La inseguridad de la seguridad alimentaria

Mejorar la infraestructura agrícola es clave. Así lo han venido haciendo los Estados Unidos, Japón y China promoviendo el uso de granjas verticales

Los gobiernos no pueden descuidar el agro.

Los gobiernos no pueden descuidar el agro. Crédito: Patrick T. FALLON | Getty Images

A principios de octubre, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial sostuvieron su serie de Reuniones Anuales, donde confluyen líderes de todo el mundo para discutir aspectos de relevancia internacional en materia económica. Los tópicos protagonistas de este evento: las presiones inflacionarias y los niveles de deuda. De esperarse. Sin embargo, otro de los temas que se resaltó en este foro fue el del crecimiento de la pobreza y sus repercusiones sobre la seguridad alimentaria. 

La inseguridad alimentaria es un mal que afecta a muchos. El Programa Mundial de Alimentos estima que alrededor de 828 millones de personas se acuestan con hambre cada noche. De estas, aquellas que padecen hambre extrema se han más que duplicado desde 2019, pasando de 135 millones a 345 millones de personas en 2022. Las perspectivas futuras, aunque más alentadoras, no son suficientes para lograr la meta de Hambre Cero que estipula los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030. Proyecciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés), prevé que 670 millones de personas, es decir el 8% de la población mundial, sufrirá de hambre para fin de la década.

Sin embargo, la inseguridad alimentaria no solo refiere a carencia en términos de cantidad, sino también de calidad.  Es decir, que más allá de la falta de acceso físico o económico a alimentos, se debe también evaluar el valor nutricional que estos aportan y si son suficientes para satisfacer los requerimientos dietéticos de un ser humano. En este aspecto los retos son importantes. Según la FAO, en 2020 alrededor de 3 mil millones de personas no podían costear una dieta saludable, la mayoría de estas se concentraban en África y Asia. Solo en África Sub-Sahariana, más del 90% de las personas no puede acceder a una dieta saludable.

Son diversos y complejos los factores que inciden en esta crisis alimentaria. En primer lugar, se pueden citar las presiones inflacionarias. La interrupción de las cadenas de suministro y el consecuente cesé del comercio mundial producto de la pandemia del COVID-19, derivó en desequilibrios en los niveles de oferta, impactando los precios de las materias primas.  En mayo de 2022 se registró un alza histórica en el precio de los commodities agrícolas, situándose en valores 80% mayores que dos años antes. A pesar de ligeras reducciones en precio evidenciadas durante el último trimestre, se espera que la tendencia alcista continúe.  En efecto, el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos indicó en su proyección de septiembre que se prevé todos los precios de alimentos incrementen entre un 9% y 10% en lo que resta del año.

En segundo lugar, el factor pobreza. El Banco Mundial estima que, para este año, habrá entre 75 y 95 millones de personas adicionales viviendo en pobreza extrema que pre-COVID. Es decir, que 676 millones de personas vivirán con menos de US$2.15 por día, dificultando su acceso a alimentos y a una nutrición apropiada. Para colmo de males, tras la pandemia las economías del mundo han visto su espacio fiscal limitado, lo que reduce su posibilidad de implementar políticas sociales para combatir el hambre. Por lo que, si antes garantizar alimentación constituía un reto, hoy es tarea de fuerza mayor.

En tercer lugar, los conflictos armados, particularmente la guerra ruso-ucraniana. Un conflicto que se argumentaba cesaría en semanas, ya va iniciando su noveno mes. Rusia es el exportador de trigo más grande del mundo, aportando alrededor del 20% de este rubro a nivel mundial. Mientras que Ucrania es considerado el granero de Europa, con más del 70% de su tierra destinada a la agricultura. La dificultad para ingresar insumos de producción y acceder a zonas arables inmersas en guerras, así como la falta de mano de obra producto de los desplazamientos forzosos, ponen al mundo en riesgo de perder una porción significativa de su abastecimiento agrícola. Y ni hablar de la crisis de refugiados que deriva de este conflicto, la cual se suma a la crisis de refugiados mundial y acrecienta aún más la inseguridad alimentaria.

Finalmente, el factor clima. Los efectos del cambio climático cada día son más evidentes. Desde el pasado siglo la temperatura mundial se ha elevado en 1.1° C (1.98° F). De hecho, 2019 ha sido uno de los años más calientes de los que se tiene récord. Este calentamiento ha traído consigo aumentos en el nivel del mar, y la alteración de los patrones climáticos que resultan en mayores sequías e inundaciones. La reciente ola de calor que atacó el noroeste de la India, dañando las cosechas del año, y la sequía que atraviesa Somalia – la peor en 40 años- son solo dos ejemplos que me permito citar, y que encaminan al mundo hacia riesgo de hambruna.

Los países deben prepararse para tomar medidas que le permitan mitigar esta crisis inminente. Mejorar la infraestructura agrícola es clave. Así lo han venido haciendo los Estados Unidos, Japón y China promoviendo el uso de granjas verticales. Los países también pueden impulsar estrategias de autosuficiencia alimentaria como Singapur, que se ha orientado hacia la diversificación de su canasta de alimentos y a promover cultivos locales. Los consumidores, igualmente, deben aportar su grano de arena. En Estados Unidos se desperdicia entre el 30% y 40% del suministro de alimentos. Reducir el desperdicio de comida y aprovechar espacios en el hogar para cultivar rubros de escala menor, son solo algunas medidas que se pueden adoptar.  Es hora de ser más conscientes al momento de producir, comprar y consumir alimentos. 

Katherine Javier es economista especializada en desarrollo económico y análisis y evaluación de políticas públicas. Es egresada del Instituto Tecnológico de Santo Domingo, The University of Manchester y Columbia University. Para discusiones interesantes, síguela en Twitter @KatherineJavier

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