Ojos neoyorquinos: ¿Qué dicen?

Dos mujeres con mascarillas caminan por Barcelona, España.

Dos mujeres con mascarillas caminan por Barcelona, España. Crédito: Europa Press

La pandemia nos ha cambiado la vida totalmente; nos obliga al alejamiento social, sin abrazar, besar, dar la mano o ver sonrisas. Labios y bocas han muerto debajo de las mascarillas. En el hospital, cubiertos totalmente con equipo protector, no saben quién eres, tu edad o profesión. Somos un mar de entes anónimos yendo de un lado al otro, trabajando por un fin común.

Las calles vacías solo albergan a aquellos “esenciales” o que realizan actividades “permitidas”. Van con máscaras, bandanas o cualquier prenda que los proteja del COVID-19. Solo vemos esos ojos neoyorquinos. Y como la gran manzana es tan diversa, el lenguaje de los ojos está sujeto a esta infinidad étnica; hay ojos de muchas formas y colores, unos grandes, otros largos, algunos muy expresivos y otros silenciosos. Parpados, cejas y pestanas de todos los matices y perfiles.

Estamos aprendiendo un método de comunicación que ya no va acompañado de la cara completa. Solo vemos ojos detrás de las pantallas, antifaces de nadar o cascos que aseguran protección. No hay corbatas, trajes, o zapatos lujosos; nuestros cabellos están largos e imperfectos; vestimos ropa que se pueda lavar al momento de entrar en casa evitando infectar a los que comparten nuestro hogar. En esta economía cerrada entendimos que todas estas “necesidades” son secundarias y todo lo que parecía esencial, es ahora insignificante. Solo queremos vivir desesperadamente, tener comida, techo y ver que aquellos que amamos siguen aquí.

En estas condiciones enmascaradas es difícil percibir si otros están alegres, tristes, asustados o disgustados. Indiscutiblemente, dependemos mucho del rostro para percibir correctamente el lenguaje hablado. He aprendido que hay ojos precisos, que hablan fácilmente y otros más dificultosos de leer. Este lenguaje puede aprenderse si prestamos atención; apreciemos que hay ojos con temor, dolor, alegres, con esperanza o confundidos.

Además de leer, también hemos aprendido a hablar con los ojos. A decirle a nuestros pacientes “no te preocupes, te ayudaremos”. Pero sobretodo y dolorosamente, hemos aprendido a decir “lo siento” a las familias de los que ya se han ido. Leo miedo en mis pacientes y dolor en sus familiares y me pregunto si ellos pueden leer en mis ojos preocupación.

Lo que sí es universal, sin barreras de país o lengua y que no es necesario estudiar es cuando los ojos se enlagunan y el agua fluye detrás de las mascaras. Hemos visto muchos de estos y sabemos que el dolor es inmenso.

¿Cuánto más van a durar nuestras sonrisas escondidas y nuestros cuerpos alejados? Aprendamos esta nueva forma de hablar, quien sabe hasta cuando la necesitaremos y cuando la volveremos a utilizar.

Para decirte adiós te mando un guiño de esperanza.

-Vladimir I. Gasca, MD

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