Editorial: La manipulación de la historia

La "defensa de la historia" es una manipulación de la Casa Blanca para dividir aún más la nación

La discusión sobre los monumentos a los separatistas sureños de la Guerra Civil estadounidense es un debate político disfrazado de historia. Es la defensa de un período en una región cuyo pilar cultural y económico era la esclavitud.

La historia, como el recuento de hechos acontecidos, no puede ser cambiada. Las interpretaciones de lo ocurrido pueden variar, así como la evaluación de sus causas y consecuencias, pero hay un impacto real que no debe ser ignorado.

Por ejemplo, hay estatuas en Memphis y Nashville, Estado de Tennesse, del general confederado y líder del KKK, Nathan Bedford Forrest. Al final de la Guerra Civil, Bedford fue acusado de crímenes de guerra por la masacre de 300 soldados negros que combatían con la Unión norteña. En el Sur se había declarado a los soldados afroamericanos del Norte como esclavos insurrectos y su castigo era pena de muerte.

El que la memoria de Bedford sea honrada públicamente en una plaza como parte de una nostálgica cultura sureña es un insulto a los afroamericanos y a todos aquellos que no comparten la idea que el autor de esta masacre sea homenajeado.

Creemos que en el mejor de los casos, el recuerdo de estos protagonistas de la historia corresponde a los museos. En cambio, los monumentos y símbolos en sitios público son decisiones locales y estatales. Es en Nueva York y en California donde se decide a quien honrar.

El mejor caso fue en 2015 cuando la exgobernadora de Carolina del Sur – ahora embajadora ante la ONU- Nikki Haley arrió de una vez por todas la bandera confederada de los mástiles estatales, después de la matanza de fieles afroamericanos realizada en una iglesia por un supremacista blanco.

En ese entonces, Donald Trump, respaldó a Haley en quitar el símbolo del sur esclavista. No obstante, ya en la campaña presidencial, estas banderas sobresalían entre su público en casi todos los Estados de la nación. Ya no representando la “cultura sureña”, sino el resentimiento blanco.

Por eso, las banderas confederadas y símbolos nazis predominaron en la defensa de una estatua en Charlottesville, Virginia.

Hoy el presidente Trump defiende los monumentos sureños de la Guerra Civil citando el respeto a la historia. Esta es la misma persona que en su campo de golf en Lowes Island, Virginia, colocó una placa recordando una batalla que nunca existió.

La “defensa de la historia” es una manipulación por parte de la la Casa Blanca para dividir aún más la nación, atizando el fuego con una narrativa falsa de una cultura blanca perseguida por lo que es políticamente correcto.

Los monumentos a los defensores de la esclavitud fueron levantados en períodos de nuestra historia que coinciden con resurgimientos racistas como el del KKK y la oposición a los derechos civiles. Estos son declaraciones públicas de valores racistas y segregacionistas.

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