Neoyorquinos con TPS viajan a D.C. en busca de respuestas
Al menos 500 neoyorquinos con TPS viajaron para unirse a los casi 3,000 que protestaron este martes
No había pasado el primer bus de servicio público en Hempstead, Long Island, cuando Gladys Morales ya, con café en mano y una lista de nombres, salía de su casa rumbo a una cita con su futuro. Una cita que sin duda le preocupa, pero que también la mantiene entregada a su comunidad.
Sin importar el frío de la madrugada, ni el aviso de tormenta de nieve, Morales, de 60 años, llegó puntual a las 2:30 de la mañana al 91 de la calle Franklin, en el centro de este suburbio de la Gran Manzana, que durante los últimos años se ha convertido en uno de los enclaves centroamericanos más grandes de Nueva York.
Ahí, frente a una edificación con varias oficinas de abogados de inmigración con signos de “se habla español”, un bus aguardaba su llegada. Tras semanas de preparación, finalmente el trabajo de liderazgo de Morales, una salvadoreña que llegó a Nueva York hace 27 años, sería puesto a prueba. Agua, camisetas, café y hasta sandwiches se ubicaron en compartimientos de fácil acceso en las primeras dos filas de asientos.
El 2018 fue muy difícil para ella, sobre todo, luego de que la administración de Donald Trump decidió endurecer las leyes de inmigración y asilo, finalizando así la designación de TPS (Estatus de Protección Temporal) para El Salvador, Haití, Honduras, Nepal, Nicaragua y Sudán.
Fue en ese momento cuando la hispana, madre de cinco, decidió convertirse en miembro de uno de los 40 comités de la Alianza Nacional TPS, un grupo formado y dirigido por beneficiarios de TPS en todo el país, que trabaja para salvar el estado de protección temporal para todos los beneficiarios a corto plazo y además diseñar una legislación que cree un camino hacia la residencia permanente a largo plazo.
“Fue por accidente porque nunca había estado en esto pero un día vi un aviso en un periódico y me uní al grupo aquí en Long Island”, comentó Morales, quien, pese a tener un permiso temporal que le permite visitar su país de origen y regresar a suelo norteamericano sin problema, prefiere no arriesgarse.
“Las cosas han cambiado. La última vez que fui a El Salvador fue hace cuatro años, y el año pasado tenía pensado ir pero la verdad me dio miedo con todo lo que está pasando”, apuntó la salvadoreña, quien aseguró que este hecho la impulsó a redoblar su trabajo comunitario, “con el fin de unir a más gente, aunque no es fácil, pero hemos hecho muchos avances y esa era la meta”.
Y sí que la logró. Uno a uno fueron llegando. Muchos, asustados y preocupados por “lo que viene”, aceptaron la cita de Morales para unirse una vez más a la Movilización Por La Residencia Permanente, una protesta anual realizada en Washington D.C., en la que al menos 500 tepesianos de Nueva York y casi 3,000 de todo el país, se reúnen para pedirle al Gobierno federal que no solo les permita permanecer en el país, sino que también encuentre una forma de crear un camino para la residencia permanente y por consecuente la ciudadanía.
Pero Morales no va sola en este viaje. Junto a ella, Wilfredo Flores, también salvadoreño, la acompaña en la coordinación de uno de los 8 buses contratados para transportar a los centroamericanos de Nueva York. El hombre de 53 años, de los cuales lleva 20 viviendo en Estados Unidos, se declara así mismo como “un defensor de la justicia”.
Para él, pese a que comprende que el TPS es un programa temporal, cree que es momento de que el Gobierno federal “valore las contribuciones que la comunidad tepesiana le ha dejado a Estados Unidos y les brinde una opción de residencia permanente”.
“Necesitamos que esto ya se solucione. Que ya no sea un permiso temporal, porque ya nos merecemos algo mejor de este país porque nosotros le hemos dejado lo mejor, que es la fuerza laboral”, indicó Flores.
En el limbo
Pero la situación no es tan sencilla. A su llegada a Washington D.C., tanto Morales como Flores trataron de empoderar a los viajeros con camisetas y consignas, sin embargo, la probabilidad de que el tema se convierta en una prioridad para el presidente Donald Trump es casi nula.
Para ellos, “la esperanza es lo último que se pierde”, como lo explica Lourdes Sanchez, sobre todo teniendo en cuenta que, tan solo hace dos días, varios inmigrantes de Honduras y Nepal presentaron una demanda en contra de la administración Trump, alegando que su decisión de terminar el programa TPS para El Salvador, Haití, Honduras, Nepal, Nicaragua y Sudán fue impulsada por racismo.
Sanchez, quien abraza a su hija Lisbeth, de 15 años, señala que “es por ella que toca seguir luchando”. No sabe qué pasará, ni tiene claro cómo se resolverá todo, pero no pierde la esperanza de que “alguna solución se de”.
“Lo que más me preocupa es el trabajo, porque si nos quitan el TPS nos quedamos sin trabajo, sin licencia de conducción, y eso sería terrible”, indicó la hispana de 30 años.
¿Y los hijos?
No es la primera vez que los hermanos Yonny, Eddy, Eysoin y Norlan viajan a la capital del país. Sin embargo, este año el motivo es distinto y ellos están preocupados. Pese a que, sentados uno al lado del otro, los hermanos Turcios bromean y juegan durante las casi cinco horas de recorrido desde Nueva York hasta las afueras de la Casa Blanca en Washington D.C., ellos tienen claro que la movilización es muy importante para que no sean separados de sus padres.
Los cuatro menores nacieron en Estados Unidos, pero sus padres, originarios de El Salvador, están practicamente en el limbo. Ellos hacen parte de un grupo que asciende a casi 300,000 personas, quienes han vivido y trabajado legalmente en los Estados Unidos durante décadas.
“Hoy vinimos con la misión de decirle al presidente y a los demás políticos que separar a los niños de sus padres está mal”, dijo Yonny, de 8 años, quien, según recuerda, “cada vez que lo veo en televisión me da mucho estrés porque se ve como una persona mala, como un bully”.
Su hermano está de acuerdo. Creciendo en esta zona de Long Island él ha visto como algunos de sus compañeros de la escuela “llegan llorando luego de que ponen a sus papá a firmar un contrato”.
“Yo no quiero que él sea presidente otra vez. Yo he visto a mis amigos que han sido separados de sus padres y los extrañan y los papás también lloran porque no pueden verlos todos los días”, dijo Eddy, de 9 años. “Mi mensaje hoy para el presidente es que no separe familias”.