Las manos migrantes de Long Island (y qué pasaría si desapareciesen)
¿Qué sucedería si los cientos de miles de extranjeros que han hecho de esta área su hogar, enriqueciendo su producción económica, resultan afectados por las políticas actuales de inmigración?

Crédito: Brittany Kriegstein
Alejada del protagonismo de la ciudad de Nueva York, Long Island no siempre es reconocida como un lugar que puede atraer a un gran número de inmigrantes. Sin embargo, los inmigrantes suman 527,000 de los 2.8 millones de habitantes de Long Island, lo que representa el 20% de la producción económica de la región, según un estudio del 2015 del Fiscal Policy Institute.
De esos 527,000 inmigrantes, el Instituto de Políticas de Migración estima que alrededor de 99,000 son indocumentados, o sin estatus oficial, y al menos 15,000 están cobijados por el Estatus de Protección Temporal (TPS).
“Ellos cocinan nuestra comida, cuidan a los niños, cortan el césped … todos saben que están allí”, dijo George Terezakis, un abogado de inmigración con sede en Mineola.
Sin embargo, la campaña de la Administración Trump contra los inmigrantes indocumentados y las políticas vacilantes sobre la extensión del TPS han puesto a muchos de estos trabajadores en riesgo de deportación.
“Imagínese lo que significaría deportar a 100,000 personas”, dijo David Dyssegaard Kallick, miembro principal del Instituto de Política Fiscal (FPI) y director de la Iniciativa de Investigación de Inmigración del mismo. “Habría un enorme trastorno en los vecindarios de Long Island, los niños serían separados de sus padres y los restaurantes, las tiendas minoristas, las granjas y fábricas estarían luchando para reemplazar a los trabajadores perdidos, y Long Island se convertiría en algo así como un estado totalitario”.
A continuación les presentamos a inmigrantes que trabajan en algunas de las industrias que se verían más afectadas por una deportación a gran escala.
“Solo venimos para trabajar … llevamos muchos años pagando impuestos”

Rosa, una nicaragüense de 47 años y quien está cobijada por el Estado de Protección Temporal (TPS), ha estado conduciendo autobuses escolares en el área de Huntington durante los últimos ocho años. Sus turnos van de las 6 a las 10 de la mañana para dejar a los estudiantes en la escuela, y de 1:30 a 4:30 de la tarde para recogerlos.
Ella tiene tres hijos nacidos en Estados Unidos que nunca han estado en Nicaragua, por lo que reza para que el gobierno continúe extendiendo y reformando el TPS para que ella y otros en la misma situación puedan permanecer en el país. Ella estima que el 20% de los conductores empleados por su compañía de autobuses también son titulares de TPS.
“Nosotros no estamos quitando el trabajo a los americanos, no más estamos trabajando en lo que sabemos”.

Para Oliva, una trabajadora de campo indocumentada que labora en North Fork -en el área rural de Long Island-, el verano es una temporada de 7 días, casi 80 horas de trabajo semanales: sembrar, podar y cosechar frutas y flores que se venderán en el quiosco que su jefe tiene en un lado de la carretera. Ella gana $ 11 la hora.
Originaria de las montañas de Guerrero, México, Oliva –de 30 años- cruzó la frontera hacia los Estados Unidos cuando tenía 15 años, buscando ayudar a su familia ganando un poco más de dinero. Como solo hablaba mixteco y tenía poca educación formal gravitó hacia el tipo de trabajo agrícola que había crecido haciendo.
“Creo que los americanos no van a trabajar como estamos trabajando nosotros”, indicó.
“No hacemos nada malo, solo venimos para sacar a la familia adelante”

Al igual que Oliva, Imelda y Antonio, de 33 y 32 años respectivamente, también son trabajadores agrícolas indocumentados originarios de Guerrero. “En mi opinión, estamos ayudando”, dijo Imelda. “Enviamos dinero a casa [en México], pero no mucho, la mayor parte se queda aquí”. La pareja cruzó la frontera por separado hace aproximadamente 16 años.
Ellos trabajan 12 horas al día por $10 la hora para mantener a sus cinco hijos, que tienen entre 14 y 6 años. Su labor es podar y quitar las hierbas malas de los arándanos, que se extienden en filas ordenadas hasta donde alcanza la vista en la granja donde están empleados.
En sus tres años en este sitio en particular, Imelda dijo que nunca había visto a un estadounidense trabajando en los campos.
“Son pocas las personas que conozco que tienen documentos y limpian casas”

Marcia, de 39 años, llegó desde Chile con una visa de turista en 2003, justo después de terminar la universidad allí.
La oportunidad de trabajar y aprender inglés la llevó a extender su visa por seis meses, pero luego se quedó sin extensiones. “Si fuera mayor, tal vez no me hubiera quedado, sabiendo lo difícil que es estar aquí sin papeles”, dijo mientras limpiaba la sala de estar de una casa en Melville.
Ella estima que conoce a otras 20 amas de llaves que también trabajan en el área, todas ellas inmigrantes.
“Estoy orgulloso de lo que este país me ha dado”.

Rigo tenía 15 años cuando su padre fue asesinado por miembros de una pandilla en su ciudad natal en El Salvador.
Después de eso, él tuvo que hacerse cargo de la granja de su padre. Pero no hacía suficiente dinero para ayudar a su madre a mantener a sus cuatro hermanos, por lo que partió para los Estados Unidos en 1988. Tenía una tía que residía en Long Island y pensó que ese era un buen lugar para comenzar.
Ahora, Rigo, de 52 años, ha alcanzado el rango de supervisor para los trabajos de jardinería residencial más sofisticados de su compañía. Debido a la guerra civil de El Salvador, también pudo obtener la ciudadanía estadounidense.
“En cualquiera de los grandes trabajos que hacemos, Rigo es el tipo al que hay que dirigirse”, dijo su jefe, un estadounidense. Él estima que el 60% de los empleados de la empresa son inmigrantes.
Pero los éxitos no han llegado sin pena: los pandilleros también mataron a la madre de Rigo hace unos años, cuando no tuvo suficiente dinero de la bodega que tenía en su hogar para pagar su tarifa de extorsión.
Conociendo el tipo de violencia del que siguen huyendo muchos otros inmigrantes, Rigo sabe que él es uno de los más afortunados, ya que llegó en un momento en que era más fácil obtener la ciudadanía estadounidense. “Si vienes aquí ahora mismo en este momento sin papeles, es brutal”, dijo.
Actualmente, no hay un camino hacia la ciudadanía para los inmigrantes indocumentados en los Estados Unidos que no tienen hijos o cónyuges estadounidenses o se encuentran en las categorías de habilidades especiales o asilo.
Este ensayo gráfico de Brittany Kriegstein fue publicado originalmente en https://spark.adobe.com/page/0kUf6rwuk2dDp/