Editorial: Un retorno a la decencia

"Las bombas y las balas no pueden defenderse contra Covid-19 o sus futuras variantes", dijo el presidente Biden ante la ONU

El presidente Joe Biden dio su discurso ante la ONU.

El presidente Joe Biden dio su discurso ante la ONU. Crédito: Eduardo Munoz-Pool | Getty Images

En el primer discurso de su término ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York, el presidente Joe Biden delineó esta semana a grandes rasgos su política exterior. Fue el retorno de Estados Unidos a la familia de las naciones después de Donald Trump. 

Biden sostuvo el cambio iniciado por Trump con respecto a sus dos predecesores George W. Bush y Barack Obama optando por la diplomacia en lugar del poderío militar, como en el ejemplo de la retirada de Afganistán, firmada por Trump. y llevada a cabo por su sucesor, aunque de manera caótica e irresponsable.

“Las bombas y las balas no pueden defenderse contra Covid-19 o sus futuras variantes”, dijo Biden al reconocer las actuales prioridades.

Porque el mandatario enfrenta problemas gravísimos, que pueden desintegrar el tejido social de nuestra democracia y la de numerosos países donde florecen versiones locales de autoritarismo, mentira y fraude. 

El COVID-19 ha matado aquí a 656,000 y a 4.6 millones en el mundo. 

Hay que decirlo claramente: el COVID-19, cuya prevalencia es culpa parcialmente de las mentiras de Trump y sus acólitos, está aquí para quedarse permanentemente en nuestras vidas.

Biden también confronta los desastres del cambio climático, que los científicos habían advertido y que ahora está aquí.  

Y todavía no hay respuestas a la crisis económica en ciernes. 

No en vano Biden caracterizó ayer los próximos diez años como “una década decisiva para nuestro mundo”, que determinarán el futuro de la comunidad global. Estamos, dijo, en “un punto de inflexión en nuestra historia”.

El discurso de ayer tuvo por objeto reflejar estos problemas. 

Biden trató de convencer a los aliados del país que él no es Trump. Que trabajará con ellos en las soluciones a los problemas multilaterales. Que no tomará decisiones unilaterales basadas en el ego. Que buscará la cooperación y no la confrontación que complazca a una base fanática de ardorosos fans.

Así, EE.UU. ha reafirmado el compromiso con los aliados de la OTAN, así como con la Unión Europea y su retorno al histórico – e insuficiente – acuerdo climático de París, que Trump desestimó de un plumazo.

“Para cumplir con nuestra propia gente, también debemos comprometernos profundamente con el resto del mundo”, aclaró el Presidente. 

Pero para reactivar la imagen positiva de nuestro país no alcanzan declaraciones y promesas. La retirada desordenada de Afganistán estableció un régimen basado en la barbarie, el fanatismo y la ignorancia. La administración recientemente causó tanto furor en Francia por su política unilateral con Australia que París retiró a su embajador en Washington. Ha impulsado una tercera ronda de vacunaciones para todos los estadounidenses aunque miles de millones en el mundo aún ni han recibido la primera, lo que garantiza la permanencia de la pandemia. Tampoco ha retornado al acuerdo internacional con Irán.

Parecería que los líderes del mundo democrático aún no han decidido si el país superó la crisis causada por Trump. Saben que el expresidente acecha desde Mar-a-lago y temen que seguirá tratando de volver al poder por todos los medios. Le toca a Biden tomar las medidas necesarias para que ello no suceda.

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