio migratorio independientemente de su cónyuges o padres abusivos a través del proceso de auto petición.

En 2000 se amplió para incluir a las víctimas de crimen con las visas  U y a las quienes han sufrido asalto o tráfico sexual con las visas T.

En 2005, se ampliaron las protecciones para proteger a las víctimas de abuso para anciano.

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