Los dueños de la noche en la Avenida Roosevelt (fotos y videos)
Conoce a los pintorescos y vibrantes seres que se desplazan por esa zona de Queens mostrando la imagen más humana del vecindario latino
NUEVA YORK — El espíritu vibrante y colorido que caracteriza a la Avenida Roosevelt no es menos excitante de madrugada. Trabajadores, comerciantes y excéntricos personajes son el retrato más humano del vecindario latino. Abanicando los volantes de su larga falda blanca, la “Reina de Queens” camina en las inmediaciones de la calle 90 sin inhibir su deleite por las miradas curiosas de transeúntes trasnochados.
“Soy de alma libre”, dice mientras se acomoda el ornamento de flores en la cabeza rapada. Su barba revuelta y pintada de verde se mueve al ritmo de sus labios maltratados. “El mundo como lo conocemos a veces es un lienzo tan triste que necesita de un artista que pinte sonrisas”.
El humor es el pincel de este peculiar personaje que pese a su aspecto estrafalario, habla con tanta elocuencia que no se adivina dónde empieza el colombiano Osvaldo Gómez (69) y dónde termina la Reina de Queens. “Esta es una máscara, todos usamos una”, enfatiza con voz suave mientras su cotorra, conocida en el vecindario como Lora, suelta un agudo graznido. “Mi disfraz es el de la felicidad. Yo salgo a las calles de noche y de día a regalar alegría”.
Muchos se detienen a tomarle fotos. La celebridad, más terrenal que con aires de diva, complace a sus admiradores con chistes “colorados”. El show incluye las piruetas de una perrita que se emociona al sonido del aplauso.
La Reina de Queens es uno de los tantos personajes que animan esta arteria clave durante la madrugada, cuando la actividad es tan ajetreada como en las horas del día.
En medio del tumulto, la guatemalteca Carla Estrada (31) vende quesadillas en un carrito iluminado con focos amarillos. Como si fuera un gran teatro, pero sin palco de honor, sus clientes ríen con la Reina de Queens, mientras le ponen salsa macha a los tacos de suadero, de carne de cordero o chivo.
“Dejé a mis hijos en Escuintla y me vine pensando en ellos, ya ve usted, las ganas de progresar”, explica mientras cuece la masa de maíz en el comal ardiente. “Llegué en diciembre y desde entonces trabajo de noche. Aquí se ve de todo, uno no se aburre”.
Unas calles adelante, el bodeguero árabe Ayoub Salem (34) se mantiene alerta, como un búho vigilante. “Aprendí a hablar español por mis clientes”, expresa con una sonrisa tímida. “La venta es buena de noche. Me acostumbré a no dormir y estar siempre atento. Por aquí llegan muchos que se pasan de copas”.
Pasan de la 1 a.m., pero para los esposos mexicanos Domingo Vargas (46) y Alicia Sánchez (50), la jornada apenas comienza. La pareja estableció su carrito de gorditas hace cinco años en la esquina de la calle 81.
“Aquí siempre es de día”, grita Alicia para que su voz sobresalga en el concierto de fierros que deja el tren 7 a su paso. “Caminar de madrugada es como andar a la luz del sol. En este vecindario nadie duerme”.
Vargas deja que su esposa cuente la historia y asienta con la cabeza, como aprobando cada palabra. “El negocito se llama “La jefa”, por mi esposa. Ella es la jefa”, manifiesta orgulloso. “Es bien trabajadora”.
Cerca de un bailadero que sobresale por sus luces de neón y la música estridente, una ecuatoriana que se hace llamar “Flor Silvestre” (53) vende rosas a los peatones que buscan el amor.
“Aquí me conocen como la Florecita Ecuatoriana o la Flor Silvestre, como la artista mexicana”, destaca con coquetería. “Tengo 13 años vendiendo flores en los restaurantes y discotecas. Camino y camino desde la calle 111 hasta Woodside y de regreso”.
La Florecita Ecuatoriana ilumina la fresca madrugada, pero, entre las calles 82 y 81, el perfume de una floristería compite con el encanto de la vendedora. El mexicano Bernabé Franco (42) es el encargado del negocio de 24 horas. “He trabajado de noche por 28 años, en esta tienda tengo 17 años como cajero y florista”, comenta. “Aquí trabajo de diez de la noche a ocho de la mañana, y de ahí me voy a seguir trabajado a una bodega hasta la una de la tarde”.
Las pocas horas de sueño son visibles en sus ojos cansados, pero asegura que dormir tres o cuatro horas al día es un esfuerzo entregado a sus dos pequeños hijos. “Mi esposa cuida de mis niños, todo lo hago por ellos”.