El trabajo y determinación

Sociedad

Con la excepción de los profesionales de recursos humanos y los ejecutivos de corporaciones, quienes se lamentan públicamente por la falta generalizada de una ética laboral como el principal obstáculo para llenar vacantes, pocas veces se oye ya hablar sobre el trabajo duro. Que yo sepa, muy pocas veces se lo considera como parte intrínseca del carácter estadounidense o como un valor al que debe aspirarse.

Desde las escuelas públicas, donde se promueve la “captación” de los estudiantes por medio de actividades divertidas pero donde pocas veces se habla del trabajo arduo y de trabajar bajo presión, a los lugares de trabajo, que creen que deben entretener a sus empleados para mejorar la productividad, nuestra sociedad parece pensar que la diversión siempre es necesaria para vivir.

Pero recientemente he notado una reacción contra el absurdo de una filosofía que coloca la diversión, la satisfacción personal y la autoestima como objetivos máximos de cualquier esfuerzo. En la revista Slate, el fellow de la New American Foundation, Konstantin Kakaes, respondió a un idílico editorial del New York Times, que explicaba cómo la matemática en la escuela no debe ser necesariamente “aburrida”. “Todo el que comprenda lo que es realmente la matemática cree que algunas veces debe ser aburrida,” escribe Kakaes.

Aprender supone un esfuerzo, después de todo. Y partes del aprendizaje, por más gratificantes que sean, son difíciles. Observar que ciertos conceptos matemáticos avanzados no pueden convertirse en diversión parece irrefutable, pero los numerosos acólitos de la escuela filosófica “¡Aprender es y debe ser siempre divertido!” se esfuerzan por impedir que algo tan lógico gane terreno.

Como un ofendido lector respondió a Kakaes, “Yo enseño, y mi enfoque se centra mucho en el niño. Siempre hay algo que uno, como maestro, puede hacer para que el material sea atractivo; y decir a tus estudiantes que ‘se aguanten’ como dice la leyenda al pie de foto es una gran evasión y una oportunidad perdida.”

Unos días después, en las páginas de opiniones del New York Times, el autor Oliver Burkeman rogó a los lectores que se olvidaran de la idea de que la diversión en el lugar de trabajo es un requisito. Burkeman hizo una mordaz crítica de la cultura de indulgencia en el lugar de trabajo, de los juegos en las corporaciones y de los “Directores de Fungineering (fun + engineering), Jefes de Alegría o Vicepresidente de Maravillas”.

Citando estudios que concluyen que la diversión no siempre garantiza la armonía ni la productividad en el lugar de trabajo, y que la alegría forzada puede tener el efecto opuesto sobre los trabajadores, Burkeman implora que se entienda su matizada posición: “Para que no crean que soy un misántropo en lugar de un viejo cascarrabias, que quede claro: No hay nada de malo con la felicidad en el lugar de trabajo. Los trabajos divertidos sin duda son preferibles a los aburridos o desagradables; es más, los estudios sugieren que los empleados felices son más productivos. Pero eso no significa que el camino a esa deseable situación sea el de los esfuerzos deliberados, por parte de los administradores, para tratar de generar diversión. En verdad, hay pruebas de que ese enfoque —que ha sido denominado adecuadamente ‘fungineering’— podría tener precisamente el efecto opuesto, creando disgusto en la gente y reafirmando, de esa manera, una de las más antiguas observaciones sobre la felicidad: Cuando se la busca con demasiado ahínco, casi se puede garantizar el fracaso.”Yo no estaría cacareando tan divinamente sobre el pronto deceso de los fanáticos de la diversión en nuestra sociedad y sus bolsas de juegos, incentivos, compensaciones y premios para hacer que el trabajo sea agradable, si no viera un tenue rayo de esperanza.

Resulta que la Generación del Milenio —alias Generación Y, que se crió en la cultura de todos-se-llevan-un-trofeo, está aprendiendo de primera mano, en el mundo real de los negocios, que algunos de sus pares valoran el rendimiento por sobre todas las cosas.

Según The Wall Street Journal, en el duro mundo de las empresas nuevas — donde se reconoce a las compañías por sus blancas paredes, sillas con pelotas de equilibrio, futbolitos, comidas y alcohol gratis— los trabajadores que no rinden son reemplazados rápidamente.

“Las empresas nuevas se deshacen casi del 25% de sus empleados antes de su primer cumpleaños,” informó el Journal. “Los gerentes de empresas nuevas dicen que tratan de deshacerse de los que no rinden o no encajan, en los primeros tres meses, pero algunos ni siquiera duran ese tiempo.”Ya sea por falta de habilidades, por no tener suficiente “empuje” o por no poder seguir el ritmo, los empleados que no duran en las empresas nuevas se encontrarán con nuevas oportunidades para evaluar si trabajaron lo suficiente a fin de triunfar en sus puestos —y si deben trabajar más en el siguiente puesto.

Después de todo, se puede obtener mucho placer de los logros que surgen del trabajo duro y la determinación.

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