“Mi casa en Canadá vale millones, pero mis hijos no pueden permitirse vivir en ella”
Muchos en Canadá creen que la crisis de la vivienda es tan preocupante como los aranceles de Donald Trump quiere imponer al vecino del norte.

Crédito: Eloise Alanna/BBC
Antes de que Donald Trump impusiera aranceles a Canadá y amenazara su soberanía, las mentes de los canadienses estaban sumidas en otro problema importante: la asequibilidad de la vivienda.
De cara a las elecciones generales que se celebrarán el próximo lunes, los votantes se preguntan si algún partido tiene un plan para solucionar lo que se ha convertido en un problema generacional.
Willow Yamauchi afirma que era una persona común y corriente cuando ella y su esposo compraron la casa familiar en Vancouver hace 25 años por la modesta suma de 275.000 dólares canadienses, unos US$312.000 en el valor actual.
Esa misma propiedad ahora vale varios millones.
En la ciudad de la costa oeste de Canadá, la historia de Yamauchi es tan común como el clima lluvioso.
El precio promedio de una vivienda unifamiliar en Vancouver en el año 2000 rondaba los 350.000 dólares canadienses (US$250.000). Ahora, supera los 2 millones de dólares canadienses (US$1.440.000).
“Mi esposo y yo tuvimos el gran privilegio de poder comprar una casa cuando lo hicimos”, le dice la escritora de 52 años a la BBC. Como miembro de la Generación X, vivió el momento justo.
Advierte, sin embargo, que no puede decirse lo mismo de los jóvenes, quienes, sin “el banco de mamá y papá”, se ven prácticamente impedidos de vivir en la ciudad donde crecieron.
Vancouver, un centro cultural y económico con una población de menos de un millón de habitantes, se considera a menudo el epicentro de la crisis inmobiliaria de Canadá.
Un informe de la Universidad Chapman en California del año pasado la incluyó entre las ciudades “imposiblemente inasequibles” del mundo.
Pero no es la única ciudad canadiense donde el costo de la vivienda está fuera del alcance de muchos.
Canadá, en general, tiene una de las relaciones precio-ingreso más altas entre los países desarrollados.
En 2021, el ingreso familiar promedio después de impuestos en Canadá fue de alrededor de 88.000 dólares canadienses (US$63.500), según datos nacionales.
Ese mismo año, el precio promedio de la vivienda alcanzó los 713.500 dólares canadienses (US$515.500), más de ocho veces más. La diferencia es aún mayor en grandes ciudades como Toronto y Vancouver.
Para muchos canadienses, la vivienda es uno de los principales problemas en las elecciones federales, solo eclipsado recientemente por el presidente estadounidense Donald Trump y sus aranceles a Canadá.
Antes de Trump, la preocupación por la asequibilidad de la vivienda había impulsado al partido Conservador, que siempre se ha considerado el mejor preparado para resolver la crisis.
Pero entonces llegó la guerra comercial con Estados Unidos y catapultó al gobernante partido Liberal a la cima de las encuestas.
A pesar del factor Trump, el tema ocupó un lugar destacado en los dos debates electorales de esta semana.
Durante el debate en francés, el moderador y periodista Patrice Roy mencionó cifras que mostraban cuánto habían aumentado los precios de la vivienda en Montreal, Toronto y Vancouver en la última década.
“Estoy seguro de que esto no les sorprenderá”, dijo Roy a los líderes federales, antes de preguntarles sobre sus planes para solucionar la crisis.

Las encuestas muestran que los jóvenes están especialmente preocupados por la crisis de la vivienda y sus implicaciones para su futuro.
Al hablar con estudiantes del campus de Vancouver de la Universidad de Columbia Británica (UBC, por sus siglas en inglés), rápidamente se hizo evidente que el tema era una prioridad para muchos.
Muchos comentaron que han optado por vivir en casa durante sus estudios para ahorrar, o que pagan entre US$800 y US$1.085 (1.100 y 1.500 dólares canadienses) por una habitación individual cerca del campus, a menudo en una vivienda compartida con cinco o seis personas más.
Emily Chu, de 24 años y quien cursa su último semestre en la UBC, comenta que en un momento tuvo que posponer sus estudios dos años para poder trabajar, ya que le costaba pagar la matrícula y el alquiler.
Ahora comparte apartamento con su hermano mayor, quien trabaja a tiempo completo y paga la mayor parte del alquiler. Chu se considera una de las afortunadas.
En cuanto a ser propietaria de una vivienda en el futuro, afirma que “eso ni siquiera es posible” para la mayoría de las personas de su edad. “Todo el mundo da por sentado que nunca podremos ser propietarios de una vivienda”.
Los jóvenes profesionales con empleos bien remunerados, como Margareta Dovgal, también se ven obligados a pagar un precio muy alto. Esta directora de 28 años de Resource Works, una organización sin ánimo de lucro con sede en Vancouver, le dijo a la BBC que ha considerado mudarse a la vecina provincia de Alberta debido a su menor costo de vida, a pesar de ser originaria de Vancouver.
Aun así, Calgary, la ciudad más grande de Alberta, experimentó un aumento del 15 % en los precios de las viviendas en 2024 con respecto al año anterior, ya que la ciudad sufrió su mayor tasa de crecimiento poblacional desde 2001.
Las causas fundamentales de la crisis de asequibilidad de la vivienda en Canadá son complejas.
Uno de los principales problemas es que la oferta no ha seguido el ritmo del crecimiento demográfico, lo que ha incrementado los costos tanto para compradores como para inquilinos.
La Sociedad Canadiense de Hipotecas y Vivienda (CMHC), la agencia nacional de vivienda, estima que es necesario construir más de 3,8 millones de viviendas en los próximos seis años para abordar la escasez.
Sin embargo, la construcción de nuevas viviendas ha estado muy por debajo de ese objetivo externo, lo que plantea dudas sobre si Canadá alcanzará esta meta.
Los expertos señalan que las barreras para acelerar la construcción incluyen el alto costo y la escasez de terrenos en las zonas urbanas, donde la mayoría de los canadienses suelen vivir y trabajar.
También existen barreras regionales, como las leyes de zonificación urbana, que impiden la construcción de viviendas más asequibles y de mayor densidad, incluyendo edificios de apartamentos, en algunos barrios.
Daniel Oleksiuk, cofundador del grupo de defensa Abundant Housing Vancouver, afirma que su ciudad es un ejemplo donde históricamente más de la mitad del terreno se ha destinado a viviendas unifamiliares.
“Hemos reservado casi todo el terreno”, le dijo Oleksiuk a la BBC. “Hay barrios enteros donde solo hay casas de entre tres y cinco millones de dólares”.

Durante la campaña electoral, cada uno de los principales partidos federales presentó un plan para solucionar la crisis, con el objetivo de construir el mayor número de viviendas lo más rápido posible.
Los liberales, liderados por Mark Carney, afirmaron que su objetivo es construir 500.000 viviendas nuevas al año con la ayuda de una nueva agencia gubernamental llamada Build Canada Homes, que supervisaría y financiaría la construcción de viviendas asequibles en Canadá. Este plan es similar al implementado después de la Segunda Guerra Mundial para albergar a los veteranos.
Los críticos han cuestionado la viabilidad del objetivo de Carney, ya que requeriría que Canadá duplicara con creces su ritmo actual de construcción.
Mientras tanto, los conservadores, liderados por Pierre Poilievre, prometieron vincular la financiación federal a la construcción de viviendas, recompensando a las ciudades que construyan más viviendas y penalizando a las que bloqueen la construcción: una estrategia de incentivos.
Poilievre también prometió eliminar los impuestos federales sobre las viviendas de nueva construcción para reducir los costos para los potenciales compradores.
Sin embargo, los críticos afirman que esta política podría tener un efecto mínimo, ya que la mayoría de las viviendas que se compran en Canadá se revenden, en lugar de ser nuevas.
Los votantes que hablaron con la BBC afirman que acogen con satisfacción cualquier plan para acelerar la construcción de viviendas en Canadá.
Si bien gran parte de la vivienda está regulada por provincias y ciudades, Dovgal señala que el gobierno federal tiene la capacidad de “liderar de forma persuasiva” e implementar medidas que abaraten y faciliten la construcción en todo el país.
Sin embargo, otros observadores advierten que las medidas propuestas podrían no ser suficientes.
Paul Kershaw, profesor de políticas públicas en la UBC y fundador del grupo de expertos Generation Squeeze, argumenta que los políticos no han abordado el problema evidente: la riqueza que los propietarios de viviendas de mayor edad han generado gracias a la crisis inmobiliaria.
“El acuerdo político ha obligado a los canadienses más jóvenes a pagar alquileres e hipotecas más altas para proteger el mayor valor de las viviendas”, señala Kershaw.
“Ninguno de los partidos está realmente nombrando esa tensión generacional”, dice, y agrega que los políticos pueden sentir en privado que existe un riesgo político al tratar de estancar el costo de la vivienda y, por ende, los activos de los canadienses de mayor edad.

El profesor Kershaw lo califica de “problema cultural” y afirma que los partidos también deberían centrarse en reducir los costos para los jóvenes como forma de aliviar esta carga generacional.
Solucionar la crisis inmobiliaria, argumenta, es tan fundamental como afirmar la soberanía y la prosperidad frente a las amenazas que plantean los aranceles de Trump.
La “disfunción que se ha instalado en nuestro mercado inmobiliario es perjudicial para el bienestar del país”, afirma.
Hasta que se encuentre una solución, la posibilidad de ser propietario de una vivienda sigue siendo sombría para muchos.
Dovgal sostiene, con poco entusiasmo, que, además de mudarse a otro lugar, “hay que ganar la lotería o casarse con un multimillonario. Esas son, en cierto modo, las opciones”.

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