Por obediente jesuita no murió en el Titanic
Se vio tentado a continuar el viaje, pero sus superiores no se lo permitieron
Ciudad del Vaticano, 23 de Abril – El voto de obediencia salvó a un jesuita de morir en el naufragio del Titanic, al ordenarle su superior que descendiera del barco antes de que este naufragara en aguas del Atlántico Norte hace ahora un siglo.
Se trata de Frank Browne (1880-1960), un religioso irlandés que, según informa hoy el diario vespertino vaticano “L’Osservatore Romano”, embarcó el 10 de abril de 1912 en el viaje inaugural del Titanic gracias un billete que le había regalado su tío, el obispo Robert Browne, hasta la escala irlandesa de Queenstown.
Durante los primeros días de viaje, el jesuita, amante de la fotografía, efectuó numerosas imágenes del barco, de los pasajeros, de la tripulación, del capitán del crucero, Edward Smith, y de algunas personas famosas que viajaban en la nave.
Su viaje, sin embargo, se interrumpió cuando llamó a sus superiores para pedirles permiso para continuar hasta Nueva York, ya que una pareja estadounidense con la que había hecho amistad estaba dispuesta a regalarle el pasaje hasta esa ciudad.
Sus superiores le ordenaron que descendiera del barco nada más llegar a Queenstown, lo que hizo sin rechistar.
El 14 de abril de 1912, pocas horas después de que zarpara el barco de Queenstown, se produjo la tragedia, en la que murieron 1,517 personas al hundirse la nave tras chocar con un iceberg.
El jesuita irlandés se hizo famoso porque sus fotos fueron el último testimonio del Titanic.
Algunas de ellas fueron utilizadas en la película del mismo nombre y entre las mismas destaca la de un niño que juega con un aro en uno de los puentes del transatlántico.
Tras su muerte, en 1960, se encontró en su casa un cajón con numerosas fotos y negativos del Titanic, del que inmortalizó, entre otros, el gimnasio, la sala de lectura, la biblioteca, la cabina que usó durante el viaje, los comedores de primera y tercera clase y la sala destinada a los juegos de los niños.