Editorial: Un gobierno blindado

La Administración de Estados Unidos está atrincherada

El presidente Donald Trump.

El presidente Donald Trump. Crédito: Alex Wong/Getty Images

Ya se sabe que al presidente Donald Trump le gustan las murallas. Cree que son infranqueables. La Casa Blanca ahora es una fortaleza para resistir los esfuerzos del Congreso que cumple con su deber constitucional de vigilar al Poder Ejecutivo.

El mandatario sigue fiel a su creencia que es el jefe ejecutivo de su compañía y que todos en el gobierno trabajan para él. Trump actúa como si tuviera subordinados a quien él les paga. Por eso deben acatar sus órdenes. Actúa como un rey en una presidencia imperial.

El Presidente ahora decidió rechazar las peticiones de los comités de la Cámara de Representantes para recibir información sobre la Presidencia.

Trump considera que tanto él como su administración han sido los más transparentes en la “historia de nuestro país” con la investigación Mueller. Por eso, ya no colaborará más con el Congreso.

La administración no permite que John Gore, a cargo de la División de Derechos Civiles del Departamento de Justicia, testifique ante el Comité de Vigilancia y Reforma sobre la decisión de incluir una pregunta sobre ciudadanía en el Censo 2020, si no hay un abogado de Justicia a su lado.

La Casa Blanca rechazó que el funcionario a cargo de dar autorización para acceso a información secreta, Carl Kline, testifique ante el mismo comité.

El Departamento del Tesoro y la Oficina de Recaudación de Impuestos se niega a dar información al Congreso sobre la declaración de impuestos de Trump que, a diferencia de sus predecesores, se niega a hacerlo público.

El colmo de lo banal fue la orden de Trump a todos los funcionarios de su gobierno para boicotear la cena anual benéfica organizada por los corresponsales destacados ante la Casa Blanca. La guerra de Trump con los medios llega al ridículo cuando prohíbe la asistencia a un evento que ya modificó su formato acostumbrado para acomodar a un Presidente sin sentido del humor.

Tampoco se puede hablar de proteger la próxima elección de la influencia rusa porque no le gusta al Presidente. La seguridad pasa a segundo plano ante la incomodidad personal que Trump sienta cuestionada la victoria de 2016.

La administración está atrincherada. Detrás del muro está Trump dando órdenes como si estuviera en su oficina de Nueva York. Armando las reglas del juego para ganar.

Se siente dueño de una realidad alternativa en donde colaboró con Robert Mueller aunque se negó a reunirse con él y a responder preguntas sobre obstrucción, mientras intentaba bloquear la investigación.

La Constitución establece la relación entre Poder Legislativo y Ejecutivo. Estados Unidos no es una empresa y el Presidente es un servidor público de turno, aunque se llame Donald Trump.

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