Las albañiles que construyen México

Conoce la vida de Diana María y Norma Lustre

MÉXICO.- Entre Diana María y Norma Lustre, dos trabajadoras de la construcción  de la capital mexicana, hay vivencias diametralmente opuestas en su trabajo. La primera sólo tuvo que decir que un fulano había intentado “manosearla” para que éste fuera despedido y demandado en un juzgado; la segunda, tuvo que lanzarse desde un coche para evitar un ataque sexual de su jefe.

La diferencia de experiencias entre ambas está marcada por los años. Diana María, a sus 25 y con sólo un año a favor entre mezclas y cucharas; maderos y tabicones, ya cosecha algunos frutos de la silenciosa lucha del género para ser parte de la edificación de su país.

Mujeres como Norma Lustre, hoy de 48 año abrieron el camino cuando casi ninguna se atrevía a ser albañila porque era ingresar al corazón del machismo. “No nos respetaban ni tantito, pero yo resistí porque tenía la necesidad de criar sola a tres hijos”, dice.

Esta mujer que aún trabaja día a día de 8:00 de la mañana a 6:00 de la tarde comenzó a emplearse en la construcción cuando tenía 14 años, poco después del terremoto que devastó la Ciudad de México en 1985. Necesitaba dinero y  ahí lo consiguió rápido: había urgencia de mano de obra, por tanto, le pagaban bien, mejor que como limpiadora de casas, costurera, vendedora…

Norma Lustre limpió escombros, bloques de cemento, varillas y poco a poco entendió que el acarreo en carretillas y los bultos al hombro no era el trabajo más rudo, sino saber el momento exacto en que debía de huir de una obra. Soportaba chiflidos, bromas pesadas y palabrotas de sus compañeros, pero si un superior se fijaba en ella y ella se negaba venía lo obvio: su despido.

Norma Lustre al final de una jornada de trabajo en la obra.
Norma Lustre al final de una jornada de trabajo en la obra.

“Una vez aguanté, haciéndome tonta y quiso violarme, por eso después mejor agarraba mis cosas y  me iba”, recuerda en entrevista con este diario poco después de su horario de salida.

Ya se quitó la ropa sucia y camina con seguridad con una blusa floreada y perfumada rumbo al metro. “Ahora ya se frenan, no es tan fácil que acosen a mis compañeras en la obra,”.

La industria de la construcción encontró en ellas una mina de oro y comenzó a contratarlas y apoyarlas cada vez más con contratos especiales donde prohiben el acoso y, aunque este tipo de cuidados aún no se extiende en todo el país (falta el compromiso de empresas pequeñas, principalmente) ya anima a muchas.

La incorporación de la mujer en la obra es lenta, pero avanza. Según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) en 2013 la población de albañiles en México era de 2.4 millones, de los cuáles. 0.4% eran mujeres.

Sinué Barrientos, el ingeniero encargado del proyecto donde trabajan Norma y Diana, calcula que ahora son mucho más. La encuesta ENOE aún no se actualiza, pero él recuerda que, en los inicios de su carrera, la mayoría de las construcciones en la capital mexicana no tenía a su cargo ni una sola. Hoy tiene 17.

“Las mujeres son más meticulosas y hacen muy bien varios tipos de trabajo”, precisa. “En LA limpieza gruesa, limpieza fina, ya hay soldadoras, empastadoras, pintoras, yeseras, ahora mismo aquí tenemos electricistas y cada vez veo más arquitectas e ingenieras”.

Diana María se encarga del almacén y limpieza gruesa, pesada. Tiene un niño de año y medio que necesita una madre con un buen salario. “Aquí gano tres veces más que en la tienda de ropa de marca donde trabajaba y tengo prestaciones: seguro social, un horario fijo: estoy muy a gusto”.

Nora Angélica López, de 44, coincide. En tanto vigila la entrada y salida de camiones y tráileres antes de ir a recoger escombros, asegura que laborar en obras es mejor, antes, preparaba pizzas: “era una joda ni comer podía”.

Nora Angélica López prefiere trabajar en la obra que en el trabajo doméstico; su esposo la apoya.
Nora Angélica López prefiere trabajar en la obra que en el trabajo doméstico; su esposo la apoya.

“Mis hijos dicen que estoy loca, qué hago aquí, que mejor vaya a trabajar con ellos a una tortillería, pero a mi no me gusta ese calorón y en las obras hay mucho ambiente, cotorreo con los muchachos”.

El cambio de actitud de los constructores hacia ellas no es un asunto fortuito. Las compañías han tenido que ser tajantes: si le faltan al respeto a una mujer despiden al inculpado. “Yo me quejé de uno de ellos quiso manosearme y lo echaron y se fue demandado”, comenta Diana María.

Desde entonces no ha habido quejas en esa obra donde se edifica una de las unidades habitacionales más grandes de la zona centro de la capital mexicana donde el papel  de las albañilas juegan un papel clave.

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