Editorial: Chile convulsionado
El uso de los militares para reprimir protestas ciudadanas, incluso cuando son violentas, no tiene cabida en la democracia
La presencia de los militares en las calles de Chile es un recuerdo tenebroso. Como lo es un presidente que dice que el país está en guerra contra un enemigo y habla en términos de batalla. No es el país del general Augusto Pinochet en 1973, sino el del presidente Sebastián Piñera en 2019.
Pasaron más de 40 años entre uno y otro. La democracia regresó para los chilenos en 1990 cuando rechazaron que el dictador siguiera en el poder. Con ello llegó un drástico cambio en la libertades. Sin embargo, el modelo económico no se modificó inmediatamente, sino que fue acentuándose con el pasar de los presidentes sin importar si son de derecha o de izquierda.
Chile se convirtió en el ejemplo continental de cómo se aplica el modelo neoliberal, de la continuación de las políticas económicas sin importar la ideología de los gobiernos. Pero debajo de los halagos y las cifras macroeconómicas se esconde otra realidad que prendió fuego con la chispa del aumento del gobierno al precio del pasaje del Metro.
La intensidad de las protestas sorprendió al gobierno, lo que demuestra cuán desconectado de la realidad estaba. No faltó el ministro que sugirió levantarse más temprano para pagar un boleto más barato, como muestra de una clase política que no considera seriamente los problemas de la ciudadanía.
El aumento del precio del boleto no es una causa menor. Chile es uno de los 10 países más caros del mundo en relación al ingreso medio. Este incremento llega a un amplio sector popular con pensiones bajas, elevados niveles de deuda por vivir a crédito y sueldos bajos.
El modelo económico de las últimas décadas condujo a que en 2017 el 1% de los más pudientes de Chile tenga el 26.5% de la riqueza y el 50% de los hogares de menores ingresos, el 2.1% de la riqueza neta, según el informe Panorama Social de América Latina de la CEPAL. El sueldo mínimo es equivalente a 423 dólares, y la mitad de los trabajadores chilenos recibe un sueldo igual o inferior a 562 dólares mensuales, según el Instituto Nacional de Estadísticas de Chile. Estos fueron los más perjudicados por el aumento del pasaje.
Las primeras protestas ante el incremento exigía un análisis y una respuesta política, de comprensión por parte de un gobierno que en teoría está para servir a la población. En cambio, Piñera recurrió a la Ley de Seguridad del Estado, a declarar emergencia, toques de queda y sacar los militares a la calle. La elite chilena no entendió que eso era apagar el incendio con gasolina. Se estima que hay 10 o más muertos.
El uso de los militares para reprimir protestas ciudadanas, incluso cuando son violentas, no tiene cabida en la democracia. Y hablar de enemigos no resuelve la precaria situación de una clase media débil y un estudiantado con la sana y bienvenida tradición de no quedarse callado.
La tecnocracia económica del neoliberalismo hoy se sostiene con la represión militar. Se cayó la máscara del “ejemplo “ de Chile.