Una ayuda para el camino hacia la Universidad

Breakthrough NY prepara a adolescentes de familias de bajos recursos para cursar estudios superiores

Michelle Gonzalez,  alumna y Ferni Cruz, coordinadora del programa de High School de  Breakthrough New York.

Michelle Gonzalez, alumna y Ferni Cruz, coordinadora del programa de High School de Breakthrough New York.  Crédito: A.B.N. | El Diario

Michelle González, dice que siempre ha sido muy tímida. “Me guardaba muchas cosas para mí pero con Breakthrough New York he salido de mi caparazón, hablo con más gente y navego mejor por ciertas situaciones. En la escuela soy tímida a la hora de preguntar, hay muchos estudiantes y es difícil obtener atención individual”.

Hoy, cuando se prepara para estudiar biología en SUNY Binghampton a partir del otoño, González no parece ni más ni menos tímida que el resto de adolescentes que inicia una nueva etapa.

Descendiente de mexicanos esta alumna de Beacon School forma parte de un grupo de jóvenes que desde sexto grado forma parte del programa de la organización sin ánimo de ganancias, Breakthrough para preparar a estudiantes de familias de bajos ingresos a conseguir su graduación en una Universidad. Este año, González es una de los 41 estudiantes que se han dedicado este año al crucial momento de transición a los estudios superiores bajo la coordinación de Ferni Cruz.

Este programa, que tiene 10 años de duración, presta apoyo a los estudiantes presta atención educativa que depende de la edad. En una primera fase se ofrecen clases de verano, tutorías después del horario de escuela, preparación para exámenes además de guías para llegar a high school.

En la segunda fase los estudiantes se encuentran en seminarios regulares les ayudan con la preparación al SAT y de forma individual solicitar la entrada a la Universidad. El 100% de los estudiantes lo consiguen y allí, cuando sube la presión de nuevo, el programa mantiene su presencia con apoyo individualizado para asegurar que los estudiantes consiguen sus objetivos académicos, trabajan en sus capacidades profesionales y aseguran pasantías.

“No damos ayuda monetaria pero si para que se consigan las becas y estas se suelen materializar”, explica Cruz. Como González, Cruz es descendiente de familia mexicana y ambas son la primera generación que ha ido o va a ir a la Universidad. “Con los estudiantes de último año de secundaria nos enfocamos en preparar su desarrollo profesional, cómo hacer una hoja de vida, cómo utilizar las redes de trabajo e incluso cómo dar la mano a alguien”, dice esta coordinadora.

“Podía haber pedido ayuda a mis hermanas, que están en la Universidad”, dice González al explicar que sus padres no están familiarizados con los procesos o la experiencia universitaria, “pero ellas ya tienen lo suyo”.

El 73% de los estudiantes, que tienen que aportar prueba de ingresos, serán los primeros en cursar enseñanza superior y el 29% se identifica como latino. Parte del trabajo de Cruz es establecer una relación de largo plazo con las familias. “Trato de escuchar a las familias  porque eso es lo que necesitan, que les escuchen los miedos o dudas que tengan”, explica. Con ello trata de mantener la conversación y la confianza lo que la lleva a veces, según explica, a ser una mediadora.

Su trabajo con las familias tiene una vertiente monetaria y otra emocional.

En el primer caso porque se tiene la conversación de cómo se van a pagar los estudios superiores, lo que puede aportar la familia y las opciones que existen. “He usado la calculadora y tengo mis páginas y páginas de excel con cada familia con la que tengo esta conversación, hablando de becas y préstamos”. Esta es una conversación realista sobre lo que es posible pero Cruz admite que es difícil “porque la mayoría de las veces las opciones más posibles no son las más estimulantes”.

Las conversaciones sobre los préstamos estudiantiles y financiación consumen mucho de su tiempo, son constantes y a veces, según admite es más fácil tenerla con los padres que con los estudiantes.

En el aspecto emocional y cultural, explica que ha tenido conversaciones con estudiantes y padres sobre ir a una Universidad que no está donde está la casa y la familia. “Es algo importante para los latinos”. Cruz admite sonriendo que su familia ya le advirtió que ella no iba a ir “más allá del Midwest” aunque luego explica que su familia siempre le ha apoyado y sabía que iba a tener un buen futuro si iba a la Universidad.

Pero sabe que estar lejos de casa para una mujer joven es una “cuestión importante”. “Todavía existe el estigma y hay muchas cosas que están ligadas a estos miedos”. Para muchos hogares muy religiosos o tradicionales es un reto aceptar que las jóvenes estén solas sin nadie que les cuide. “Puedo entender los miedos de los padres porque eran los que tenían los míos”, señala esta monitora.

Cruz dice que su trabajo no es aconsejar a los padres que dejen ir a su hija porque es lo mejor para ella pero quiere dar alternativas para que no cierren la puerta a una educación que cambia vidas.

González ya está feliz pensando en el año que viene. “Voy a estar relativamente cerca de casa, no voy a perder el contacto con mi familia que era una de mis inseguridades y mi experiencia va a ser interesante. “Estoy emocionada, sin miedo”.

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