El desempleo baja, los cheques no suben

La menor competencia en muchos sectores está afectando negativamente no solo a la oferta de productos y servicios sino también a los salarios

Hasta ahora solo se pueden cobrar horas extraordinarias cuando el salario anual esté por debajo de $23,660./Shutterstock

Hasta ahora solo se pueden cobrar horas extraordinarias cuando el salario anual esté por debajo de $23,660./Shutterstock Crédito: Shutterstock

Los trabajadores civiles de la Administración federal no verán la subida de sueldo del 2.1% que esperaban en enero del año que viene.

Donald Trump ha dicho que el déficit público es muy alto y hay que poner las cuentas públicas en orden, tras una rebaja histórica de impuestos,por lo que no actualizará el sueldo a trabajadores que en todo el país trabajan para la a Administración civil del Estado.

Como ellos están muchos trabajadores en el país que celebran el día del Trabajo hoy sin apenas haber visto crecer sus salarios tras la última recesión. Cuando lo han hecho ha sido a la par o por debajo del aumento del costo de la vida. El poder adquisitivo de la clase media se reduce y el de las familias de bajos ingresos solo sube ligeramente en aquellos estados y ciudades que como Nueva York han aprobado en los últimos años subidas de salarios mínimos por encima del establecido en $7.25 federalmente.

Según las estadísticas oficiales, los salarios crecieron a un ritmo del 2.7% como media de julio de 2017 a julio de 2018. Entre esas mismas fechas la inflación, lo que cuesta pagar el alquiler, la comida, el transporte, las medicinas, etc, ha subido un 2,9%.

Que la inflación aumente (finalmente) es lo esperado en una economía que crece a buen ritmo desde hace más de una década. Que los salarios apenas se muevan desde hace años no está en absoluto acorde con una bajísima tasa de desempleo del 4%.

El crecimiento de los salarios anualmente desde 2013 ha estado entre el 2% y el 3% pero antes de la Gran Recesión, que se desató hace 10 años, la cantidad que se recibía en el cheque era normalmente un 4%. Entre los años setenta y ochenta, — cuando la dinámica política abrió el ciclo de desigualdad económica actual– los salarios crecían  a un ritmo anual entre el 7% y 9%, según un estudio reciente del Pew Research Center.

El resultado, tras la Gran Recesión, es que hoy, una vez que se ajusta al costo de la vida, los salarios por hora actuales tienen el mismo poder de compra que tenían en 1978, calculan en Pew.

En los últimos años los economistas manejan varias teorías para explicar esta desconexión entre los cheques de los trabajadores y la marcha de la economía.

La desindustrialización, la salida de las empresas a países más baratos, la robotización, la baja competitividad, la globalización y competencia de países de mano de obra más barata, la caída de la sindicalización, el cambio generacional y la jubilación de los mejor pagados baby boomers (personas nacidas entre 1946 y 1964) son algunas de las razones.

Otra que está ganando peso es la que describe una palabra que no suele estar más que en el vocabulario de los economistas: la fuerte tendencia a la monopsonía.

Con ello se describe una forma de monopolio. Es una situación de mercado en el que solo hay un comprador o un ofertante de un producto. O de empleo.

Como clientes es fácil percibirlo. Hay menos aerolíneas y, por ejemplo, United Continental (que se formó con la fusión de United Airlines y Continental) anunció la subida los precios de transportar maletas el viernes. La posibilidad de comparar precios para obtener servicio de cable o telefonía celular son reducidas, por ejemplo. Pero si esta concentración en los mercados limita la elección y la capacidad de buscar mejores precios para los usuarios, la situación no es distinta para los trabajadores.

No hay tantos empleos donde elegir y no hay incentivo para que los empleadores ofrezcan mejores salarios.

Tres economistas, Efraim Benmelech, Nittai Bergman y Hyunseob Kim, han analizado la situación de las empresas industriales desde 1977 y 2009 para concluir que hay una  relación directa negativa entre la concentración de empresas y los salarios. Sus estimaciones apuntan a que una empresa que opera en un mercado concentrado empresarialmente, ofrece salarios un 3.1% más bajos que si estuviera en competencia con otras.

“La mayor parte de las rebajas de los salarios aparecen en mercados que se aproxima a pura monopsonía, la situación en el que solo una firma contrata trabajadores”, explican.

En ese sentido, señalan que cuando una firma domina el mercado laboral “no suele compartir las ganancias de la productividad con los empleados”. Es más, afirman que las importaciones baratas de China que forzaron el cierre o relocalización de factorías aceleró la concentración de empleadores en algunos mercados y no solo redujo la demanda de trabajadores sino que deprimió los salarios de los que quedaban activos por la concentración de empleadores.

El doctor Bill Spriggs, jefe de economía de la confederación sindical AFL-CIO explica que estos economistas “coinciden en que donde menos estancamiento de salarios hay es porque hay un sindicato”. “El poder de los empleadores se equilibra con la labor de los sindicatos y salarios mínimos que se vayan reforzando”.

Otros estudios, publicados por el National Bureau of Economic Research explican que al menos el 23% de los trabajadores están en un mercado laboral “muy o moderadamente concentrado”.

Spriggs sugiere no obstante que ese porcentaje sea mayor debido a que hay una situación de monopsonía no solo cuando hay pocas empresas sino cuando una de ellas es dominante. “Es el caso del comercio. Hay muchos pero está Amazon y el resto se ve obligado a seguir lo que hacen”.

Otra cosa que ocurre es la subcontratación. “Antes alguien podía ofrecer sus servicios como conserje a cualquier empresa y negociar un contrato. Ahora las empresas contratan estos servicios a una empresa que solo contrata conserjes, se limitan las opciones”.

En este ambiente, explica Spriggs es fácil que se produzcan casos como que los empleados de bajos salarios se vean obligados o lo hagan sin saber, a firmar contratos con claúsulas de no competir con las empresas que los emplean. Es algo que suele ocurrir en empleos de alta responsabilidad y acceso a secretos empresariales pero hasta ahora nunca al nivel de empleados de restaurantes de comida rápida de bajos salarios como se ha verificado que ocurre. “Es algo que limita la movilidad de los trabajadores y es una forma de redoblar el poder de la monopsonía”, explica este doctor en economía.

¿Soluciones?¿Alternativas?

Spriggs dice con cierta sorna que hay tantas como economistas que puedan opinar sobre ello. Él se inclina por reforzar a las organizaciones laborales, dado que con ello se refuerza el poder de negociación de los trabajadores, y elevar el salario mínimo para poner un suelo al cheque cada vez más alto que influya en el resto de los salarios.

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