En 2022 brecha salarial “oficial” entre mujeres latinas y hombres blancos es más del 100%, pero la realidad es más abismal
El balance de la organización Justicia para las Mujeres Latinas es que esta población sigue estando muy rezagada en ingresos salariales, pero "fuera de los libros" las migrantes siguen envueltas en un patrón de explotación
“Las mujeres hispanas enfrentan una brecha salarial que luce más amplia en los Estados Unidos, si se compara con los hombres blancos, no hispanos”.
La conclusión anterior, divulgada este jueves por un informe de la organización Justicia por las Migrantes Latinas, no es ninguna sorpresa.
En la “fotografía oficial” de los reportes, los hombres blancos no hispanos ganan 54 centavos más por cada dólar obtenido en una jornada laboral, en comparación con las féminas latinas.
Otra cifra apunta, a que los hombres blancos que trabajan a tiempo completo y medio tiempo, se les paga $50,624 por año. Mientras que para las mujeres hispanas, esta ponderación es de solo $25,312 por año. Y para las latinas, que no nacieron en los Estados Unidos, es de $23,287.
“No importa el nivel de educación, la industria o el sector, las mujeres hispanas no reciben una remuneración justa y equitativa por su trabajo, si se compara con lo que se paga a los trabajadores blancos, no hispanos”, reitera el análisis de 2022.
Todos los cruces e índices al cierre de este año, que incluye también mano de obra estacional y de medio tiempo, demuestran que incluso en las actividades con mayor probabilidad de ser mejor pagadas en diversos mercados, la distancia entre estos dos grupos, los sueldos siguen siendo abismales.
Por citar solo un caso, entre la serie de profesiones y oficios analizados: Mientras el promedio nacional de hombres blancos no hispanos que trabajan en prácticas de cuidados de salud es de $80,000 por año, en el caso de las mujeres hispanas, el ingreso es de $48,000.
Para que estas cuentas se dibujen más claras, para que mujer hispana gane la misma cantidad de dinero de un hombre blanco, en 40 años, debe trabajar 200 años.
La “fotografía” real es de terror
Pero para activistas como Mónica Ramírez, fundadora de Justicia para las Mujeres Latinas y organizadora de la Campaña Salario Igualitario que se realizó esta semana, estas cifras basadas en registros oficiales, están muy lejos de describir de manera realista todos los laberintos, injusticias y esquemas de sobrevivencia que deben enfrentar las hispanas. Y, de una manera más extrema, las indocumentadas.
“Estos datos que compartimos, son apenas un lado de la realidad, que no muestran la fotografía completa. La verdad es que estamos muy claros que existen esquemas muy perversos de explotación e incluso tráfico humano, detrás de la crisis migratoria, que está viva ahora mismo en la frontera con México”.
Ramírez se refiere a un esquema conocido, pero que se escapa de cualquier cobertura estadística.
Es decir, la realidad de miles de mujeres indocumentadas que desesperadas por obtener cualquier tipo de ingresos para sobrevivir, aceptan cualquier condición.
El otro aspecto a considerar, es que justamente fueron más las mujeres hispanas, las que proporcionalmente perdieron más puestos de trabajo durante la crisis de salud pública, originada por la COVID-19, pero al incorporarse en este año 2022, experimentaron más cortes de horas y esquemas laborales menos favorecedores.
La experiencia latina en Nueva York
Para ciudades como Nueva York en donde existe una industria de servicios activa y gigante, que emplea a miles de mujeres, existe la presunción que esta dinámica de salarios pírricos, no reportados, podría ser mucho peor.
Además, hay un número difícil de determinar de población femenina latinoamericana, cuyos ingresos no son informados por su empleador y, por lo tanto, no se incluyen en ningún análisis de datos utilizado para calcular la brecha salarial entre hombres y mujeres.
“Es muy difícil imaginarse que esa diferencia de 54 centavos que establece esta investigación, sea la experiencia de todas las latinas. No tenemos información precisa del salario o el ingreso de miles de mujeres. Cuando observamos estos campamentos de familias instaladas en la frontera que quieren ingresar al país, también sabemos que son grupos muy vulnerables a la explotación. Es imposible que se vean reflejados a futuro en cualquier estudio salarial”, observa Ramírez.
En cada esquina de la Gran Manzana, a finales de este 2022, un año marcado por el arribo de más de 20 mil inmigrantes que cruzaron la frontera, no es difícil recoger testimonios de mujeres desesperadas por trabajar. Y en este trance, aceptan montos que casi las colocan en el grupo de “esclavas modernas”.
Por ejemplo, la venezolana Mildred Marquéz, de 28 años, llegó el pasado mes de julio luego de ser trasladada en un autobús desde Texas. Logró pasar la frontera antes de que repusieran el Título 42, lo cual impide a sus connacionales presentarse ante las autoridades fronterizas a pedir asilo político.
“En los últimos cuatro meses, no he podido siquiera soñar con ganar el mínimo legal de $15 por hora. Obviamente al no saber inglés y no tener los papeles, todo es complicado. Tendrá que pasar mucho tiempo para pensar que podré mandar dinero a mi familia. Apenas gano para comer”, describió la inmigrante.
Mildred asegura que lo primero que hizo, fue ir a las paradas de Williamsburg en Brooklyn, en donde familias de ese vecindario, contratan por día a domésticas para trabajos puntuales, como limpiar una casa o mantenimientos especiales.
Esa primera “parada laboral” trajo frutos muy amargos para la venezolana.
“Después que estuve limpiando unos hornos industriales grasientos por horas, sin guantes, el señor me salió con que me iba a pagar solo la mitad de lo que acordamos. Porque yo había trabajado menos horas. Me sentí muy mal. Pero aprendí”, contó.
El siguiente paso para Mildred, aunque parecía más estable, no fue mejor. Fue “contratada” por un pequeño restaurante asiático en Queens, pero en el acuerdo verbal le indicaron que si quería el trabajo, tenía que ganarse sus propinas.
“Me pareció bien. Pero el detalle es que duro horas limpiando los baños y haciendo mantenimiento en la cocina. Y solo a veces puedo hacer un deliveri en la cuadra, o atender un cliente. La mayoría de las horas las paso trabajando gratis”, aseguró.
La primera semana de trabajo por ese “part-time” la inmigrante llevó a su bolsillo apenas $55.
Una brecha por países
Desde otro ángulo, el informe de Justicia por Migrantes Latinas expone que los datos demuestran que el lugar de nacimiento de una persona, afecta significativamente su salario.
Las hispanas que no nacieron en los Estados Unidos enfrentan una brecha salarial más amplia. Incluso entre los inmigrantes, hay algunas latinas que experimentan mayores discrepancias salariales.
Por ejemplo, las hondureñas, guatemaltecas y las venezolanas, tienen menos ingresos anuales que las de Colombia.
Es importante señalar que las mujeres de los países del Triángulo Norte (Honduras, Guatemala y El Salvador) están huyendo de la violencia y vienen en busca de seguridad y seguridad económica.
Sin embargo, todo apunta de acuerdo con esta investigación, que vivir con ingresos tan pírricos, exacerba las vulnerabilidades ya existentes.
“Los salarios bajos crean condiciones que exponen a las mujeres migrantes al riesgo de más daños físicos y mentales. E incluso abuso sexual”, destaca en sus conclusiones el informe.
El otro campo de trabajo
Al considerar los factores de país de origen y ocupación, queda claro que las latinoamericanas que trabajan en la agricultura, así como otras ocupaciones que son de naturaleza migratoria y estacional, experimentan diferencias salariales más amplias, si se echa un vistazo a todos los grupos demográficos.
Más del 83% de los trabajadores agrícolas se identifican como latinos.
Esta fuerza laboral en las cual se encuentran muchas mujeres, que han emigrado por un trabajo rural, se ven directamente afectadas por la una brecha salarial aún mas acentuada.
Durante años esta experiencia no se reflejó en la conversación relacionada con las grandes diferencias de ingresos, porque esta labor, no califica como de “tiempo completo” durante todo el año, debido a su naturaleza estacional.
Cuatro leyes federales para reducir la brecha:
De acuerdo con la Organización Justicia por las Migrantes Latinas existen cuatro anteproyectos de ley, que se mantienen estancados en el Congreso, que podrían dar un aire de mayor equidad a este crítico panorama laboral:
- La Ley de Equidad para Trabajadoras Embarazadas: que fortalecería y afirmaría las protecciones para las trabajadoras embarazadas, incluso en el periodo de lactancia.
- La Ley de Equidad en los Cheques de Pago: que prohíba a los empleadores tomar represalias contra los empleados que discutan los salarios y la exigencia del historial de salarios para la contratación, lo cual ayudaría a reducir las barreras en el momento de demostrar que se ha producido discriminación salarial.
- Ley Be HEARD en el lugar de trabajo: Esta es la primera iniciativa de legislación federal integral que aborda el acoso laboral a raíz de #MeToo. Es una legislación que responde a las necesidades de los trabajadores y establece una visión de lo que significa prevenir todas las formas de acoso, incluida la agresión sexual en el lugar de trabajo.
- Aprobar un camino hacia la ciudadanía para los trabajadores denominados como “esenciales” para garantizar que los más vulnerables puedan recibir protección en entornos laborales.
Ingresos de mujeres hispanas por país de origen:
$35,000 es el promedio anual de ingresos de una mujer no hispana en el país.
$30,000 para las puertorriqueñas, $28,863 para las colombianas, $28,000 para las peruanas, $25,700 para las venezolanas y 25,312 para las ecuatorianas.
$24,740 es la ponderación anual del salario de las dominicanas, seguida por las mexicanas que alcanzan una media de $24,287 y las salvadoreñas de $23,231.
$20,617 es el promedio de ingresos de las guatemaltecas y $21,000 las hondureñas.
(Fuente: Oficina del Censo de EE. UU)