Más vale prevenir que lamentar: el costo de la salud mental

La OMS estima que, anualmente, la depresión y ansiedad causan la pérdida de 12 millones de días de trabajo y le cuestan al mundo alrededor de 1 billón de dólares

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Los problemas de salud mental inciden en la producción laboral. Crédito: Shutterstock

La salud mental está estrechamente vinculada con el desarrollo económico. El Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos (CDC), define la salud mental como el bienestar emocional, psicológico y social que experimenta una persona, el cual incide en la manera en que esta piensa, se siente y actúa. Dada la amplitud del tema, en este artículo me referiré a padecimientos comunes, como son la depresión y ansiedad. 

Investigaciones han demostrado que padecer algún tipo de desorden mental deteriora significativamente los niveles de productividad de los individuos, traduciéndose en pérdidas importantes para las economías. De hecho, un estudio realizado por la Organización Mundial de Salud (OMS) estima que, anualmente, la depresión y ansiedad causan la pérdida de 12 millones de días de trabajo y le cuestan al mundo alrededor de 1 billón de dólares.

En tal sentido, en la última década se ha generado más conciencia sobre la importancia de abordar este tema y se ha reducido el estigma en torno al mismo. Una encuesta realizada en 2018 por la Asociación Americana de Psicología corrobora estos resultados. En esta, el 87% de los estadounidenses coincidió que los trastornos de salud mental no son de avergonzarse, y una proporción similar argumentó que quienes los padecen pueden mejorar.

Sin embargo, los cambios de actitud hacia este tipo de padecimiento no han contribuido a la reducción de su prevalencia. Hace una década, la OMS estimaba que los trastornos mentales comunes iban en aumento. En el periodo 1900-2013, el número de personas que experimentaban ansiedad o depresión creció cerca de un 50%, pasando de 416 millones a 615 millones, equivalente al 9% de la población mundial en aquel entonces. A raíz de la pandemia del COVID-19 esta tendencia se aceleró. Un estudio publicado en 2021 por la revista médica The Lancet, estima que los casos de depresión aumentaron en 53 millones a nivel mundial, superando en 28% los niveles pre-pandemia. Mientras que los casos de ansiedad crecieron en 76 millones, representando un aumento de 26%. 

Adicionalmente, aunque hablar de salud mental hoy forma más parte de la cotidianidad, la omisión del tema en ciertos círculos y la inequidad en el acceso a tratamientos persiste. Estadísticas de Reino Unido así lo demuestran. La Fundación para la Salud Mental, basada en este país, señala que los hombres son menos propensos a hablar de su salud mental. Este comportamiento se evidencia en que apenas el 36% de los referimientos psicológicos al Sistema Nacional de Salud (NHS por sus siglas en inglés), son hombres. La misma entidad, haciendo eco de diversas investigaciones, destaca que las mujeres tienen mayor probabilidad de recibir tratamientos para trastornos mentales que los hombres (15% vs. 9%). Asimismo, la probabilidad de las personas blancas recibir tratamiento es cerca de dos veces superior a que la de otros grupos étnicos (13.3% vs. 7%). Finalmente, los jóvenes entre 16 y 24 años son el grupo con menor probabilidad de recibir tratamiento entre todos los grupos de edad.

Un dicho popular sugiere que más vale prevenir que lamentar, y en lo que respecta a salud mental, las consecuencias de no acatar esta sugerencia se hacen notoriamente palpables. En efecto, el estudio previamente citado afirma que el retorno de la inversión en tratamientos para trastornos mentales menores es de 4 veces lo invertido. Es decir, que por cada US$ 1 destinado al incremento de tratamientos para la depresión y la ansiedad, se obtiene un retorno de US$4 en la forma de mejor salud y capacidad para trabajar. Es por esto que resulta de crucial importancia que los gobiernos y empresas tomen acción para mitigar la prevalencia de la depresión y ansiedad.

Si bien las campañas de concientización son necesarias e importantes, estas deben venir acompañadas de medidas prácticas orientadas a la prevención y el tratamiento de padecimientos mentales. Los gobiernos deben abocarse a habilitar facilidades, accesibles y asequibles, para el tratamiento de este tipo de afecciones.

De igual manera, las empresas deben complementar los típicos webinars con iniciativas tendentes a mejorar la salud mental de sus colaboradores, ya sea regular la carga de trabajo, proveer espacios de descanso o esparcimiento a lo largo de la jornada labor, y garantizar el descanso adecuado de sus equipos por medio de vacaciones y días libres particulares. 

Mientras tanto, como individuos, nos toca continuar generando conciencia en torno al tema. Si nunca lo has hecho, siempre es buen momento para empezar.

Katherine Javier es economista especializada en desarrollo económico y análisis y evaluación de políticas públicas. Es egresada del Instituto Tecnológico de Santo Domingo, The University of Manchester y Columbia University. Para discusiones interesantes, síguela en Twitter @KatherineJavier

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