Faltan incentivos estudiantiles
Si uno vive en una comunidad próspera, con un distrito escolar eficaz, y conoce el régimen de alta presión, interminables preparaciones para los exámenes y numerosas actividades extracurriculares a las que están sometidos los estudiantes que intentan entrar en universidades de élite, un reciente informe, según el cual muchos estudiantes piensan que sus escuelas no suponen un reto suficiente para ellos, probablemente le cause hilaridad.
Si, como yo, uno vive en una comunidad que lucha con altas tasas de pobreza, o una en la que los recortes presupuestarios han reducido las escuelas a sombras de lo que eran, sabe perfectamente que el informe –Do Schools Challenge Our Students? (¿Desafían las escuelas a nuestros estudiantes?– producido por el Center for American Progress, es sumamente verosímil.
Las conclusiones representan las experiencias cotidianas de estudiantes en escuelas que no son de alto desempeño, donde las oportunidades de enriquecimiento, tales como excursiones o presentaciones dentro de la escuela, son pocas; donde las clases de gimnasia, música y arte a menudo son un recuerdo lejano y donde el aburrimiento es una queja constante.
Ahondando en las respuestas de los estudiantes a encuestas realizadas junto con los exámenes de contenido de la Evaluación Nacional de Progreso Educativo, los investigadores señalaron que los estudiantes reportaron estar leyendo poco diariamente y que pocas veces escribían sobre lo que habían leído. Además, expresan que sus escuelas no les proporcionan oportunidades de aprendizaje en ciencias y tecnología.
El aspecto más notable del análisis fue que grandes porcentajes de estudiantes informaron que sus escuelas no los incentivan. Por ejemplo, el 37% de los estudiantes de cuarto grado reportó que su trabajo de matemáticas es a menudo “demasiado fácil”, igual que el 57% de los alumnos de historia del octavo grado, el 56%de los estudiantes de instrucción cívica del duodécimo grado y muchos otros sectores de la población estudiantil.
Aún más asombroso: grandes porcentajes de estudiantes, en todos los grados y materias, expresan que a veces o casi nunca comprenden lo que el maestro está diciendo o preguntando. El 25% de los alumnos de matemáticas dio esa respuesta, mientras el 36% de los del duodécimo grado reportaron estar igualmente confundidos. Puesto que sólo el 10% del alumnado de las escuelas públicas aprende inglés como segunda lengua, no puede decirse que se trate de un problema de idioma. Se trata de una situación en que algunos estudiantes se sienten totalmente perdidos, mientras otros no reciben incentivo alguno.
Es importante señalar que estas evaluaciones realizadas por los mismos estudiantes sobre sus experiencias generalmente no coinciden con su desempeño en el examen que sigue a la encuesta -estamos hablando estrictamente de las percepciones de los estudiantes. Pero, según mi experiencia como maestra, puedo asegurar que las percepciones son por lo menos tan importantes como la realidad.
Considerando eso, las voces de estos estudiantes nos dicen que aún cuando libramos batallas sobre cómo mitigar los efectos de la pobreza sobre los logros académicos, y discutimos sobre las ventajas y desventajas de las evaluaciones de los maestros y los programas nacionales comunes, también debemos reconsiderar los elementos más básicos del sistema educativo.
¿Debemos continuar utilizando la edad para agrupar a los estudiantes en niveles de grados, sin tener en cuenta si las destrezas necesarias para tener éxito en ese nivel se han adquirido? ¿Cuánto más eficaces serían los maestros en lograr un progreso académico anual de los estudiantes, si las clases se formaran con niños que empezaran desde un punto similar?
Esta -y muchas otras ideas “radicales”- deben considerarse para poder superar el problema de los estudiantes que no se sienten estimulados. Según The Silent Epidemic: Perspectives of High School Dropouts (Una epidemia silenciosa: Perspectivas de los que abandonan la escuela secundaria), un informe de 2006 encargado por Bill and Melinda Gates Foundation, el motivo No.1 citado por los jóvenes estadounidenses para desertar es que “las clases no eran interesantes”. El informe expresó que estos estudiantes sintieron una falta de conexión con el entorno escolar y la percepción de que la escuela era aburrida, un escalofriante factor para considerar en la evaluación de la visión de los estudiantes que no son de élite, de su entorno de aprendizaje.
“Parece bastante claro que para interesar a los estudiantes hay que lograr que la escuela sea relevante, hay que convertirla en un reto, y debe haber indicios de que a la gente de la escuela le importan los estudiantes y su bienestar”, expresó Ulrich Boser, coautor del informe y miembro senior del Center for American Progress. Me dijo que con toda la atención que se presta a las presiones que enfrentan los alumnos destacados es fácil olvidarse de todo el resto.
Bueno, los alumnos olvidados de Estados Unidos se han pronunciado y han dicho: “No nos descarten, esperen más de nosotros”. Debemos responder a ese desafío.