Comer despacio podría ser clave para aumentar la longevidad
El experto en longevidad David Sinclair afirma que comer hasta estar 60% lleno activa genes que retrasan el envejecimiento celular

¿Quién no quisiera vivir, sano, por muchos años? Crédito: Shutterstock
David Sinclair, profesor de genética en la Universidad de Harvard, es uno de los científicos más reconocidos a nivel mundial en el estudio de la longevidad humana. Su trabajo ha transformado la manera en que entendemos el envejecimiento, al demostrar que no es un proceso fijo ni completamente inevitable.
Según Sinclair, la forma en que vivimos, y en especial, cómo comemos, influye directamente en cuánto tiempo y con qué calidad viviremos.
Durante más de 2 décadas, Sinclair ha investigado los mecanismos biológicos que afectan el envejecimiento, y ha identificado prácticas cotidianas que podrían extender nuestra vida útil. Una de las más poderosas, y a la vez más simples, es la manera en que nos alimentamos. En lugar de centrarse exclusivamente en qué comemos, el científico subraya la importancia de cuánto y cómo comemos.
Comer hasta un 60%: la clave del control biológico
Uno de los pilares de su enfoque está en detenerse antes de sentirse completamente lleno. Sinclair recomienda dejar de comer cuando se alcanza un 60% de saciedad. Esta práctica activa genes relacionados con la reparación celular, reduce la inflamación y estimula los procesos de protección interna del organismo.
“Comer despacio y de forma consciente permite activar genes que están directamente asociados con la longevidad”, ha dicho en diversas entrevistas. Según Sinclair, este cambio aparentemente menor puede tener un impacto biológico profundo, pues estimula las defensas naturales del cuerpo en lugar de sobrecargarlas.
Este enfoque está alineado con un concepto clave en su investigación: el “modo de supervivencia”. A lo largo de la evolución, los humanos han desarrollado mecanismos que se activan cuando el cuerpo percibe escasez, como la falta de alimentos o el estrés controlado. En esas condiciones, se prioriza la reparación celular y la conservación de energía, lo que favorece una vida más larga y saludable.

El problema de la comodidad moderna
Sinclair también advierte sobre el estilo de vida actual, dominado por la comodidad y la abundancia. Acceder a la comida nunca fue tan fácil como hoy, y eso ha desactivado muchos de los sistemas naturales que mantenían al cuerpo alerta y activo en tiempos de escasez.
“Nos hemos acostumbrado tanto a la conveniencia que estamos haciendo lo peor posible para nuestros cuerpos”, señala. El resultado es un entorno que favorece el sedentarismo, el exceso calórico y el deterioro temprano de las funciones corporales.
El experto insiste en que no se trata de pasar hambre, sino de darle al cuerpo señales claras de que no todo está garantizado, lo que activa sus sistemas de defensa. Esta estrategia, además de reducir el riesgo de enfermedades relacionadas con la edad, mejora la calidad de vida en general.
Dieta basada en plantas: el combustible de la longevidad
Además de moderar la cantidad de comida, Sinclair promueve una dieta centrada en alimentos vegetales. En particular, sugiere enfocarse en alimentos ricos en polifenoles y grasas saludables, como el aceite de oliva extra virgen, los frutos rojos, el aguacate, los vegetales de colores intensos y el té verde.
Los polifenoles son compuestos bioactivos que las plantas producen como respuesta al estrés ambiental. Al consumirlos, nuestro cuerpo también recibe un pequeño estrés que activa procesos protectores, como la reparación del ADN y la eliminación de células dañadas.
“El resveratrol, presente en el vino tinto, es un ejemplo claro de cómo estos compuestos pueden estimular nuestros genes de longevidad”, explica Sinclair. Eso sí, aclara que su consumo debe ser siempre moderado y acompañado de una alimentación equilibrada.
El arte de comer con atención
Otro aspecto central en las enseñanzas de Sinclair es la conciencia alimentaria. Hoy en día, muchas personas comen rápido, sin prestar atención a lo que ingieren ni a las señales del cuerpo. Este comportamiento lleva al exceso de calorías y a una digestión deficiente, lo que a la larga puede acelerar el envejecimiento.
Sinclair asegura que ha entrenado su mente para evitar comer en exceso. “He reprogramado mi manera de relacionarme con la comida”, afirma. Esto implica comer despacio, apreciar los sabores, reconocer cuándo el cuerpo ha tenido suficiente y no comer por aburrimiento o ansiedad.
El objetivo es que cada comida sea una decisión consciente, no un acto automático. Este nivel de atención no solo mejora la digestión y la salud metabólica, sino que también ayuda a crear una relación más sana y equilibrada con la comida.
El estilo de vida importa tanto como la dieta
Aunque la alimentación ocupa un lugar central en su enfoque, Sinclair no deja de lado otros factores que influyen directamente en la longevidad. Dormir bien, realizar actividad física regular, exponerse a temperaturas frías de forma ocasional y mantener una red social sólida son hábitos que también promueven una vida larga y saludable.
En este sentido, destaca el ejemplo de las llamadas zonas azules, regiones del mundo donde la esperanza de vida es significativamente mayor que el promedio. En estos lugares, como Okinawa (Japón), Cerdeña (Italia) o Nicoya (Costa Rica), se observan patrones comunes: dieta principalmente vegetal, actividad física diaria moderada, bajo nivel de estrés y fuertes lazos familiares y comunitarios.
“La longevidad no se trata solo de genes, sino de elecciones”, subraya Sinclair. Las personas que viven más tiempo no necesariamente tienen una mejor genética, sino que han adoptado estilos de vida que activan sus mecanismos de protección internos.
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