…Y México se llenó de esperanzas desde el Centro Histórico

El nuevo presidente de México siembra esperanzas y repite su promesa de cambios

AMLO, junto a su esposa, recibe el Bastón de Mando.

AMLO, junto a su esposa, recibe el Bastón de Mando. Crédito: EFE

MÉXICO  El presidente Andrés Manuel López Obrador habló para su gente. Para Cristina Hernández, una secretaria de la escuela secundaria de Santiago Amoltepec Sola de Vega, quien viajó exclusivamente para estar en el Zócalo como miles, en representación de los 30 millones que votaron por el hombre de izquierdas.

“Asumo el compromiso de no mentir, no robar y no traicionar al pueblo de México”, le dijo AMLO a ella aunque lo escucharon  todos los presentes.

El mandatario quizás no lo recordaba, pero hacía 15 años que Cristina esperaba este momento, desde que el político llegó caminando al pueblo y prometió luchar por los pobres en medio de lodazales. Ningún otro político volvió. “Quiero abrazarlo y desearle lo mejor porque si le va bien a él le va a ir bien a todos”.

También habló a los indígenas que acudieron para entregarle el bastón de mando, para los tarahumaras, nahuales, mayas, mixtecos, afromexicanos, tzotziles,  y 68 pueblos más que bailaron en una tarima especial antes de lanzarle humo de copal y pasarle yerbas por todo el cuerpo en un ritual de purificación, para que “todos sus deseos se hagan realidad” y “darle sabiduría”. Para quienes hicieron “la limpia” y para que todos los males se vayan.

“Virgen de Guadalupe (en representación de la Madre Tierra) te pedimos que como una madre cuides a tu hijo”, pidió la limpiadora al ritmo de tambores y caracoles en sincronía, y el mandatario respondióÑ

Voy a resumir en una sola frase lo que queremos: la purificación del pueblo de México… Es una vergüenza que nuestros pueblos originarios vivan bajo el racismo y la discriminación de indígenas: por eso todos los programas de gobierno tendrán prioridad”.

López Obrador se dirigió a las familias que vinieron desde todos los estados del país, de Jalisco, Michoacán, Zacatecas, Puebla, Guerrero… concentrados en una tarde soleada con todas las esperanzas a cuestas con una misma palabra como plegaria: “cambio”.

Prometió otra vez becas y desarrollo en los pueblos, a los pescadores, a los campesinos y obreros, “tendrán condiciones justas”

Poco antes, Angel Castro, un obrero tamaulipeco que viajó la noche anterior con su esposa y un bebé para estar en el evento justo para eso: “Queremos que nuestro trabajo sea bien pagado porque ahora trabajamos de sol a sol y no alcanza para nada porque la comida sube de precio y nosotros sentimos siempre que no avanzamos”.

López Obrador parló con énfasis a los vendedores de esquites, tepache, gorditas de maíz, enchiladas, tacos, chicharrones y afiches, playeras con su imagen: AMLO caricatura con el dedo levantado en señal de aprobación, AMLO suplente del escudo nacional en la bandera de México, AMLO sonriente…

Para Guillermo de la Rosa Guajardo y dos docenas de pobladores de Galeana, Nuevo León (la tierra del gobernador Jaime Rodríguez “El Bronco”), que no se han sentido a gusto con los gobiernos de “derecha” y hoy son partidarios de Morena, el partido que fundó el presidente México.

Se atenderá a todos los sectores… pero se aplicará el principio de que por el bien de México primero los pobres”.

El discurso siguió: camino al desarrollo nacional. Y sonaron las matracas y Ana Mireya Domínguez, de 65 años, una ama de casa capitalina, escuchó también a quien prometió combatir el neoliberalismo “el régimen causante de crear grupos empresariales oligarcas y profundizar la pobreza”.

Ana Mireya, Guillermo, Angel y Cristina y millones de esperanzados tuvieron entonces a su propia estrella al quien vitorearon, amaron, aclamaron y depositaron toda su fe.


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